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En esta ocasión viajamos hasta la parroquia de San Esteban. Esta fortaleza del siglo IX, declarada bien de interés cultural, se encuentra en la aldea de A Mota, al final de un caminito de tierra rodeado de vegetación verde manzana. Actualmente está habitado y buena parte de sus tierras se utilizan para la agricultura. Sin embargo, aún conserva un fuerte aroma medieval en sus fachadas de piedra vista así como en el gran segmento de murallas que aún aguanta. Formando ángulo con ellas y con los salones interiores se ve claramente un espacio abierto que antaño se utilizaba como foso. Ahora es un prado que huele a clorofila y en el que se nota el paso de las cosechadoras en los trazos paralelos que se dibujan en el suelo así como en los montoncitos de tierra marrón que hay al final de cada uno. Sin embargo, la parte más visible es la torre del homenaje, por ser la más alta y porque en vez de almenas tiene un techado de pizarra con forma de pirámide. En su interior hay varios tragaluces que destacan como el fulgor de una linterna al entrar en un sótano a oscuras. Allí es donde se colocaban los antiguos cañones de defensa.