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No hay mejor forma de despertar que con una sonrisa, como la que cada mañana dibujan Cati y Diego a decenas de clientes en su cafetería ‘Sonríe’. En el barrio de Lachantría -muy popular porque aquí se instaló el primer Corte Inglés de la ciudad- se forman, desde primera hora del día, largas colas de leoneses y foráneos que quieren arrancar la jornada con un desayuno de lo más completo en un local muy amplio, decorado con detalles campestres, al más puro estilo vintage.
Llevan abiertos 4 años y, como confiesa Cati, la pandemia les pilló casi arrancando. “Al principio, cuando nos encerramos todos, la cosa estuvo muy dura. Pero fue entonces cuando se nos ocurrió empezar a preparar desayunos a domicilio. Tuvimos un éxito arrollador. El Día de Madre, por ejemplo, llegamos a repartir hasta 400 envíos”, comenta Cati Chacón, con una permanente sonrisa. La nueva normalidad animó a la pareja a ampliar el espacio, con capacidad ahora para 50-60 personas. “Tratamos de que ‘Sonríe’ sea como el hogar de nuestros clientes; recibirles, con el olor de bizcocho recién hecho, en el salón de nuestra casa”, afirman.
Los bizcochos son la especialidad de Cati: zanahoria, calabaza, chocolate blanco, aguacate… “Todo lo preparamos aquí: las mermeladas, granolas, zumos, pastelería, gofres, crepes…”, apunta Diego Mateos, que no para de acomodar nuevos clientes en unas mesas que antaño fueron grandes bobinas de cable o las míticas máquinas de coser Singer. Las tostas, dulces o saladas -como la de cecina leonesa con queso de cabra-, también son muy demandadas en desayunos y meriendas. La oferta de cafés ecológicos se completa con más de 50 tipos de infusiones (algunas tan originales como rooibos de yogur, té negro sabor browinie, tiramisú, mojito o cheescake).
Actualmente en ‘Sonríe’ trabajan 5 personas en cocina y 7 en sala, de 8 de la mañana a 11 de la noche. En el horario de almuerzos, las ensaladas, pollo crunchy casero, pokes o las hamburguesas de buey de Valles del Esla, son las protagonistas de la carta.
El Húmedo sigue siendo el barrio por antonomasia del chato y el tapeo en León. En una de sus callejuelas, muy cerca de la Plaza Mayor, llevan casi tres décadas preparando patatas fritas en ‘El Flechazo’. “El bar lo montó mi padre, en lo que antes fue una zapatería. Fuimos de los primeros, junto a ‘El Gaucho’ y ‘La Noria’ en instalarnos por esta zona”, recuerda Inma, una de las tres hijas de Pepe Campelo y la que ha continuado con el negocio familiar.
Muchos años pelando patatas –“aunque ahora nos servimos de una peladora fabulosa”-, pues esa fue la tapa con la que se estrenaron en 1993 y la única que ofrecen a sus clientes. La tradicional es con ajo y cayena (el toque picante), aunque también se pueden servir solas con sal. “Hemos apostado por la variedad agria, y de media gastamos entre 600 y 700 kilogramos a la semana; aunque en verano, que es nuestra época más top por el turismo, llegamos a preparar hasta 1.300 kg”, asegura Inma.
Lo del nombre de ‘Flechazo’ surgió tras analizar una larga lista de propuestas: “Le presentamos a mi padre un folio y medio de posibles nombres sacados del diccionario”. Entre la terna final hubo que elegir entre Meca y Flechazo. “Pero como por aquel entonces, años 90, se escuchaba mucho en León el grupo musical mod Los Flechazos, pues nos quedamos con ese”. Hasta que llegaron los horarios de ocio, el local cerraba casi con el amanecer, y no eran pocos los que a las tantas de la madrugada se comían una buena ración de patatas fritas con un corto de vino o una caña de cerveza, como las que sigue sirviendo tras la barra la otra Inma, la camarera.
'BAR FLECHAZO' – C/ Platerías, 2 Bajo. León.
Del Húmedo, dando un paseo por la Calle Ancha, la catedral y la basílica de San Isidoro –“la Capilla Sixtina del Arte Románico”- nos adentramos en el barrio Romántico, que en los últimos años está acaparando protagonismo a la hora de tapear. En una concurrida plaza, presidida por una escultura amorfa que recuerda al personaje de Cuasimodo, numerosos clientes se protegen del sol bajo las sombrillas del bar ‘León Antiguo’. Aquí lleva Tomás Cañón 35 años preparando sus pinchos de tortilla, con los que acompañar el cafecito del mediodía.
“De media saco unas 30 o 40 tortillas al día”, calcula Tomás, que apostó desde el principio por hacerlas al estilo Betanzos -poco cuajadas- aunque, a diferencia de la tradicional gallega, “yo casi siempre las hago con cebolla triturada”. Es verdad que algunas salen de cocina sin cebolla y siempre hay una al día un poco más hecha, “para contentar a todos los clientes”. Él sigue fiel a sus proveedores desde hace años: patatas Hijolusa (en Ribaseca) y huevos León (de la villa de Ferral del Bernesga).
