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Castaños centenarios a los pies de la montaña sagrada
Nava de Francia se encuentra a apenas 7 kilómetros de La Alberca y desde cualquier lugar del municipio se divisa la Peña de Francia, cuyo famoso santuario, aunque está en territorio de El Cabaco, depende eclesiásticamente de Nava de Francia. De hecho, quienes quieran subir a conocer la montaña sagrada de los salmantinos encontrarán rutas para hacerlo desde este pueblo, tanto a pie como en coche. Allí, además del santuario, declarado Bien de Interés Cultural, se puede encontrar la Capilla de La Blanca, construida en el siglo XVI sobre la cueva en la que Simón Vela encontró la imagen de la Virgen. También allí se encuentra el rollo de piedra, símbolo de la jurisdicción civil otorgada al prior del monasterio, que fue declarado Bien de Interés Cultural en 1963.
El entorno natural que ofrece Nava de Francia es de una gran belleza, con grandes zonas arboladas como la conocida como La Mata, un parque con muchos árboles y zonas de barbacoa y picnic donde poder pasar un buen día. El pueblo es rico en robles y castaños centenarios. De hecho, en el paraje de El Casarito, núcleo que pertenece al municipio de La Nava y que se encuentra a 3 kilómetros del pueblo, se puede realizar una ruta de tres kilómetros totalmente adaptada a personas con movilidad reducida y que permite descubrir los castaños más antiguos de la zona. Un paseo también nos puede llevar a descubrir el dolmen de La Morisca o el túmulo circular de diez metros de diámetro y cincuenta centímetros de altura que podría haber sido un sepulcro megalítico y que se ubica en la parte más alta del cerro.
En cuanto a su núcleo urbano, merece una visita la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario, que es de estilo gótico y data del siglo XV. Guarda en su interior las imágenes de la Virgen del Rosario, el Cristo y San Juan. Además, junto a la plaza, se puede encontrar una fuente centenaria que nos permitirá probar las ricas aguas del municipio.
Este pequeño pueblo situado en el corazón de la Sierra de Francia ha sabido preservar su patrimonio etnográfico y buena muestra de ello es su Fiesta de El Perrero, o Fiesta de San Silvestre, una celebración vinculada con la fertilidad de los campos que hace que cada año el personaje del Perrero –al ritmo del tamboril y acompañado por los alguaciles, los mayordomos, los campaneros y los monaguillos– persiga con un látigo a los niños y jóvenes del pueblo, recaudando dinero entre los vecinos que después se entrega en el ofertorio y concluyendo con una degustación de dulces y aguardientes.