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Cueva de Chufín

Rionansa, Cantabria

Dicen que hace 18.000 años desde su boca se debieron de tener las mejores vistas sobre el valle del río Nansa, un detalle fundamental cuando hablamos de una sociedad de cazadores en los tiempos prehistóricos. Y esa es seguramente la razón de que tantos grupos de humanos ocuparan a lo largo del tiempo esta cueva del Moro Chufín.

La construcción del embalse de La Palomera modificó en parte ese paisaje, pero sigue siendo un entorno impresionante, entre acantilados y espesa vegetación de montaña. Y, lo mejor de todo, en medio de ese ambiente sobreviven varias cuevas rupestres, entre las que Chufín destaca por la colección de arte primitivo que decora sus paredes. Es valiosa por su técnica, un grabado mediante abrasión que deja un surco profundo inconfundible, pero también por la variedad de sus representaciones, con un bestiario que abarca desde ciervas y bisontes a lo que parecen ser peces y otras figuras esquemáticas plasmadas en el vestíbulo de la caverna. Pero según nos adentramos en Chufín, dejando atrás un lago provocado por la construcción del embalse, el trazo de los grabados se vuelve más fino, creando composiciones rojizas, a base de puntos, en series de significado misterioso. Es un conjunto tan singular que le ha valido a la cueva su inclusión en la lista de Patrimonio de la Humanidad, como parte del sitio Cueva de Altamira y Arte rupestre Paleolítico del Norte de España.

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