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Este año se celebra el Año Jubilar Lebaniego y se abrirá la Puerta del Perdón, una oportunidad para comprobar dónde empieza la tradición, dónde la realidad y dónde la leyenda. Santo Toribio se celebra el 16 de abril, salvo cuando cae en Domingo Santo, que es trasladado hasta el domingo siguiente, 23 como este año. Se espera que una parte de los 278.000 peregrinos que hicieron el Camino de Santiago en 2016 –españoles, estadounidenses y alemanes a la cabeza- se desvíen por el ramal de San Vicente de la Barquera a Liébana para recorrer 72,5 kilómetros. En la Edad Media era una ruta jacobea de las más pateadas. Lo tiene todo.
"Al principio, allá por el siglo XIV, a Santo Toribio se venía más en peregrinación por el santo obispo y la talla de madera que por el Lignum Crucis. Los monjes ocultaron el cuerpo de Toribio. Aún no lo han encontrado. Pero quedó esta maravillosa talla. Luego trascendió lo del trozo de la cruz. Lo encontró un monje". Manuel Gutiérrez Fernández, el cura de Tama, 80 años y ágil como un corzo, habla con conocimiento y buen humor del monasterio, de su historia, de los secretos que encierran las paredes tantas veces reconstruidas del increíble don Desiderio –don Desi- el cura de la Liébana que tiene calle, Centro de Estudios Lebaniegos y un gran rincón en la memoria de los habitantes del valle.
Don Manuel es un digno discípulo del padre Desiderio, sacerdote que cubrió todas las facetas, desde la de historiador y luchador por la mejora económica de la Liébana hasta la de interceder ante las autoridades por Juanín, el maquis de Potes. Su discípulo Manolo, como le llaman sus amigos, también sigue la historia del valle con pasión, como lo demuestran sus Memorias de un emigrante Lebaniego. Tudes en 1950 y Las ferias anuales de ganado en Cantabria.
"Don Desi me contó -dice don Manuel- que allá por los años 50, cuando vino el Nuncio a Santo Toribio, le preguntó qué opinaban en Roma del trozo de la cruz que tenemos. Monseñor, si no es verdadero, no debemos tenerlo aquí comentó con toda prudencia el buen cura. El Nuncio confirmó que en el Vaticano se pensaba que el brazo izquierdo de la cruz de Jesús era auténtico. Don Desi insistió en que entonces mejor demostrarlo. Nuncio y cura acordaron que se enviara a estudiar un trozo de madera de la cruz. Se certificó que era un olmo de Palestina, de hace unos 2.000 años, de la época en que Cristo murió crucificado".
En el patio de entrada de Santo Toribio, cerca de la Puerta del Perdón, una mañana de marzo en que las máquinas de asfaltar retocan la explanada para recibir de gala y con los Picos de Europa menos nevados de lo habitual, el cura de Tama relata otras leyendas sobre la fundación. En tiempos lejanos, al principio de la Alta Edad Media, "un monje que se hizo ermitaño, y que también se llamaba Toribio, vino a meditar a una cueva –la Cueva Santa- que está ahí arriba. Un día, desde la Cruz de La Viorna (monte cercano) lanzó su cayado hacía abajo. Dijo donde caiga mi cayada construiré mi morada. La primera vez falló, la segunda aterrizó aquí. El lugar se llamó San Martín de Turieno. Ha estado ocupado por los benedictinos, los cistercienses luego, que fueron muy austeros. Los franciscanos llegaron en 1961. Se dice que es el monasterio más antiguo del país, nunca estuvo abandonado, ni siquiera con la desarmotización de Mendizábal, porque funcionó como parroquia".
La Cueva Santa es uno de los lugares mágicos que rodean el monasterio, junto con otras ermitas o capillas –Santuario de Santa Catalina, la ermita de San Miguel, la ermita de San Juan de la Casería- que, según el padre Manuel, servía a los frailes para retirarse a lugares más cálidos a rezar y meditar. "En Santo Toribio, la orientación hace que el sol no abunde, aunque una loma, esa de Santa Catalina, lo protege. Pero es más bien sombrío", explica el párroco ante la ermita de San Miguel, a unos 400 metros, tomada por estudiantes. La primera vez que se cita el Monasterio en un documento es en el año 828, aunque algunos admiten su fundación en los tiempos de Alfonso I de Asturias.
Don Manuel se interrumpe para recibir la que para él debe ser previsible palmada de Juan Manuel Núñez, abad de Santo Toribio. "Siempre digo que yo no soy el abad, sino el guardián de Santo Toribio", bromea el monje, que comparte lugar con otros dos compañeros más, aunque este año serán reforzados. Esta mañana, el prior-guardián tiene más retranca de la habitual, está feliz. Espera en la explanada para recibir a Jean Michel Jarre (1948), el músico –un grande de la música electrónica con su Oxygene- que ofrecerá el concierto el 29 de abril en Santo Toribio. "Ha subido esta mañana para observar, en silencio", comenta el prior, quien ha pedido al francés que componga algo nuevo inspirándose "en el lugar, en lo que ha visto a su alrededor". El éxito ya está asegurado. A los pocos minutos de ponerse a la venta las entradas, no quedaba ni una. Ni siquiera los tres frailes saben aún si tendrán sitio y bromean. Si no se acuerdan de ellos, desde las ventanas de sus habitaciones tienen una vista estupenda.
