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"Me encanta el verano en Euskadi… ¡es mi día favorito del año!" La chanza despierta carcajadas entre adolescentes, adultos y ancianos del País Vasco, acostumbrados a sacar a pasear el paraguas en más de una ocasión mientras la televisión muestra imágenes remotas de playas abarrotadas y termómetros disparatados. Es lo que tiene vivir en un territorio fértil y eminentemente verde, que no falta lluvi. Pero también es cierto que el cambio climático y otras circunstancias están elevando la temperatura y acabando con el sirimiri, y que aquí también es posible tomarse esa cañita y más que un tentempié a un paso de la playa, o asomado al mar en la bocana de una bahía.
Así, en la flamante relación de Soletes vascos no hay solo bares de pintxos urbanos y menús para montañeros, también hay txiringuitos, aunque en ocasiones haya que ponerse a cubierto, ante el azote de una feroz galerna, y casi nunca esté de más tener a mano una rebequita. Vaya, vaya…, aquí sí hay playa.
Peinando la costa vasca de oeste a este, de izquierda a derecha, quien atraviese la frontera de Cantabria con Bizkaia encontrará pronto -apenas a 25 kilómetros- la playa de Ereaga, gran zona de esparcimiento del municipio de Getxo. A poca distancia del Puente Colgante o Puente Bizkaia -Patrimonio de la Humanidad avalado por la UNESCO- y de las blancas casas de marineros del entrañable Puerto Viejo, en austero contraste con el cercano paseo de las grandes villas residenciales, se alinean junto al arenal bares, restaurantes y terrazas como ‘Igeretxe’, ‘Tamarises Izarra’, ‘Txiringuito Ereaga’, ‘La Ola’ y ‘La Terraza de Ereaga’.
Plantado en el mismo paseo de la playa, ‘La Terraza’ siempre ha destacado por la elegancia de sus camareros y la versatilidad que procuran tanto sus cuatro espacios (barra, comedor, terraza cubierta y terraza descubierta) como una oferta gastronómica para todos los gustos y bolsillos. Mirando a la Bahía de El Abra puedes comer desde pintxos, raciones y hamburguesas, a marisco y clásicos de la cocina vasca como bacalao al pilpil, anchoas fritas y txangurro a la donostiarra.
Abandonado el Gran Bilbao, la ruta costera continúa de manera natural por la comarca de Uribe, que cuenta entre sus atractivos turísticos con castillos medievales, viñedos, naturaleza y cuatro playas (Barinatxe, Arriatera, Atxabiribil y Meñakoz) que figuran tradicionalmente entre las más frecuentadas por jóvenes y surfistas vizcaínos. No falta oferta hostelera alrededor de las mismas (‘Golfo Norte’, ‘Sunset’…), pero su envidiable ubicación, colgado literalmente sobre la playa de Atxabiribil de Sopela, hace refulgir con especial intensidad la joya de ‘El Peñón’.
Su terraza y su grada son lugares idóneos para contemplar atardeceres y anocheceres de aupa mientras charlas animadamente, tomas un trago o matas el gusanillo con pintxos y propuestas de su carta. Las populares hamburguesas conviven en ella con ensaladas y preparaciones marinas tan apetitosas como el arroz y el carpaccio de gambón, el tartar de atún, la ijada de bonito y el ceviche de lubina. Como motivación extra, la web de ‘El Peñón de Sopelana’ anuncia que, “con el fin de colaborar con el comercio local, toda su cocina está elaborada con productos adquiridos en establecimientos de la zona”.
Los responsables de ‘Dando La Brasa’, magnífico ejemplo de cocina mestiza e internacional con despachos en Getxo y Bilbao la Vieja, están detrás de ‘Walitxo’, un “bar playero” que también funde su gusto por la música y la gastronomía al grito de “¡arriba las panzas!”. La filosofía, el ritmo y el carrusel de aromas y sabores a cargo de Nacho Apeceche y César Escudero han encontrado acomodo junto a la playa de Gorliz en un desenfadado contenedor y una caravana.
El nombre deriva del gualicho argentino, una especie de encantamiento, para bien o para mal. “Nuestra idea es que te sientas encantado con ese atardecer que tiene Gorliz, al parecer la bahía con más sol de toda la costa cantábrica. Nuestro propósito es hacer un restaurante en la playa, un bar de playa pero con calidad media-alta, con ostras, buen género, cocinando con algas… Un rollo ‘Dando la Brasa’; no podemos hacer siempre todos los detalles, pero llevamos los baberos, los manteles, las pipetitas, los aires, las espumas, los chips, los germinaditos y unas salsas divertidas. Con eso ya empezamos a crear magia”, resume Nacho.
El “sonido restaurantero” de ‘Dando la Brasa’ y su gusto por la cocina trasatlántica mandan así en un lugar donde puedes comer al aire libre baos, tacos, espetos, ensaladas, burgers, empanadas, ceviches, tiraditos, quesaditas y sincronizadas. De postre, polos artesanales de frutas y alfajores “brutales”. Una propuesta fresca, veraniega y un poco exótica en una tierra más acostumbrada al salmorejo, el pescadito frito y las rabas de calamar. Y el cocinero argentino advierte: “El horario es siempre según meteo. Si no llueve, abrimos. Éste es un poco nuestro lema”.
La playa de Laida se encuentra en la misma desembocadura del río Oka, columna vertebral de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Se ubica frente a Mundaka, donde la célebre ola izquierda que cabalgan surfistas de toda procedencia y la persistente acción de las mareas hace que su fisonomía cambie año tras año; las más vivas provocan incluso su desaparición temporal, y esa constante transformación es perfectamente visible desde la terraza, la azotea y el fantástico ventanal de ‘Atxarre’, asomado a los últimos meandros del Oka, convertido ya en ría.
Observar el curso de la naturaleza es un estupendo entretenimiento mientras se degusta la variada oferta gastronómica de la taberna. “La cocina está abierta desde las 8:00 hasta las 23:00 horas. Tenemos buenas terrazas, vinos, pintxos, buenas ensaladas, impresionante tortilla de patata y una colección de ron espectacular”, resume el cocinero Kepa Manzano. Efectivamente, el establecimiento -ubicado en el término municipal de Ibarrangelu- exhibe y comercializa un millar de botellas de ron de los cinco continentes y, desde 2006, el primer domingo de noviembre organiza el Perretxiko eguna, una sonada jornada micológica donde comercializa cientos de tapas y pintxos a base de setas y hongos.
Pasaia Donibane (Pasajes de San Juan en esukera) es el pueblo guipuzcoano donde residió una temporada Victor Hugo. El literato francés quedó prendado de esa “calle única que siempre te lleva a donde quieras ir” y, a buen seguro, de vivir hoy no pasaría de largo ‘Alabortza’, la cantina que encuentras en el tramo final del Camino de Puntas, un paseo inevitable por el litoral en la bocana de la bahía de Pasajes, continuación de la referida calle.
Abre desde Semana Santa hasta el 30 de septiembre y no acepta reservas, así que conviene no despistarse para poder comer allí mismo, a los pies del monte Jaizkibel, calamares fritos, tortilla de bacalao o sardinas a la parrilla, verdadera especialidad y gran reclamo del txiringuito. La oferta se completa con bocadillos, ensaladas, gambones a la plancha y más invitaciones a compartir de manera informal (croquetas, hummus, mejillones…). Y el propósito de “reducir el número de desperdicios al mínimo posible” justifica que sirvan sus productos en platos y vasos 100% compostables.
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