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Capital del vino bajo tierra
Con el vino madurando en su vientre, en esas 'covas' o cuevas construidas bajo tierra o de origen natural que son típicas en la Comarca de Valdeorras, Vilamartín puede llamarse la capital del vino porque en este municipio se encuentra la sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen. Esta protección de los caldos blanco y tinto, de uva godello y mencía respectivamente, data del año 1945 y tiene sus fiestas grandes en los días en que se celebran las rutas de las 'covas', visitas y degustaciones en las cuevas de los diferentes pueblos. La de Correxais es en Semana Santa; la de Arcos, a mediados de julio y, en Vilamartín, a principios de agosto. Es el momento en el que los que no son 'coveiros', propietarios de una de estas 400 galerías subterráneas, pueden descubrir el secreto que se oculta bajo el suelo y ver algo más que las chimeneas de ventilación que sobresalen enigmáticas de la tierra.
En pleno valle del río Sil, con el Embalse de Santiago de Valencia latiendo en su interior y con un relieve nada monótono que se debate entre los 300 y los más de 1.500 metros de altitud, Vilamartín de Valdeorras disfruta de microclimas húmedos con un cariz mediterráneo que permiten la convivencia de los castaños con los pinos, los alcornoques y las encinas. Como otros ayuntamientos de esta comarca, los restos que han ido apareciendo han revelado la huella de los pobladores prerromanos (petroglifos y enterramientos megalíticos en Vilamartín, Valencia, A Madalena y Arnado) y de la romanización (con miliarios y explotaciones auríferas en Valdegodos y Córgomo).
En la Edad Media se encuentra el origen de las iglesias de San Xián de Portela y San Pedro de Correxais, con una torre diferente a todos los ejemplos próximos y un retablo mayor rico en pinturas. También en Correxais, pero en 1727, se asentó un Monasterio de Trinitarios Descalzos que es otra de las joyas de Vilamartín.
Además, porque se conserva un buen número de ellos, en este municipio son seña los pazos y edificaciones blasonadas. En mejor o peor estado de conservación perduran los pazos de San Miguel de Outeiro; el de San Xián de Portela; la Casa Camba; la Casa de Jaime Prada; la de la Señorita; la Casa Grande de Portela; la de Gurriarán de Córgomo; el Pazo de los Caballeros o la Casa de don Demetrio. Y por encima de todos llama la atención el eternamente inacabado Palacio de Arnado o Castillo de Torre Penela, una construcción almenada, fascinante y casi irreal que podría asemejarse al castillo encantado en el que duerme una bella princesa hechizada. Es la mansión señorial más moderna de Vilamartín: el hombre que la soñó y la construyó, Pedro Sanjurjo, falleció sin verla acabada y así, llena de misterio e incertidumbre, continúa hoy en día.