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El proyecto nació en 2016 de una idea de la familia Cabrera Losada, propietaria del grupo Luxury Tenerife Hotels, que tiene otros establecimientos hoteleros en la isla y está dirigido por el ingeniero José Fernando Cabrera y la diseñadora de interiores María Ángeles Losada, presidentes del grupo, y por sus hijos Carlos Cabrera y Javier Cabrera, vicepresidentes. “Doña María Ángeles se sentó con Javier Álvarez y Silvia de Miguel, de ADM Arquitectos, una pareja de aquí que captó enseguida la idea, y comenzaron a trabajar en el proyecto con ella”, explica Lydia Rodríguez, directora del hotel, que abrió sus puertas en 18 de diciembre de 2020.
En la entrada del hotel ya comienza el viaje a un lugar exótico de aroma colonial, donde se mezclan el olor a jazmín con una decoración llena de muebles y objetos que evocan mundos asiáticos y africanos, con un gran salón para recibir a los clientes que bien pudiera transportarnos a Memorias de África, la novela que la escritora danesa Karen Blixen publicó en 1937: tapizados de cebra, vasijas de madera engarzadas a mano, raíces de árboles con formas imposibles que adornan las paredes o sirven de pie de mesa, la escultura de un mono sobre la hoja de una costilla de adán… Todo ha sido cuidadosamente seleccionado por la dueña del hotel, buscando entre artistas y artesanos de allende los mares.
Desde el balcón que nace del hall se ve ya el oasis tropical que comienza en la piscina central, donde los huéspedes pueden disfrutar de un suculento desayuno en bonitas mesas de hierro blancas bajo sombrillas de aire victoriano. Si no existiera internet, alguno podría estar desplegando The Times. Pero como sí existe, lo que hay son clientes más bien jóvenes que miran a sus móviles mientras disfrutan del sol, que parece más suave gracias a las decenas de palmeras que rodean la piscina, acompañadas de otros tipos de plantas como helechos, plataneras, papayeros, rosas canarias o un drago. Hay más de 3.000 plantas en el hotel y unas 150 variedades.
“Nos sorprendió la edad media del huésped que nos visita, tal vez porque veníamos con la idea de lo que ocurre en el ‘Royal Garden Villas’, otro hotel del grupo que está justo al lado y donde la edad media supera ampliamente los 65 años”, cuenta Lydia Rodríguez.
“Nosotros relacionábamos el lujo y la calidad con un alto poder adquisitivo y una edad determinada. Pero estábamos tremendamente equivocados”. La edad media del huésped durante el primer año ha rondado los treinta años. Según la directora del hotel, entre los clientes hay mucho community manager, youtuber, influencer o joven empresario. “Han encajado perfectamente con el concepto del hotel, probablemente por lo fotográfico que es. Cualquier rincón es muy instagrameable. Y ellos mismos han hecho de embajadores. Son gente de mente superabierta a los que les encanta probarlo todo. Y lo suben a las redes al momento”.
El hotel, que está dentro de una parcela de 14.000 m2, cuenta con capacidad para alojar a 150 huéspedes en 50 villas, cada una con su piscina privada. Hay 29 River Villas, que tienen una o dos habitaciones y cuya piscina desemboca en uno de los dos ríos, de casi cien metros cada uno, un lugar para nadar relajadamente cubierto por la frondosidad de las plantas que rodean el cauce.
Están las Pool Villas, de una sola habitación y piscina particular. En las Grand Pool Villas, las hay de uno, dos y tres dormitorios. Tienen una piscina infinity -sin obstáculos visuales- con vistas al Roque del Conde y al campo de golf que hay junto al hotel. Las Lagoon Villas, de uno o dos dormitorios, son cuatro alojamientos y comparten una enorme piscina con aspecto de lago. Las Sky Villas, con cuatro dormitorios, tienen una bonita vista del océano, al igual que la Paradise Villa.
Las villas son un compendio de detalles que reproducen esa sensación de serenidad que rodea el hotel, con terrazas amplias y tranquilas donde disfrutar del descanso, bañeras de mármol en exteriores para disfrutar del relax con un buen libro, habitaciones muy confortables y salones luminosos. Una mención especial merecen las Lagoon Villas, que llevan los nombres de Zambia, Kenia, Tanzania y Seychelles.
Con techos de junco africano, evocan a los palafitos del continente y llegamos a ellas a través de una entrada donde se suceden las plataneras, los helechos, los frangipanis y las allamandas. En el interior de los palafitos hay un intenso aroma a madera. De África viene la que se utiliza para hacer las puertas, que son también parte de la cuidada decoración, donde se incluyen telas, espejos y otros adornos de pared seleccionados para crear una atmósfera muy particular.
