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La Casa de Campo es el espacio verde público más grande de Madrid (tiene 1535.52 hectáreas) y fue declarado Bien de Interés Cultural en 2010. Este enorme parque urbano e histórico cuenta con una importante masa forestal y con un variado ecosistema animal que va desde las aves (herrerillos, mirlos, carpinteros, estorninos, jilgueros, palomas…), hasta los reptiles (lagartijas, culebras, salamanquesas…), pasando por mamíferos (conejos, liebres, topos…).
Sí, la Casa de Campo es un espacio increíble que merece la pena descubrir sobre todo, si somos amantes de dar largos paseos con nuestro perro. El punto de partida es el Lago, como suele ser habitual entre los madrileños a la hora de quedar para visitar la Casa Campo. Como el espacio es tan grande, lo mejor es pararse delante del mapa para ver dónde decidimos dar nuestro paseo. Y la Senda Botánica es la elegida.
Se trata de un camino de unos cuatro kilómetros de longitud que discurre entre las proximidades de El Lago y el puente de la Culebra (obra del arquitecto madrileño Pedro de Ribera construido en 1723) siguiendo el curso del arroyo Meaques. Lo que primero llama la atención es el olor… como un estimulante ‘ambientador’ que ofrecen el romero, la lavanda o el tomillo que hay por el camino.
Emprendemos la marcha hacia el Paseo de los Castaños, un camino que recibe este nombre a partir de 1933, donde plátanos y castaños de indias dan sombra a los visitantes. Cada dos pasos vas encontrando deportistas: desde runners hasta aficionados a la marcha nórdica y, como no, ciclistas entrenándose a fondo.
El itinerario es fácil de seguir ya que el camino está provisto de carteles de dos tipos diferentes: por un lado, fichas ante alguna de las múltiples especies vegetales y otro, carteles temáticos que van indicando los distintos puntos de la ruta. Dentro del Bosque del Ruiseñor, pasamos por su Glorieta, un espacio circular con bancos de piedra donde antiguamente estaba la Fuente del Pequeño Tritón y que ahora luce en el Parque de El Retiro.
Tomamos el Paseo de los Plátanos y llegamos al impresionante Pinar de las Siete Hermanas con unos ejemplares de más de 25 metros de altura. El pino piñonero es un árbol longevo que puede vivir entre cuatro y cinco mil años por lo que las cortezas de estos gigantes podrían contar muchos episodios de la historia de la capital.
En la Casa de Campo existen 18 Árboles Singulares que han sido catalogados como tal en función de su aspecto, altura, diámetro de copa, perímetro de tronco o antigüedad. Algunos de ellos, como el Fresno del Ahorcado (un imponente ejemplar) o la encina del Trillo, se encuentran ubicados en la Senda Botánica y señalados apropiadamente.
Aunque hay otros ejemplares arbóreos interesantes y hermosos como el sauce llorón, el cedro del Himalaya, el roble o la acacia. Los arbustos tampoco se quedan atrás en importancia y belleza, como la zarzamora, el boj, el ciruelo de Pissard (con un llamativo fruto de color rojo), la mejorana, la retama de olor o el junco churrero, apostado en las orillas del arroyo, muy apreciado por los churreros del Madrid de antaño que venían aquí a hacerse con las fibras necesarias para atar sus docenas de churros.
Siguiendo por la senda que discurre paralela al arroyo, a la altura del Parque Zoológico, nos encontramos a Kiwi, un cruce de pastor belga precioso. Su dueño nos cuenta que le trae a la Casa de Campo todos los días y nos aconseja que sigamos la Senda porque es una maravilla. Y así hacemos. hay que señalar que, a lo largo de todo trayecto, hay fuentes -algunas funcionan, otras no- para beber.
Algunas de ellas destacan por su importancia histórica, como la Fuente de la Plaza de las Siete Hermanas, que data de 1936; la Fuente de los Neveros, construida en 1933 durante la II República; la Fuente del Batán, levantada en la década de los 80 del pasado siglo; o la del Zarzón, de 1898, que aún conserva parte de la obra del arquitecto José Pérez Sanjuán.
Caminamos por la zona conocida como El Zarzón. Aquí, una pequeña presa remansa las aguas del arroyo Mearques creando el llamado ‘Estanque chico’, rodeado de zarzas y espesa vegetación. Como empieza a anochecer decidimos darnos media vuelta. Para los perros que van sueltos es mejor llevar en el collar una luz intermitente o algo reflectante porque en la oscuridad del parque es complicado verlos.
Según van cayendo los rayos de sol desandamos lo andado hasta llegar al Lago de la Casa de Campo donde las bulliciosas terrazas han encendido las luces de sus terrazas. Volvemos a casa cansados pero satisfechos y con la idea de volver a repetir esta interesante excursión entrada otra estación, en pleno invierno quizás, porque cada una de ellas, tiene su encanto.
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