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Aroma a puerto y playa
Porto do Son es una localidad típicamente marinera al sur de la ría baja de Muros y Noya. Consta de diez tranquilas parroquias en las que parece que el tiempo se ha detenido al ritmo de los pescadores por sus típicos puertos pesqueros. Las mayor parte de las callejuelas están llenas de edificios típicos de la Coruña rural costera. Pero si hay algo que une a todas las poblaciones locales son sus 25kilómetros de costa. El litoral es tan variado que no es extraño que cada una de las numerosas playas tenga una forma propia. Nos sorprenden la playa Arealonga , salvaje y llena de vegetación; la de Aguieira, plagada de arenales con dunas; la de las Furnas con inmensos y rasposos acantilados, y la de la Gafa envuelta en una diminuta cala.
Siendo Galicia, es natural encontrar también abundantes restos arqueológicos: menhires como el de Iroite, parroquia de la que parte la inolvidable ruta megalítica por la sierra de Barbanza; petroglifos como el de Braña das Pozas; fuentes, molinos, relojes de sol, palomares, hórreos y, sobre todo, castros, como el imprescindible de Baroña. Ocupando toda una península, sus restos están casi intactos en el que es uno de los mejores ejemplos existentes de castro costero de Galicia. Nos dejamos abrazar por las iglesias locales, ejemplo del sobrio románico gallego. Hay una por cada parroquia, la más importante, la de San Vicente de Noal, que halaga a los ojos con su esbelto campanario que se eleva muy por encima del tejado del templo. La localidad es otra representación de la arquitectura civil por lo que hay que ver el rústico puente medieval del río Sieira, ya que tiene una naturaleza tan exuberante que parece que el turista se ha trasladado a la selva tropical; y el escondido mirador de Cabeiro, en torno al río Eume. Sus vistas son de las más espectaculares de Porto do Son ya que mezclan el azul de la ría de Muros y Noia, el dorado de la playa de Cabeiro y la silueta veteada de blancos, azules y rojos de los puertos pesqueros.