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Albacete

Un encanto más que afilado

Ancha es Castilla, y entre Madrid y el Levante se extiende una provincia capitaneada por una ciudad orgullosa de sus áreas verdes, como el parque de Abelardo Sánchez (donde además se encuentra el gran museo de la urbe, el Arqueológico Provincial), el jardín botánico de Castilla-La Mancha y el parque de La Fiesta del Árbol, con un mirador desde el que contemplar Albacete y sus campos.

La capital albaceteña es joven, activa y se ha sabido crear con una personalidad propia, con una actividad industrial que dio luz al Barrio de la Industria y una riqueza comercial que encuentra su insignia en el Pasaje Lodares, una galería modernista de principios del siglo XX que transporta al visitante a Milán o Bruselas mientras realiza sus compras. Y es que Albacete cuenta con un patrimonio artístico y una arquitectura que roza la historia. Desde su Teatro Circo –el único de España, declarado Bien de Interés Cultural–, en la entrada de la catedral de San Juan Bautista con los distintos estilos arquitectónicos que la forman (interior neo-medieval, portada neo románica, fachada occidental neogótica, etc) o en el palacete modernista que da cobijo a las navajas y los cuchillos del Museo de la Cuchillería.

Y, por supuesto, por sus calles también bulle la cultura; sobre todo, cuando a mediados de septiembre la Feria de Albacete, una de las más antiguas y famosas del país, revoluciona la ciudad. El viajero se encontrará en el mejor momento para disfrutar de otra gran baza de la localidad, la gastronomía, entre gazpachos manchegos, quesos unos más curados que otros, caldos en una buena bota o en copa, migas ruleras, carnes asadas o a la brasa provenientes de una buena mañana de caza o de una ganadería. 

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