Uno de los grandes atractivos del hotel es el spa, con una zona de piscina de agua templada rodeada de abundante mármol natural y plantas salpicadas de budas, como si estuviéramos en la poza de algún templo asiático en mitad de una selva. Las camas de burbujas y los chorros, que caen como cascadas para tonificar el cuerpo, pueden ser el aperitivo o el postre de alguno de los tratamientos que se dan en las cabinas del spa: belleza, masajes relajantes, descontracturantes, masaje Lomi Lomi, masaje signature… Hay también sauna, baño turco y fuente de hielo para bajar la temperatura corporal.
Tanta agua, sin embargo, no significa un dispendio. Según la directora, el desaprovechamiento es “nulo” y se utiliza un proceso de “cloración salina” para mantenerla en los parámetros adecuados. “Y cuando ya no la podemos utilizar, se usa para limpiar todos los conductos de evacuación de aguas”. El hotel también tiene una caldera de biomasa, para los momentos en los que necesitan producir calor, y cuentan con un sistema de aprovechamiento del calor producido por las grandes maquinarias de generación de frío, como neveras y aires acondicionados.
Como no hay buenas vacaciones sin buenos alimentos, ‘Royal River Luxury Hotel’ tiene también una abundante oferta gastronómica. El ‘Pineapple’ es el restaurante de comida internacional que hay junto a la piscina, que comienza el día sirviendo los desayunos, pero que luego es también un buen lugar para tomar algo ligero en mitad del día mientras uno disfruta de un baño o se tuesta al sol, como una tabla de quesos variados de la ganadería de Montesdeoca, en Fuerteventura, un tataki de atún con aguacate o una ensalada de tomate canario con ventresca de atún.
Pero también hay un Top Brasserie que abre todos los días por la noche, salvo el lunes y el jueves. “Es el restaurante insignia”, afirma el chef Íñigo Almenara, a cargo de la restauración en el hotel. Para cenar los lunes, está disponible el 'Kokoro', restaurante japonés de elegancia casi imperial. Los jueves abre el 'Flamingo', que es francés y tiene una coqueta sala con aires de jardín proustiano.
Almenara lleva en la Isla más de 28 años y fue chef ejecutivo en lugares destacados en la hostelería del sur de Tenerife como el Grupo Monkey o la cadena Spring Hotels. Este bilbaíno, que empezó en el restaurante de pinchos de sus padres, apuesta por una cocina que cuida mucho el producto y busca los sabores intensos. “No es para paladares suaves”, explica.
En el ‘Top Brasserie’ podemos encontrar platos suculentos como el tartar de vaca vieja con mahonesa de mostaza, huevo de codorniz y chip de raíz de loto; las costillas de wagyu con salsa teriyaki cocinadas a baja temperatura y servidas con puré de tupinambo; el cherne a la brasa o la milhoja de frutos rojos con crema de vainilla de Madagascar. En el ‘Flamingo’ y el ‘Kokoro’ se ofrecen menús degustación que varían cada cierto tiempo. Entre los platos destacados del primero está el solomillo de ciervo con salsa de frutos rojos al vino tinto. En el caso del restaurante japonés, podemos mencionar el cubilete de cochinillo con ensalada thai o las gyozas de cerdo con salsa tokatsu.
En los vinos, la persona encargada es Nuria España, sumiller madrileña de gran prestigio nacional que llegó a la isla en febrero de 2022. Viene de restaurantes como ‘Monastrell’, con una estrella Michelín y 2 Soles Guía Repsol, o ‘Coque’, de los hermanos Sandoval, con dos estrellas Michelín y 3 Soles Guía Repsol. Ha trabajado en los hoteles ‘Palace’ y ‘Ritz’ de Madrid, ha sido sumiller ejecutivo del Grupo Gastroportal…
Poco a poco, Nuria va completando la bodega con nuevas referencias. Tienen vinos de todo el ámbito nacional, con clásicos que aportan “visiones históricas” como Rioja, Ribera del Duero o Rueda. Y clásicos de altura como Dom Perignon o los vinos de Bollinger. “Tienes que cogerle la temperatura al cliente. Y en el hotel lo que busca mucha gente es el lujo. Además, hay que tener cuatro o cinco cosas universales con las que la gente se sienta cómoda”, explica, “pero a mí lo que más me interesa son los pequeños elaboradores”.
Últimamente mira mucho a algunos vinos gallegos, como Ribeiros o Albariños tintos que antes no se hacían. “Los tintos gallegos tienen ahora un equilibrio entre madurez y alcohol que es insuperable”, afirma. “Pero lo que más me interesa es remarcar y señalar la producción canaria”. Sin embargo, las producciones son a veces tan pequeñas que desaparecen rápido de la carta y son sustituidas por otras nuevas. “Lo bueno de todo eso es que la carta está siempre viva. Igual que cambia la del restaurante por las estaciones, también lo hace la de los vinos”.
‘ROYAL RIVER LUXURY HOTEL’ - Alcojora, s/n. Adeje, Santa Cruz de Tenerife. Tel. 922 78 77 65.
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