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“Largos no son los días de vino y rosas / de un nebuloso sueño surge nuestro sendero / y se pierde en otro sueño”. El poema de Ernest Dowson da título a la clásica Días de vino y rosas donde Lee Remick -que hace pareja con Jack Lemmon- recita los versos. Son tan evocadores que han trascendido a la película de Edward Blake. En abril comienzan esos días que no son largos. Para no gastarlos solo en bodas, comuniones y bautizos, también hay que vivirlos.
Podemos empezar por descubrir “todo lo que querías saber sobre las rosas y no te atrevías a preguntar” de la mano de Sara Sáez y las fotos de Sofía Moro. Perderse por tres sitios con belleza asegurada en la capital: la Rosaleda del Retiro y los invernaderos; la del Parque del Oeste y la del parque de la Condesa de Osuna. Tres lugares que son mucho más en plena primavera. Puedes dedicar un día entero a cada uno de ellos y todo el año se lo merecen, pero en primavera quizá más. También en el área metropolitana de la capital podemos encontrar bellos ejemplares, como en la Rosaleda Ángel Esteban, en el Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá de Henares.
Es fácil encontrar el lugar donde sentarse tras el paseo entre los tres parques madrileños despejar las fragancias florales con unos tragos: de agua, de vino, de tequila o de lo que desees… Aquí van un par de pistas. ‘Los Kioskos del Florida Park’, dentro del mismo Parque del Retiro sigue siendo un punto de encuentro para los madrileños. Ambiente animado y carta informal para brindar después de un paseo entre rosas. Para un plan más contundente y de interior: ‘Manolo 1934’, a escasos 10 minutos del Parque del Oeste. Se puede picar algo en la barra o entrar al salón a comer con calma, el tiempo parece haberse detenido en cualquiera de los dos ambientes.
Si el plan ha sido, sin embargo, ver caer el sol desde el Parque del Capricho, una muy buena opción es rematar la tarde en aún no muy transitado el barrio de Barajas. Las bravas con siracha de ‘Derzu Bar’, la oreja con con cebolleta china de ‘Bahía Taberna’ y la sardina ahumada con queso tetilla de ‘Barracruda’ dan forma a un un tapeo original. Además, están los tres en la misma calle.
Vicente García, arquitecto urbanista y diseñador de jardines, aconseja a Sara otros lugares, como por ejemplo: “En Barcelona están la Rosaleda del Parque Cervantes, donde se celebra el famoso Concurs Internacional de Roses Noves, el Roserar Amargós o el Jardí Botànic”. La ciudad, ya invadida por las rosas del 23 de abril, el día de Sant Jordi, tiene en el parque Cervantes -en Pedralbes- entre la Diagonal y Esplugues, este parque que además destaca por su maravilloso arbolado. El Amargós y el Botánic también son una alternativa estupenda para oler a las rosas.
Elijas la rosaleda que elijas, hay una barra o una cocina no muy lejos donde darse a otros placeres. Si el paseo ha sido por el Parque de Cervantes durante la mañana, comer en ‘Les Corts’ o en ‘Má de Morter’, a escasos 20 minutos, puede ser lo que te pida el cuerpo. En ambos encontrarás cocina casera y tradicional, y pocos turistas. ‘V de Vermut’ está cerca de los Amargòs y es un arranque perfecto para continuar el día libre por el barrio de Sant Antoni. En cuanto al colofón del Botànic, toma nota: una caña bien tirada y el pollo Franky de ‘Terraza Miró’.
Cuenta Matilde Ferrer, Matilde Ferrer, Presidenta de la Asociación Española de la Rosa (AER) una maestra en la hibridación de la reina de las flores, que cuando uno llega a una rosaleda, lo primero es dirigir la vista hacia el parterre más colorido. La siguiente reacción humana es oler la flor. En Valencia, la Rosaleda de los Jardines del Real, la de los Jardines del Turia, el Roserar del Parc Central o la Rosaleda del Jardí Botànic de la Universitat, son lugares increíbles para ejercitar tu nariz y luego tu paladar.
Una vez solucionado el tema olfativo, vamos con el del gusto. Después de visitar la rosaleda de los Jardines del Real (o de Viveros) hay, al menos dos opciones: caminar hacia Benimaclet y parar en los sabores viajeros de ‘La Negri’, o ir en sentido contrario, hacia Mestalla y pasar un buen rato en el ‘Bar Tonyna’ de Román Navarro. La propuesta del ‘Bar Trinchera’, en Ruzafa, por ejemplo, combina muy bien con el Roserar del Parc Central y para culminar la visita al Botánico de la Universidad, la honestidad de ‘Pura Tapa VLC’.
Hay otras ciudades que conocemos bien, como Valladolid y Granada con su Alhambra, que son un lujo para disfrutar de las rosas, como subraya el paisajista Vicente García. En Valladolid la Rosaleda Andrés Sabadell y Rosaleda de Campo Grande son algunos ejemplos. En Granada, la Rosaleda del Parque Federico García Lorca.
En ambos lugares, por soletes no será: las infusiones y las tortillas (de carbonara o de cangrejo) de ‘Piraña’ en La Rondilla están al lado de Andrés Sabadell, y el emblemático Campo Grande cuenta con una oferta muy numerosa alrededor: ‘Los Zagales' y ‘Jero’ son dos buenas opciones. En cuanto a la parte granadina, a 20 minutos de uno de los parques más agradables de está la agradable el 'Potemkin', unos de esos bares a los que ir a tomar un vino y acabar echando toda la tarde. Su terraza escondida y sus tapas de sushi preparado allí mismo lo convierten en un lugar especial en la ciudad de Lorca.