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Puente de Zestoa

Zestoa, Gipuzkoa/Guipúzcoa

Fuerte, robusto e inexorable al paso del tiempo, se mantiene el puente de Zestoa. De origen romano, permite, generoso, el paso bajo sus pies del río Urola. Su caudal nace en las entrañas del monte Aitzgorri y recorre más de 50 kilómetros hasta que, exhausto, desemboca rendido en el mar Cantábrico. Desde lo alto de este precioso puente, nos detenemos para observar este espectáculo natural. Mirando fijamente a las aguas, conseguimos abstraernos del mundo hasta estar en confluencia con las mismas. Es una conexión especial. La seguridad que nos otorga la empedrada pasarela es parte fundamental en un proceso que roza lo paranormal. La tranquilidad es absoluta. Sin darnos cuenta, sentimos el roce de las plantas, la erosión del agua contra las rocas, los peces nadando... Ni siquiera el sonido de algún pájaro es capaz de sacarnos del letargo. Es algo maravilloso. Volvemos a abrir los ojos. Hemos avanzado unos cuantos pasos por inercia, como si nuestro cuerpo quisiera recorrer de forma voluntaria cada centímetro del puente. Unos metros más allá, vemos su otra entrada; felices, seguros de que al cruzarlo nuevamente volveremos a vivir una experiencia extraordinaria.

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