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Muchos nombres propios del arte pusieron su grano de arena para embellecer esta iglesia de San Juan Bautista. Por ejemplo, esa esbelta torre que roba nuestras miradas en el este, con su cubierta de tejas y su veleta en la cumbre, salió de la mano de Hernando de Güemes, allá por 1535. Ese siglo engalanó también el interior el templo con un bello retablo. El tiempo, por desgracia, se lo llevó por delante, pero los años le supieron compensar con una talla de San Sebastián y un crucifijo, igualmente valiosos. Ambos adornan un retablo barroco levantado probablemente por Manuel de Larra Churriguera, miembro de una familia con ilustre pedigrí artístico.
Si salimos de nuevo al exterior de la iglesia hay más arte esperándonos, para empezar, en el gastado pero imponente campanario del lado oeste, y también, girando al sur, en el pórtico neoclásico, obra de Simón de Castro en el último tercio del siglo XVIII. Años después, otro artista, Manuel Martín, se encargaría de añadir los lienzos y capillas laterales, para que la iglesia pueda lucir como hoy la vemos, engalanada por los cuatro costados.
40.725068, -6.704241
923488081