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Bea

Una historia marcada por el trigo

Las empinadas calles de Bea albergan la iglesia de San Bartolomé, que fue levantada sobre una construcción anterior, posiblemente del siglo XIII. La estructura actual es de estilo barroco y data del siglo XVIII, con una imponente torre. El viajero no se puede perder los retablos del mismo estilo que se conservan en su interior. También reviste especial interés un trinquete de planta rectangular, donde se solía jugar a pelota-mano y que además ha servido como salón de baile en las fiestas patronales. La población cuenta asimismo con los torreones típicos de las aldeas de Aragón: los peirones.

Bea se erige a los pies de la sierra de Oriche, junto al río Huerva y a 1.134 metros de altitud. La localidad forma parte de la comarca del Jiloca, ubicada sobre un terreno arcilloso y quebrado, que está rodeado por montes poblados de bosques de rebollo, carrascas, aliagas, matojos y estepas. Toda esta vegetación ha sido declarada Lugar de Interés Comunitario (LIC). El municipio se encuentra en el noroeste de la provincia, a 105 kilómetros de la capital y sus apenas 30 habitantes basan su actividad económica en la ganadería y la agricultura, sobre todo en el cultivo de cereales como el trigo, la cebada y el centeno.

Ya en las afueras, a unos 300 metros del pueblo, en la carretera de Fonfría, se puede admirar su molino, donde hace años se molía el trigo y demás cereales. Ahora sirve como lugar de visita para aprender cómo se trabajaba la tierra cuando la tecnología se encontraba en un estadio muy distinto al actual.  Este molino también era lugar de reunión entre los vecinos del pueblo cuando era tiempo de cosecha, pues junto a él se organizaban comidas populares y verbenas.

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