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Tomelloso, Ciudad Real
El primer vistazo al museo ya nos habla de La Mancha. Es un edificio encalado con su fuente a la entrada rodeada de flores para neutralizar la fuerza del sol que ya calienta desde temprano. Entramos en un museo que lleva 30 años mostrando Tomelloso al visitante a través de los ojos y el pincel de un pintor, Antonio López Torres. La planta baja nos introduce en la obra del maestro tomellosero gracias a sus dibujos. El trazo es el de un dibujante extraordinario que controla la técnica a la perfección. Esculturas clásicas, desnudos, campos manchegos y retratos en los que los ojos lo dicen todo. En el centro, una escalera que asciende por un hueco circular capta nuestra atención y nos dice que arriba espera una sorpresa aún mayor. Subimos y, de repente, nos hallamos en una sala inundada de luz natural que entra a través de una curiosa bóveda piramidal. Los colores de los 65 óleos allí expuestos nos reclaman desde todas las paredes pidiendo vez para ser admirados. El retrato de la abuela Juana se lleva la palma. Está a punto de hablar y contarnos la historia de las gentes de La Mancha. Así es de real su mirada. Como también lo son las escenas de los niños en la era, de los labriegos en plena faena, de las viñas manchegas en pleno esplendor, de los pimientos y las cebollas en la mesa.
