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Esplendor medieval en un entorno de privilegio
Capital de la comarca a la que da nombre (y que incluye también los municipios de Lousame, Outes y Porto do Son, éste con el mítico e imprescindible Castro de Baroña) y referente máximo en la más septentrional de las Rías Baixas, Noia es una esplendorosa villa de origen medieval. Su casco histórico incluye joyas como la Casa Dacosta (un pazo urbano gótico que data de 1339), la Casa da Xouba (pazo del siglo XV, con un reloj de sol en la fachada desde 1790), el pintoresco Pazo do Bispo (conocido popularmente como 'pazo del horno del ratón' y Monumento Nacional desde 1981), el Pazo do Tapal (antigua fortaleza del siglo XIV) o el Pazo da Pena do Ouro, que incluye en su interior el claustro románico de un antiguo monasterio, el de San Xusto, trasladado a Noia piedra por piedra en 1922.
En realidad, buena parte del casco urbano es señorial y de arquitectura histórica deslumbrante, desde el Hospital de Adentro (del siglo XV, que fue escuela de gramática) a ejemplos más recientes como el Casino o el Teatro Coliseo Noela, ya fechados en el siglo XX. El barrio da Chaínza, de era preindustrial y con restos de una fábrica de curtidos de 1700, obtuvo en 2011 el premio del Colegio de Arquitectos de Galicia a la mejor rehabilitación de un espacio público. También es muy meritoria la recuperación de molinos medievales llevada a cabo en el barrio de Pedrachán.
En el capítulo religioso, atención muy especial para la Iglesia de Santa María a Nova, consagrada en 1327 y cuyo conjunto mereció la declaración de Monumento Histórico-Artístico nacional en 1973. Y es que incluye tanto la Quintana dos Mortos extramuros –considerado entre los diez cementerios más bellos de España– como el Museo de las Laudas Gremiales, una colección de losas para las tumbas en las que se incluían inscripciones con referencias al oficio de cada finado.
En las afueras, la ribera del río Tambre (apreciado por sus lampreas desde época medieval) incluye arquitectura hidroeléctrica a cargo de Antonio Palacios, mientras que el Camino Real de Valvargos proporciona una calzada de apariencia romana, un núcleo rural histórico y el esplendoroso despliegue de la naturaleza autóctona. La Playa de Testal, la más grande del concello (kilómetro y medio de longitud), está salpicada por dunas de gran valor ecológico. Ah, y no se marchen sin cruzar el Pontenafonso, sobre el Tambre y en dirección a la sierra de Outes: no todos los días se pisa una obra civil del siglo XIV, ordenada construir por el rey Alfonso IX.