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En ocasiones nos olvidamos de que Barcelona es una ciudad pegada al mar y que, en la misma ciudad y a su alrededor, hay largos arenales en los que se puede disfrutar de las vibraciones más urbanas del Mediterráneo. Los cuatro chiringuitos de esta lista son algunos de los Soletes que demuestran que la playa urbana no es menos playa.
El ‘Escribà’ es uno de esos chiringuitos que se hicieron posibles gracias a las Olimpiadas de del año 1992 y la apertura al mar de una ciudad que, hasta entonces, no era tan playera como ahora. Treinta años más tarde el lugar sigue lleno de vida. El servicio es eficiente y muy profesional, el espacio abierto tiene unas vistas sobre el mar y la playa del Bogatell interminables. Los arroces -hay nueve distintos en carta-, son la especialidad de la casa. Mientras esperas el tuyo puedes entretenerte con una propuesta de tapas contemporáneas, desde air baguettes de jamón a mejillones, pasando por ensaladilla rusa y croquetas. No falla.
Aunque la playa de es eminentemente urbana, la sensación que uno tiene al llegar a ‘L’eEstupendu’ es la de haber viajado a un pueblo de pescadores. El motivo es que este chiringuito está en unos antiguos baños de la playa y la solera se conserva. Son imprescindibles las bravas, el suquet -un guiso de pescadores-, los mejillones a la brasa y los arroces, de entre los cuales es muy destacable el del fadrí, una suerte de arroz del señorito en el que la chicha va sin cáscara. La carta de vinos tiene alguna referencia a considerar, pero las tres sangrías son muy adecuadas en este contexto.
Es un beach club diverso que tanto sirve como zona de baño, restaurante, bar para contemplar la puesta de sol con un mojito en la mano o sala de conciertos. Las familias con peques son bienvenidos -hay monitores que proponen actividades de entretenimiento- y de la brasa de Josper salen deliciosas gambas y mejillones. El steak tartar tiene mucho nivel y el arroz de está para no dejar grano. Además, es una gozada contemplar el mar y la pequeña bahía de desde la mesa disfrutando de la sombra de las velas.
El polifacético Óscar Manresa, que tanto maneja un bar de tapas como un púlpito de alta cocina, ejecuta uno de los chiringuitos más gozosos de Barcelona. Los intrincados troncos de los pinos a pie de playa, además de proporcionar sombras, son el pasatiempo de niñas y niños que disfrutan tanto como los padres bajo el chambao. El servicio, informal, próximo y amable, es tan imprescindible como las tapitas -ojo a la bomba de la Barceloneta y a las gambitas cristal fritas– y los arroces, pero que no se te escape el costillar bbq ni las sardinas a la brasa. La playa de , ahí mismo, invita al chapuzón y la siesta.