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Museo Reina Sofía

Madrid, Madrid

Pasear por las salas del Reina Sofía es como un electroshock para el cerebro. Las vanguardias de finales del siglo XIX, la creatividad pura y la experimentación, el cambalache del siglo XX, los horrores de la guerra una vez más, la cultura pop, la abstracción, además de interesantes exposiciones temporales que invitan a la reflexión, asaltan nuestros sentidos de una forma que no siempre comprendemos del todo, pero esto no es necesario para que igualmente nos impresionen.

Los museos madrileños tenían una deuda pendiente con el siglo XX hasta que en 1992 se fundó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Allí se comenzaron a exponer obras cronológicamente posteriores a las que se encuentran en el Museo del Prado, como una continuación de aquél, siguiendo un criterio que se ha ido diluyendo poco a poco: la frontera entre uno y otro la marcaba el año 1881, fecha del nacimiento de Pablo Picasso. Tras la ampliación de 2009 con su nuevo edificio, el museo reordenó sus obras de forma que estuvieran agrupadas temáticamente y no sólo en función de su fecha y autor, por lo que resulta ahora mucho más estimulante y didáctico para los visitantes; así, por ejemplo, pudieron incluirse en la exposición obras de Goya o Sorolla que con el criterio anterior no tenían cabida y, sin embargo, de esta manera queda más que demostrada su coherencia y su importancia para los artistas posteriores.

Aquí nos encontramos con Salvador Dalí, con Joan Miró, con Juan Gris; ahora parece impensable que no hayan estado siempre viviendo en este antiguo hospital, convertido ahora en uno de los museos más importantes del mundo. Entramos en una sala gigante con varios recovecos repletos de bocetos de figuras que nos resultan familiares: el toro, la paloma, la madre con el hijo muerto... Entonces lo vemos, gigante, sobrecogedor: es el Guernica, de Pablo Picasso.

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