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Lejos de la turística duna de Maspalomas y de la playa de las Canteras, nos encontramos en la Gran Canaria interior, donde los vestigios del pasado guanche se extienden por su escarpada geografía. La amabilidad de sus gentes, el buen clima y su característica gastronomía nos invitan a iniciar un recorrido por pueblos genuinamente isleños, donde los molinos harineros, gracias a los fuertes vientos, elaboran un producto típicamente local, el Gofio.
Iniciamos por ello la ruta en el barranco de Guayadeque, que evoca la importancia histórica de este alimento. Ya en un edicto fechado el 6 de septiembre de 1657, varios vecinos de Agüimesse la hacían patente: “Es notorio que todos los veranos se padece grandísima necesidad de molienda por no haber más molinos que el de Guayadeque y otro que en día y noche no muele más que cuatro fanegas de trigo”.
En esta misma zona, también podemos disfrutar de un espacio natural donde crecen 80 especies vegetales endémicas y donde se han conservado cuevas funerarias de la época prehispánica. A continuación, nos dirigimos por carretera hacia el centro urbano de Agüimes. Aquí callejeamos despreocupadamente por su bien preservado núcleo urbano. El Centro de Interpretación del Casco Histórico(plaza de San Antón, s/n; 928 124 183) y el Museo de Historia (Juan Alvarado y Saz, 42; 928 785 453) en el palacio Episcopal, nos invitan a ahondar en las raíces de la villa.
Por una carretera sinuosa, llena de colorido en primavera y ocre durante la época estival, encontramos Temisas, donde se produce uno de los mejores aceites de Gran Canaria. Seguimos avanzando hasta alcanzar los 680 metros de altitud. Entonces divisaremos los espectaculares bosques de palmeras que rodean Santa Lucía de Tirajana. Especial interés reviste su Museo-Castillo de la fortaleza de El Hao (Tomás Arroyo Cardoso, s/n; 928 798 310) con importantes piezas arqueológicas y etnográficas.
Tras visitar Artenara, Unamuno exclamó: “¡Qué sueño el de la vida sobre aquel abismo pétreo!”
A un kilómetro aproximadamente veremos ya el mirador de Las Tederas y el Aula de la Naturaleza, donde disfrutaremos de una agradable vista al casco histórico. En la bajada, a unos 200 metros de la carretera, arranca el camino del Valle, una pequeña ruta de molinos entre pequeñas huertas con mazorcas de millo (maíz).
Después, cogemos la carretera que nos lleva a San Bartolomé de Tirajana. Aquí, el principal atractivo es el molino hidráulico del Henchidero (Los Naranjos, 2; 928 127 344), hoy transformado en hotel y restaurante. Al salir de esta villa, la vista queda atrapada por el roque Blanco, una gran pared montañosa que, como su nombre indica, destaca por su color claro. Es el momento de recorrer un abrupto paisaje de montaña coronado por pinos, dejamos atrás Casas de la Plata y el cruce de Ayacata hasta llegar al impresionante roque Nublo (1.813 metros), un lugar de culto para los aborígenes que merece la categoría de Monumento Natural desde 1987.
Sin abandonar la carretera, nuestro próximo objetivo es Tejeda, un lugar con vistas al roque de Bentayga, cuyos pitones basálticos también tenían un significado sobrenatural para los guanches. Hay aquí varios lugares dignos de atención y que merecen una visita, como el Museo de Esculturas Abraham Cárdenes (Leocadio Cabrera, s/n; 928 666 189) o el Museo de Plantas Medicinales (Párroco Rodríguez Vega, 10; 928 666 096). Cerca, en la carretera entre La Cruz de Tejeda y los Llanos de la Pez, abre sus puertas el Centro de Interpretación de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria.
Nos acercamos casi al final de nuestro itinerario, pero primero nos detenemos en Artenara. Tras la visita de Miguel Unamuno a este inconmensurable mirador, el ilustre escritor español exclamó: “¡Qué sueño el de la vida sobre aquel abismo pétreo!”. Desde aquí vale la pena acercarse hasta Juncalillo. Nada más pasar el cementerio, un pequeño camino lleva nuestros pasos hasta el último molino de agua en uso de la isla. De regreso a Tejeda, nos dirigimos hacia el final, ahora sí, de la ruta: Teror. Aquí, la majestuosa basílica de Nuestra Señora del Pino, patrona de Gran Canaria, sobresale entre el caserío de esta importante población.
El Gofio es un alimento milenario de origen prehispánico elaborado con uno o varios cereales. Los ingredientes más utilizados son el trigo, el millo (maíz) y la cebada, aunque también pueden añadirse legumbres, como habas y garbanzos. El más consumido es el de millo. Suele tomarse de aperitivo, acompañando otros platos o de postre. Para su elaboración, el primer paso consiste en tostar el grano. Cuando el proceso es artesanal, se utilizan recipientes de cerámica a los que se le añade arena de playa. Así, evitamos que se queme el cereal y garantizamos un tostado lento y uniforme, que proporciona mayor calidad al Gofio. Después, se separan los granos de la arena y se lleva a la molienda. Tradicionalmente se realizaba a mano en los molinos de viento. Hoy, en cambio, el proceso se ha mecanizado. Finalmente, el grano molido se amasa con agua u otros líquidos, como caldo, miel o aceite.
El Gofio es un alimento con un alto valor nutritivo, muy rico en minerales, sobre todo en hierro, zinc y magnesio. Su bajo contenido graso proviene principalmente de ácidos grasos esenciales (linoleico, linolénico y araquidónico). También destaca por su contenido en vitaminas tiamina y riboflavina.
En las carnicerías de la localidad de Teror, se elabora un chorizo muy característico. Su sabor y textura nos recuerdan a la sobrasada. En esta localidad también se fabrican dulces morcillas con batata, almendra y canela. Tampoco debemos olvidarnos del mazapán, el Bienmesabe y los dulces de almendra de Tejeda.
El último fin de semana de septiembre, Agüimes celebra sus fiestas en honor de Nuestra Señora del Rosario con la Traída del Agua y del Gofio. En esta romería, los romeros se embadurnan entre sí con el cereal molido y al llegar al casco antiguo, los vecinos les arrojan agua desde los balcones.
El Hotel Bohemia Suites & Spa (Avda. Estados Unidos, 28; 928 563 400) es un moderno hotel totalmente renovado en el que destacan sus confortables habitaciones, sus piscinas exteriores con música bajo el agua y la zona de spa y gimnasio. Situado a 200 metros del mar se encuentra el Hotel Cala San Vicente (Maressers, 2; 922 715 353), un refugio ideal para descansar rodeado de bonitos jardines. Dispone de todos los servicios necesarios para disfrutar de una estancia íntima y agradable.