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Un pueblo fértil en cultura
Desplegado a los pies de la sierra del mismo nombre, Crevillent, como otros pueblos del Levante, es un cóctel diverso al que han ido dando forma las circunstancias, sea su historia (esa herencia islámica presente en el casco antiguo), su situación geográfica o hasta el aprovechamiento de sus austeros recursos naturales. Lo especial de Crevillent es cómo sus habitantes han destilado estos ingredientes en un conjunto de manifestaciones culturales y festivas muy personales y de gran interés. Valga como ejemplo su Semana Santa, que en 2001 fue declarada de Interés Turístico Internacional.
Por eso, para hacerse una idea de dónde nace el alma de Crevillent, lo mejor es que empecemos dándonos una vuelta tranquila por su casco antiguo, por ejemplo, cogiendo la calle de San Francisco desde la plaza del Doctor Mas Candela y respiremos su sabor morisco, nos recreemos en sus balcones y ventanas de rejería típica, extiendamos los brazos y veamos que abarcamos las dos aceras, en menos de dos metros de ancho. Podemos acabar en la plaza más antigua del pueblo, la de la Iglesia Vieja, con la torre campanario que se conserva del templo original del S. XVII, acercándonos después a Nuestra Señora del Belén, donde se guardan siete de los pasos procesionales de Semana Santa, obra del famoso escultor Benlliure.
Alejándose más en dirección a la sierra, un área peculiar y de trazado desordenado, las cuevas vivienda, casas producto del crecimiento extraordinario de la población en el XVIII, que llevó a su expansión ladera arriba, excavando las nuevas viviendas directamente en la roca de los barrancos. Más allá, monte arriba, descubririremos que Crevillent necesitó también construir sus propios acueductos: els Pontets, viejas conducciones de agua que atraviesan los barrancos y servían para hacer llegar la escasa y preciada agua. Hoy son un reclamo turístico. Cumplido ese periplo podremos visitar los museos de Crevillent: el Mariano Benlliure, el Arqueológico, el dedicado a la Semana Santa.
