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Monasterio de Suso

San Millán de la Cogolla, Rioja, La

Como un reducto de civilización ganado a la montaña, la silueta del Monasterio de Suso se recorta en medio de la verde foresta de una ladera. Hace mil quinientos años, aquí vivió un eremita. Uno célebre: San Millán. Él fundó este convento y en memoria suya se levantaron estas rudas paredes de piedra a las que nos acercamos. En el inicio, no fue más que un cenobio visigodo envolviendo el sepulcro del santo, allá por el siglo VI. Luego, el claustro fue creciendo en importancia cultural y, ampliación tras ampliación, se llenó de mozárabe y románico. Visto con los ojos del siglo XXI, el monasterio rezuma encanto primitivo en cada una de sus piedras. Por eso, cuando atravesamos el arco de herradura de su entrada, ya estamos preparados para el reducto misterioso que nos espera. Recorremos las dos cuevas del monasterio original y la tenue iluminación ayuda a hacer viajar nuestra imaginación. En la segunda gruta, la del Oratorio, descubrimos a la derecha el altar más antiguo de España; a la izquierda, entre claroscuros, nos impresiona en un rincón el sepulcro de San Millán, con su solemne escultura durmiendo en un lecho de piedra. Llegados a este punto, sumergidos en la brumas de la historia, no nos sorprende saber que aquí, de manos de sus copistas, se recogieron los primeros textos en lengua romance, las Glosas Emilianenses. Tampoco que en Suso vivió y escribió Gonzalo de Berceo, el primer poeta en español. Ni, finalmente, que el conjunto esté declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Eso es algo que ya pregona cada una de sus piedras.

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