La relación entre el cura de Tama y el abad brilla por el sentido del humor de ambos, la complicidad que comparten y transmiten es evidente. Combaten juntos los larguísimos inviernos, charlan de cultura, de historias. De pronto, el tropel de señores trajeados anuncia a Jarre, la gran visita del día, del mes, quizá del año. La presencia del músico no detiene las excursiones de visitantes de toda Europa. Eso sí, hay que ver reaccionar a los franceses cuando descubren a Jarre. Un gesto de incredulidad y luego un grito de alegría.
"La leyenda dice que a Toribio un oso le comió un buey, dejando la yunta sin pareja para arar la tierra. Se enfadó y riñó tanto al oso que este terminó por dejarse uncir y araron buey y oso. Un milagro", insiste don Manuel, mientras enseña la cabeza del buey y del oso en el patio. Hoy, los osos –cruzados con los traídos de Rumania– se comen la miel en su pueblo, Tudes, y los lobos –que se han recuperado como especie– se comen los rebaños de ovejas en Potes. "Hace unas semanas, allá enfrente –explica, señalando hacía una ladera de Potes- se comieron unas 70 ovejas de un rebaño de 180. Los pastores y ganaderos están preocupados".
Mientras don Manuel explica las cuitas del Valle de Liébana y luego la fe que hay en la increíble talla del Obispo de Astorga, recuerda que el cuerpo del Santo aún no ha sido encontrado, llega otra visita de un grupo de estudiantes franceses, encantados con la historia y las leyendas del lugar. La magnífica talla fascina al profesor, que engancha a sus alumnos. "Hay que trasladarse a la Edad Media para entender lo que significaban las reliquias, a las que se atribuía un poder increíble", puntualiza el cura.
Tampoco hay que viajar tan lejos para comprender la fascinación por los misterios de la Iglesia. Basta con regresar 23 años atrás, 1994. Por aquellas fechas, un grupo de seis norteamericanos, investigadores según la prensa cántabra, se personaron en el Monasterio para buscar el Arca de la Alianza. Llevaban un "moderno material proporcionado por la Universidad de Berkeley". El Padre Sota, cronista de Carlos II, citaba en sus Crónicas de los príncipes de Asturias y de Cantabria (1681), cómo don Alfonso, Conde de Liébana y sus soldados o criados, se quedaron ciegos al querer abrir la cripta y llevarse las reliquias traídas por Toribio desde Jerusalén. Aunque la pretensión del conde de Liébana era trasladarlas un poco más allá, a Santa María de Lebeña, el castigo fue implacable.
Esa historia bastó a los norteamericanos para sospechar que el Arca de la Alianza, la única reliquia del cristianismo que tiene poder para dejar ciego a quien la mire, está bajo la cripta de Liébana. Tras permanecer varios días en el Monasterio, estudiando el interior, los estadounidenses se fueron por donde habían llegado sin dar explicaciones. Tiempo después dijeron que las investigaciones habían sido positivas. Sin más.
"Es la primera vez que oigo esa historia. De los tres que estamos en esta casa ahora –el Monasterio de Santo Toribio– dudo que alguno sepamos algo", explica el guardián del Monasterio, sorprendido con la historia que contaba la prensa cántabra. Indiana aún triunfaba, tras destapar al gran público En busca del Arca Perdida en 1981. El abad Juan Manuel sabe más sobre el desaparecido cuerpo de Santo Toribio que los monjes escondieron que de Steven Spielberg y Harrison Ford-Indiana. "En 1964 se hicieron excavaciones entre las cuatro primeras columnas, pensando que estaba ahí, pero solo aparecieron restos de dos primeras iglesias; otra leyenda dice que el cuerpo estaba enterrado en la desaparecida torre de la parte trasera; una tercera que los restos están en la cripta, bajo el Lignum Crucis. Y otra, incluso, que estaba en el cementerio, que ya no existe. Para mí que Santo Toribio decidió hundir sus restos y desaparecer, para dejar todo el protagonismo al Lignum Crucis", concluye el prior.
Fe, leyendas, historia, arte y literatura. Todo lo tiene este Santo Lugar. Tan protagonista del sitio como los dos Toribio es Beato de Liébana. Aquí se guardan escritos de San Beato, el monje mozárabe que tiene gran hueco en la historia y en la religión católica, autor del Comentario al Apocalípsis de San Juan. Un luchador contra la invasión árabe y la herejía, muy culto. Para refrescar mejor la memoria están 'Los Beatos', de bellísima factura y colorido, que aún iluminan las páginas de libros de historia y arte del colegio.
Al atardecer, el halo de misterio y la niebla cómplice envuelven el lugar. Con el descenso hacía Potes, capital del Valle de la Liébana, la clara premonición es la de que hay que volver. Santo Toribio de Liébana solo muestra un trozo de lo que esconde.
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