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La colorida fachada de ‘Urbano Specialty Coffee’ (Santa Bárbara, 8) es más que un punto de encuentro fotogénico. Ahí empieza uno de esos desayunos que probablemente recordarás todo el verano: cafés de especialidad, infusiones y zumos acompañan a platos salados y elaboraciones dulces de ‘Sucre Pastelería’, obrador con el local justo al lado. Aquí los huevos fritos van con aguacate, sésamo, cherrys, queso y espinacas tiernas, y no faltan los bowls de açaí, preparados con esmero. Además, quien tenga suerte, podrá sentarse en el banquito que tienen junto a la puerta, y mientras da el primer mordisco, contemplar el ritmo del barrio despertándose.
En ese amplio universo que ya son las cafeterías en Malasaña, ‘Toma Café’ y ‘La Bicicleta’ fueron dos de las pioneras, cada una por sus propios motivos. En ‘Toma Café’ (Palma, 49), Patricia Alda y Santiago Rigoni fueron de los primeros en servir café de especialidad en el barrio, en 2011, mucho antes de que los lugares de este tipo profileraran por el centro de la ciudad. En la actualidad, además de en su local primigenio, se pueden encontrar sus cafés en dos establecimientos más en Chamberí. ‘La Bicicleta’ (Plaza de San Ildefonso, 9), por su parte, fue el primer concepto de cafetería con estética ciclista en la que se puede trabajar que tanto arraigó en el barrio en la década de 2010. Más de 15 años después, ha conseguido mantenerse al día y nunca le falta clientela.
Llega el mediodía y con él, la hora del aperitivo. ‘La Ardosa’ (Colón, 13) lleva abierta desde 1892 y ya es todo un símbolo de resistencia entre los locales clásicos del centro de Madrid. Atravesar su fachada roja y de neón, y tomar un vermut con una banderilla entre sus gruesas cortinas es un buen punto de partida para empezar a imaginar cómo era esta zona de la capital hace más de un siglo. En esta bodega también preparan muy bien la tortilla y para los que, ya entrados en materia, quieran seguir haciendo cata, pueden ir a ‘Pez Tortilla’ (Pez, 36), donde sirven las tortillas más famosas del barrio. Melosas y variadas, son especialmente deseadas las que tienen morcilla, o pimiento del piquillo. Los que encuentren demasiada gente esperando a su pincho, su croqueta o su cerveza artesanal, pueden ir al otro local de la marca en la misma calle, concretamente en el número 6.
Quizá sea esa hora justo antes de comer donde el Malasaña auténtico brille más. ‘Casa Macareno’ (Vicente Ferrer, 44) tuvo su momento de gloria cuando hace un par de años lo visitó la cantante Rosalía, pero llevaba tiempo asentado en el barrio y ahora sigue sirviendo un rico tapeo con el tipo de solera que triunfa entre la gente joven. Los yayos de ‘Casa Camacho’ (San Andrés, 4), que combinan ginebra y vermut, son imprescindibles para muchos si estamos hablando de conocer la zona de verdad, y quien termine con una croqueta sumergido el ambiente inconfundible de ‘Casa Julio’ (Madera, 37) podría recibir su medalla de ‘gato’, si en esta ciudad acogedora hiciera falta algo así.
El estómago comienza a rugir con un poco más de fuerza y, aunque la cantidad de opciones donde comer puede llegar a abrumar, aquellos a quienes les apetezca explorar cocinas lejanas y además agradecen que se tengan en cuenta las particularidades de cada comensal, están en el barrio idóneo. ‘Okashi Sanda’ (San Vicente Ferrer, 22) es el restaurante japonés totalmente libre de gluten y lactosa que Marta García y Leo Cabanillas tuvieron el arrojo de impulsar hace 15 años. Todos sus platos tienen una propuesta y una ejecución solventes, pero sus postres y sus competitivos precios lo terminan de convertir en uno de esos lugares valiosos para los que viven y trabajan en la zona durante todo el año. Mientras tanto, a los que les apetezca un menú casero sin proteína animal, la dirección está clara: en ‘Vega’ (Luna, 9) se puede pedir tartar de tomate, crema de coliflor con shiitake o pastela marroquí.
Marta García y Leo Cabanillas, al frende 'Okashi'. Foto: Alfredo Cáliz
Quien quiera dar con la casa de comidas por excelencia con menú del día tradicional y sabroso que -más o menos escondida- hay en cada barrio, Guía Repsol les invita a probar ‘Casa Fidel’ (El Escorial, 6). El suelo de terrazo, la barra de acero inoxidable y el mantel de cuadros llevan en su sala desde antes de que se pusiera de moda remozar los bares para que parezcan castizos y desde ahí saben más ricos los callos a la madrileña, la milanesa de ternera o los 'txipirones' en su tinta con arroz encebollado. El ‘Luna Rossa’ (San Bernardo, 24) es otra muy buena opción cuando apetece cocina italiana: gracias a ese famoso y ya antiguo tuit sabemos que tienen una “pizza cojonuda”, pero también elaboran ravioli relleno de ricota, búfala y albahaca o ensalada de bacalao, y de postre, un tiramisú incomparable, con galletas Savoardi, café Kimbo, crema de mascarpone y huevo.
Otro buen lugar para comer (o cenar) pizza es ‘Pizzie & Dixie’ (San Vicente Ferrer, 16): el chef Ignacio Sánchez es un convencido de la cocina consciente y se nota en sus platos. “Si logramos convencer a unos pocos de que es posible disfrutar de una alimentación sostenible y respetuosa con nuestro planeta, habremos puesto nuestro granito de arena”, sostiene el cocinero, y lo demuestra con sus ñoquis rojos de remolacha sobre crema de alcachofas, o sus ravioli de calabaza con cebolla caramelizada y salsa de salvia. En Malasaña también es fácil que, sin saber muy bien cómo, se te haga tarde para cenar; en ese caso, el sitio es ‘Velarde 13’ (Velarde, 13), con su generoso horario nocturno. “Comida malasañera sin postureo, croquetas con alma, trato con nombre. Más que venir, es volver”, resumen así su propuesta, donde también siguen disfrutando de un lugar privilegiado sus famosas zapatillas.
El paraíso de las pizzas sin gluten. Foto cedida
Sobre todo cuando hace buen tiempo y la ciudad se vacía un poco, puedes costar bastante volver a casa y para eso son perfectas las coctelerías de Madrid. Para alargar la noche tomando una copa de calidad en Malasaña se puede elegir al menos entre dos pistas claras. En ‘1862DryBar' (Pez, 27) se preparan “cócteles como los de antes” -dragon, gimlet, manhattan…- en un local en el que todo es sofisicado, ligero y clásico. Un enfoque algo distinto tienen Laura Vandal y Edgar Kerri en ‘Chinchín’ (Andrés Borrego, 8): “entre Pez y Luna” encontramos estampado kitsch, clientela que constituyen un reclamo en sí misma y combinados que son una fantasía.
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