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Miguel de Unamuno fue el primero que llamó "guapa" a Fuerteventura, el primero que encontró belleza en una isla que hasta entonces era considerada un territorio desértico y sin encanto. En los cuatro meses que estuvo exiliado surgió una historia de amor entre Unamuno y la isla majorera, de esos amores que vienen sin buscarlos, un regalo inesperado que le cambió la vida. Fueron cuatro meses los que pasó el escritor exiliado, pero su huella permanece viva entre los majoreros 80 años después de su muerte.
A la entrada de la Casa Museo de Unamuno en la antigua Puerto Cabras, hoy Puerto del Rosario, nos saluda una escultura del filósofo casi a tamaño natural en bronce, original de Emiliano Hernández García. Nada más traspasar el zaguán de baldosines gastados, aunque bien dibujados, nos sentimos transportados a las maneras de vivir del siglo XIX. De una sola planta, la construcción es un clásico de la arquitectura doméstica burguesa de los años 20, con sus pasillos y arcos, azulejos decorados en el suelo, madera de tea en techos, habitaciones a los lados, patio central, aljibe interior y azotea. La primera habitación con la que nos encontramos es la salita, que conserva sus cuadros originales, cortinajes, aparato de música antiguo con cuerno de metal, reloj y muebles de estilo alfonsino e isabelino como se usaban en aquella época. También se visita el sencillo y austero dormitorio y el despacho de trabajo.
Casa Museo Miguel de Unamuno, Fuerteventura
928862376