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El Toboso, Toledo
La estatua de Dulcinea no le quita ojo, mientras la de Don Quijote, celosa, le da permanentemente la espalda. La providencia ha querido que compartan plaza con la iglesia parroquial de San Antonio Abad y, a su vera, encontraremos uno de los mejores ángulos para contemplar este templo, al que cariñosamente llaman “la catedral de La Mancha", y que se alza sobre los cimientos de la primitiva iglesia que la orden de Santiago construyó en el s. XIII. La que se alza imponente ante nosotros se empezó a construir en 1525 y, como buena hija de su tiempo, reúne tantos estilos como modas vio pasar. Desde nuestra posición, podremos contemplar en su totalidad la fachada principal y la torre de tres cuerpos que se eleva hacia el cielo manchego.
Con un guiño a Don Quijote y susurrando a su oído “con la iglesia hemos dado”, es el momento de acercarnos hasta ella y descubrir sus secretos interiores. El primero, sorprendente y grandioso, se traduce en una bóveda de crucería sostenida por gruesas columnas y decorada con unos nervios que trepan desde ellas y se cruzan formando una flor en lo alto. El altar mayor y las capillas laterales bien merecen recorrer toda la extensión de sus tres naves. Más aún si descubrimos que en la Capilla de los Hierros podemos ver una talla de San Agustín, del s. XVII, realizada por la escuela castellana.
