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Empecemos haciendo un poco de historia. Los Jardines de Sabatini, de poco más de dos hectáreas y de estilo clasicista, fueron creados en la década de 1930 en el lugar donde se encontraban las caballerizas construidas por el arquitecto Francesco Sabatini, que participó también en el desarrollo del colindante Palacio Real.
Durante la República, los terrenos donde se ubicaban los establos pasó a ser de titularidad pública, por lo que decidieron derribar las instalaciones y transformar el espacio en unos jardines que recordaran a los que Sabatini diseñó para acompañar al palacio. En 1935 comenzaron las obras de la mano del arquitecto municipal, Fernando García Mercadal, pero, con la llegada de la Guerra Civil, las obras se paralizaron y no fue hasta 1950 cuando se finalizaron.
Desde entonces, el enclave histórico estaba perimetrado por una verja de hierro y ladrillos que poco o nada dejaba ver. El paraje era famoso porque muchos jóvenes del Madrid de los años 80 iban allí a ver si conocían a un posible noviete o novieta y donde las mascotas tenían prohibida su entrada. Las obras de reconfiguración de la Plaza de España, aprobadas por la alcaldesa Manuela Carmena, incluían una mayor visibilización de estos jardines. Tras ocho años de obras, estas concluyeron en 2022 y el espacio ha quedado enfocado al transeúnte y de la intimidante verja que circunvalaba el perímetro de los jardines ya sólo quedan sus imponentes puertas.
Los Jardines de Sabatini, que antes eran un espacio hundido y con barreras, ahora son una zona peatonal y accesible. Cuando se va con perros, lo mejor es acceder desde la Plaza de España, ya que no hay ninguna escalera. A la izquierda de esta zona está la Terraza Superior, un pequeño jardín independiente con parterres, cedros y bancos donde descansar, y un mirador para contemplar lo que nos espera si seguimos cuesta abajo.
A la derecha de este balcón hay un pequeño camino bordeado de pinos jóvenes. Es por aquí por donde bajamos con nuestras mascotas para llegar a lo que se conoce como Terraza Intermedia. “Es un gusto poder estar aquí con nuestros perros. Algo que antes no podías”, comenta Carmen, cuyos tres canes descansan a la sombra. En esta parte es donde se puede soltar a los perros para que jueguen al frisbi o a la pelota.
Hay una especie de piscinas de pequeños trozos de pino en la que los que los perros suelen entrar para olisquear. Alrededor de ellas se disponen muchos bancos para sentarse, papeleras para echar los residuos y fuentes de agua, muy útiles para rellenar la botella de agua o si llevamos un bebedero para perros. En la Terraza Intermedia también se ha instalado un gran balcón sobre la Terraza Inferior, desde donde hay una increíble vista sobre la fachada del Palacio Real.
El horario del parque es de lunes a domingo de 9:00 a 21:00 horas en invierno -desde octubre hasta abril- y de 9:00 a 22:00 horas en verano -desde mayo hasta septiembre-. Pero es muy aconsejable ir a la caída del sol, porque presenta unos atardeceres impresionantes. Cuando el sol va bajando por el horizonte se tienen unas magníficas vistas del disco solar y del cielo tiñéndose de tonos anaranjados y violetas y, hasta la fachada de la mansión real, siempre de color gris, se torna de esos colores gracias a los últimos rayos del sol. Hay que decir que desde donde mejor se aprecia el atardecer es en las partes más altas -por ejemplo, desde la escalera de la calle Bailén- del recinto. Si nos quedamos en la parte del laberinto, perderemos mucho del encanto del momento.
La tercera, la Terraza Inferior, corresponde a los jardines en sí. En esta parte monumental sí está prohibida la entrada con canes -dos letreros en sendos árboles lo indican-, pero, aún así, hay gente que se anima a dar un paseo con sus mascotas atadas. “Yo no he tenido nunca problemas”, cuenta un chico con un husky de hermoso pelaje. “Y si me dicen algo me voy y ya está”.
En su parte central se encuentra una gran lámina de agua, a modo de espejo, con dos surtidores en forma de piña. El agua se ve bastante turbia por las hojas que el aire va llevando y los turistas suelen sentarse o tumbarse en sus orillas a tomar el sol. Alrededor del estanque se pueden admirar algunas estatuas de antiguos reyes españoles, de la misma colección que los que protagonizan la cercana Plaza de Oriente. Bordeando todo el conjunto se distribuyen setos podados, dispuestos en patrones geométricos perfectamente simétricos, formando un pequeño laberinto por el que los niños suelen corretear.
Desde lo alto de la escalera que da a la calle Bailén se puede admirar todo este entramado de Buxus -una especie de arbusto-, que ahora se encuentran en su mayor verdor. Es quizás el mejor sitio desde donde hacernos un selfie con nuestra mascota, porque desde allí se contempla toda la riqueza vegetal que puebla los Jardines de Sabatini: cipreses, cedros, arizónicas, pinos y unos impresionantes magnolios que, cuando sueltan sus frutos -una especie de piñas- en los meses de octubre y noviembre, resultan el juguete perfecto para lanzar a nuestros canes.
En los laterales se disponen varios bancos de madera y de piedra donde descansar. Muchos de estos asientos están bajo los imponentes magnolios, por lo que, a su sombra, resultan el sitio perfecto para sentarse a leer un libro, tomar algún refrigerio -hay gente despistada que sigue dejando las basuras debajo de los asientos, por lo que mucho cuidado si a nuestro can le gusta comer cosas del suelo-, a ver los mensajes del móvil y, por supuesto, a pelar la pava con el ligue de turno, porque las buenas costumbres nunca se pierden.
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