Fieles también son sus clientes, pues la mayoría son fijos de diario: personal de la Audiencia, la Diputación, bancos, Cruz Roja… que en el descanso del mediodía disfrutan del cafecito con el pincho y unas vistas espectaculares a la fachada trasera de la Casa Botines de Gaudí. ¡Ojo! La tortilla está disponible hasta las 13.30 horas, pues por las tardes el ‘León Antiguo’ se convierte en bar de copas.
'LEÓN ANTIGUO' – C/ Cid, 16. León. Tel. 987 226 695.
Llega la hora del almuerzo -o de la cena, porque los tres Soletes ofrecen ambos servicios-. En la concurrida calle Cervantes encontramos el ‘Cervantes 10’, una vermutería con una selección de más de 100 estilos, incluido uno casero con base de Cinzano. “Nuestra especialidad en la carta son las carnes, como el solomillo a baja temperatura, y además de nuestra carta, cada temporada apostamos por una especialidad para los mediodías, como los arroces en verano o los platos de cuchara con la llegada del frío”, comenta Fernando, su propietario.
'VERMUTERÍA CERVANTES 10' – C/ Cervantes, 10. León. Tel. 987 012 714.
Para probar un tradicional cocido maragato -empezando por las carnes y terminando por la sopa-, una apuesta segura es ‘Castrillo’. Esta casa de comidas casi bicentenaria (abrió sus puertas en 1840) solo ofrece este plato al mediodía. Para las noches cuenta con una carta de productos de la tierruca, como cecina y lengua de vaca ‘Pablo’ de Astorga, ensalada de tomates de Mansilla, pimientos del Bierzo o cazuelas de morcillas de León.
Más ecléctica es la propuesta del joven Nacho Gómez en ‘Brulé’. Empezó en el mundo del sushi, “pero no quería encasillarme así que aposté por otros sabores”, donde predominan los asiáticos y latinoamericanos. Desde su apertura en 2019, hay algunos platos que no ha podido retirar “porque hay clientes que son devotos de ese y no de otro”.
Así que entre los must de este restaurante está la tempura de langostinos sobre una cama de arroz de sushi en salsa acevichada, dulce-picante y teriyaki; el ceviche de corvina, que preparan, en vez de con cítricos, con una elaboración casera de leche de tigre, “que deja el pescado más sashimi”; y la hamburguesa de carne de buey de ‘El Capricho’, con chimichurri, cebolla estofada, cheedar “del bueno”, encurtidos y rúcula.
Como a nadie amarga un dulce, pecamos en ‘Holy Cow’. Los amigos venecianos Daniel y Mauricio son los responsables de esta pequeña heladería. Todo se prepara -excepto los gofres- en la cocina del establecimiento: las crepes, quichés, tiramisú, batidos, tartas, bizcocochos y, por supuesto, los helados, disponibles todo el año.
En la fachada de la entrada nos recibe un lema a grabar a fuego. “La vida es como un helado: si la disfrutas se acaba; si no, también”. Por eso quizá aquí no hay complejos para pedirse un batido XL de banana con helado de stracciatella, una tarrina de helado de fresa y paraguayas –“los helados los preparamos siempre con frutas de temporada- o un sándwich de galletas de mantequilla con helado de Holly Cow (nata y Nutella), “una idea que se le ocurrió a mi mujer, de origen irlandés”, asegura Daniel.
La presencia de esta heladería en las populares guías de turismo LeRoutard hace que reciban muchos clientes holandeses, británicos, franceses o coreanos. “Además, podemos sellar la Compostela a los peregrinos que cruzan la ciudad haciendo el Camino de Santiago”, añade el heladero mientras estampa el sello en la cartilla de una californiana que no se va sin probar un cucurucho coronado con una bola del Maradona: plátano muy maduro con dulce de leche argentino.
Y para rematar la jornada, en tierra de vinos, nos acercamos a la vinatería ‘La Cava de Santa Clara’. Detrás de la barra nos encontramos con Toño Matilla, que presume de las 70 referencias, aproximadas, con las que cuenta en carta y de la máquina de nitrógeno “que me permite conservar durante 21 días, como recién abiertas, las botellas que ofrecemos por copas”.
Para acompañar los mencías, malvasías, verdejos, albarines, godellos o garnachas, unas tapas de huevos con anchoas, tortilla, morcilla a la parrilla o ensalada de pasta. Para picar algo más, las sugerencias de Toño discurren por un pulpo tostado con puré de patata, lomo alto de buey, unas gambas a la gabardina –“con el rebozado hecho al sifón”- o una tortilla de jalapeños.
Cuando abrieron, en diciembre de 2004, eran una tienda de vinos donde se podía probar alguno. Ahora ya son un local donde se viene a disfrutarlos aquí, con amigos, familiares o compañeros de cartas, pues son míticas sus partidas y campeonatos de mus. ¡Órdago a la grande!
'LA CAVA DE SANTA CLARA' – C/ Santa Clara, 6. León.
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