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Historia, palmeras y aromáticas
La distancia que separa al casco histórico de Elche de la costa y las playas podría parecer un inconveniente, pero es un atractivo que se traduce en pedanías y parajes con rasgos íberos, romanos y árabes, los mismos con los que se encuentran los visitantes por todos los rincones de la ciudad. Los íberos tienen a su máxima representante en la Dama de Elche, escultura encontrada en el yacimiento de L'Alcúdia (parque arqueológico situado a dos kilómetros) cuya réplica es la estrella del Museo Arqueológico y de Historia de Elche. Mientras tanto, los árabes se manifiestan en los baños o en la Torre de Calahorra, vigilante de cuyo campo de visión tampoco se escapan los que recorren las calles, cámara en mano. Al lado, como si de una representación de la batalla entre Moros y Cristianos se tratara, se alza la Basílica de Santa María, escenario de la retahíla de fuegos artificiales multicolor de la Nit del Alba y del Misteri d'Elx, drama sacro-lírico que data de la Edad Media y que narra a todo aquel que se acerque la muerte, asunción y coronación de la Virgen María. El viajero debe saber que será testigo de una tradición única declarada Obra Maestra, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
El característico olor a plantas aromáticas del ambiente recuerda al visitante que la mayor riqueza de Elche está en la naturaleza: las palmeras. Visto su extenso palmeral, el mayor de Europa, el visitante se verá obligado a visitar el Museo del Palmeral para conocer la importancia del segundo Patrimonio de la Humanidad del que pueden presumir los locales.
Con lo fácil que puede resultar perder la noción del tiempo ante tanto tesoro, conviene pasear por la Plaza Baix y consultar la hora con Calendura y Calendureta, los autómatas que la marcan desde el reloj del Ayuntamiento. Y así, quizás, se pueda sacar un rato para ir a pisar las dunas del Carabassí o del Pinet. Y es que, en realidad, el mar no queda tan lejos.