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Probablemente éste es uno de los hoteles más espectaculares de la red de Paradores. Su ubicación en una península rodeada de acantilados y blindado por 3 kilómetros de murallas, le da un aire de grandeza que pocos edificios consiguen. Conocido también como el Parador de Conde de Godomar (uno de sus propietarios más ilustres, en el siglo XVIII) es una mezcla entre arquitectura medieval y pazo gallego.
Nada más traspasar las puertas del hotel, nos da la bienvenida una gran escalinata de piedra bajo una cúpula abovedada que deja ver la majestuosidad del resto del edificio. A partir de aquí empieza un laberinto de pasajes, salones y patios señoriales, grandes estancias y amplios ventanales. Pasear por cada uno de estos rincones es un placer para la vista, sobre todo para los amantes de la historia o la fotografía que disfrutan aquí como auténticos niños.
Ya en las habitaciones, encontramos amplias estancias donde dormir como reyes, sobre camas con dosel, con grandes cortinones y techos de madera. Por supuesto, es muy recomendable que al reservar la habitación solicitemos una con vistas al mar, despertarse frente al Atlántico es un auténtico lujo.
Tras el descanso, una muy buena opción es deleitar al sentido del gusto en el los dos espacios de restauración del Parador: el restaurante Torre del Príncipe o la Taberna Enxebre La Pinta, solo abierta durante los meses de verano. Ambos ofrecen una exquisita cocina basada en los productos tradicionales gallegos, como mariscos y pescados, así como carne con Denominación de Origen Ternera Gallega. La mejor recomendación en sus cartas son, sin duda, la lubina con navajas en salsa de grelos, el pulpo á feira, las vieiras al horno, la ternera de Moaña, la tarta de Santiago y las filloas. Deliciosas recetas que debemos acompañar, por supuesto, de un buen Ribeiro o albariño.
Aunque las vistas desde este Parador son de infarto y es probable que queramos permanecer en él eternamente, lo cierto es que vale la pena salir y disfrutar de todo lo que puede ofrecernos la ciudad de Baiona. Las playas que rodean la península, por ejemplo, son ideales sin queremos practicar deportes acuáticos como el submarinismo o el windsurf. Dos de los lugares más recomendables son la playa de Ribeira (donde se encuentra el Pozo de la Aguada que fue el lugar donde se abasteció de agua la tripulación de la Pinta) y la playa de Dos Frades, llamada así porque era el lugar elegido por los frailes del convento franciscano de la fortaleza para bañarse. En el entorno del hotel podemos además practicar otro tipo de deportes como tenis, golf, ala delta, parapente y un largo etcétera de actividades en las que descargar adrenalina.
Si lo que nos apasiona es la cultura, también hay plan para nosotros ya que la localidad de Baiona ofrece un gran abanico de espectáculos, conciertos y exposiciones, sobre todo en la época estival. A los pies del Parador podemos admirar el monumento ‘Encuentro entre dos mundos’ símbolo de la unión entre Europa y América; en el paseo marítimo, mientras, se encuentra la réplica de la Carabela Pinta, reproducción exacta de aquella embarcación que llegó al pueblo mandada por Martín Alonso Pinzón y que trajo al viejo continente la primera noticia del descubrimiento del Nuevo Mundo. Y para quienes aman la naturaleza hay una visita obligatoria a las Islas Cíes, que forman parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas junto con las islas de Ons, Sálvora y Cortegada. Una travesía que conduce a un paraje espectacular con sus acantilados, sus playas, sus colonias de aves y sus ricos fondos marinos. Actividades como ésta impregnan la estancia en Baiona de emotivos recuerdos anclados para siempre en nuestra mente junto con sus paisajes con vistas al Nuevo Mundo.