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Antes de comenzar a caminar, una recomendación muy importante. Así como nosotros nos preparamos cuando vamos a la nieve, con nuestra mascota hay que hacer lo mismo. Si son perros de poco peso, no estará de más llevarlos con un abrigo. Sobre todo, hay que cuidarles las esponjas de las patas. Existen ceras y cremas que les protegen de la nieve y el hielo. Yo suelo aplicarlas antes de andar y al acabar el recorrido.
Como salimos desde Bilbao, nuestra primera meta será el Bisaurín, una montaña de 2.670 metros que es visible desde muchos lugares del Pirineo y del Prepirineo. Para mí es, junto al Aspe, la montaña más llamativa de este parque, que con casi 30.000 hectáreas nos abre un mundo de posibilidades para realizar rutas con nuestras mascotas. Si no nos apetece realizar una ascensión dura, podemos recorrer los valles de Hecho o Zuriza, perdernos en la Selva de Oza o el hayedo de Gamueta.
El recorrido es de unos diez kilómetros y 1.200 metros de desnivel positivo. La ascensión arranca desde el refugio de Lizara, donde nos cruzaremos con el ya viejito Haitz, el perro que se encarga de cuidar a toda la gente que por allí pasa. Seguramente habrá subido hasta la cima más veces que la mayoría de los montañeros. Hasta el refugio se llega en coche por una carretera que, a pesar de que las nevadas sean fuertes, se suele limpiar bastante rápido. El recorrido no tiene pérdida, el camino sale por una senda que nace a la izquierda del refugio. Tenemos que seguir las marcas rojas y blancas del GR 11.
Iremos ganando altura poco a poco, hasta llegar a la base del collado Foratón. Es allí donde normalmente tendremos que ponernos los crampones para acometer el ascenso al Bisaurín. Ojo, dependiendo de la nieve, hay ocasiones en las que es mejor salir ya con ellos desde el refugio. Aunque la cima parece cercana, la subida desde el collado se hace larga y dura. Si la nieve está en buen estado, nuestras mascotas subirán como cohetes y tendrán que esperarnos. Mari, por ejemplo, lo hace echada al sol.
La nieve está en tan buenas condiciones y la temperatura es tan agradable que Mari se pasea camino arriba y camino abajo. La subida no tiene dificultad, salvo el esfuerzo de ganar desnivel en poco rato. Cuando acabamos toda la cuesta que ha arrancado en el Collado Foratón, solo nos queda girar a la derecha y llegar hasta la cima. Nosotros lo hacemos con el sol comenzando a desperezarse.
Bajaremos con cuidado para no resbalar. De nuevo Mari, con su tracción total, bajará como un rayo casi hasta abajo. Como vamos bien de tiempo y hace tan buen tiempo, decidimos alargar un par de kilómetros la ruta para subir al Puntal Alto del Foratón. Es la cima redonda que nos queda a mano izquierda del collado. De ahí hasta el refugio tardaremos una hora.
De Lizara nos vamos hasta Baños de Panticosa. Subiremos hasta el Garmo Negro, un 3.000 invernal, una montaña que no tiene dificultades técnicas, pero que sí va a requerir que dominemos el uso de crampones y piolet. Para las mascotas y con la nieve en buenas condiciones, es un paseo. La distancia es similar a la del Bisaurín, pero le sumamos desnivel, ya que entre Baños y la cima acometeremos un desnivel de más de 1.500 metros. No hay pérdida. Si hay nieve desde la zona del balneario, tenemos que llevar atados a nuestros perros, ya que pueden molestar a los esquiadores que están usando las pistas de fondo que hay al inicio del camino.
Mari empieza fuerte. Es la tercera vez que va al Garmo y la segunda que lo hace con nieve. El camino en invierno es muchísimo más agradable para sus patitas, ya que la nieve cubre por completo la gran cantidad de rocas que tenemos que sortear durante la época veraniega. Ya sin la correa, superamos la primera parte del camino en zigzag por un sendero que suele estar muy marcado. De ahí saldremos a la Mallata Baja. En ese punto nos paramos a descansar y a echar un trago de agua.
Si miramos abajo, veremos que los coches del parking desde el que hemos salido son como unos pequeños granos de arroz. Si miramos arriba, ya veremos nuestro destino. Nos queda lo más duro, pero el estado de la nieve es bueno y vamos avanzando rápido. Es una zona muy frecuentada por los esquiadores de montaña, así que iremos con cuidado.
Mari da diez pasos para adelante y otros veinte para atrás. Está contenta con tanta nieve y, encima, el día es espectacular. Nos plantamos en el cuello del Argualas. De ahí, ya solo queda un último esfuerzo. Mientras afrontamos los últimos metros nos cruzamos por el camino con Roke Rubio. Seguro que más de una vez habéis visto fotos suyas en Instagram de sus vivacs en las cimas de muchas montañas del norte. Hola y adiós, el baja volando y a la Mari y a mí nos queda todavía un último empujón. Estamos a 3.051 metros.
La bajada, si la nieve está bien, puede ser muy divertida. Podemos echar el culo al suelo y dejarnos deslizar por la montaña. En un par de horas estaremos abajo. No está de más comernos un bocata en la terraza del ‘Refugio de Piedra’, observando nuestra ruta desde una cómoda silla.
Para la tercera ruta no tenemos que desplazarnos mucho. Iremos desde la estación de Formigal hasta los Ibones de Anayet. Sin duda es uno de los caminos más transitados del Pirineo. Su fácil acceso, su escaso desnivel y su belleza hacen que esta ruta sea muy frecuentada por humanos y por perros. Aparcamos el coche en el sector Anayet de la estación de esquí y de ahí arrancamos. No hay pérdida.
Por la zona derecha de las pistas ascendemos unos 200 metros y, de ahí, giramos hacía la derecha para bajar al barranco de Culibillas y coger ya el GR 11, que nos llevará hasta los Ibones de Anayet. Si no hay mucha nieve, iremos junto a los cauces de los pequeños riachuelos que bajan de los ibones. El desnivel es muy asumible. Esta ruta es perfecta si queremos ir con niños pequeños o con gente no acostumbrada a andar en la montaña.
Si hay mucha nieve podemos hacerla con raquetas. La planicie en la que en verano reinan los archiconocidos ibones es ahora un manto de nieve en el que Mari campa a sus anchas. Es un día de diario en el que apenas hay gente. ¡Disfrutar de la soledad, con el silencio que genera la nieve, no tiene precio!
Mari anda con ganas de ejercicio, así que nos decidimos por salirnos un poco de la ruta normal y ascender el Vértice de Anayet, una montaña de 2.574 metros que se eleva justo sobre la planicie de los ibones. Desde arriba -¿cómo no?- la vista es increíble. Volveremos al punto de partida por el mismo camino tras haber recorrido unos 10 kilómetros.
La última recomendación que hace Mari para toda la familia perruna es, también, una ruta muy sencilla. Recorreremos los once kilómetros que separan la estación de esquí de fondo de Llanos del Hospital de La Besurta, y la posterior vuelta al recinto invernal.
Accedemos en vehículo por la carretera que sube desde Benasque. Si la meteorología es buena, suele subir mucha gente, por eso es conveniente ir con tiempo y aparcar cerca de la salida. De lo contrario tendremos que recorrer algo más de un kilómetro con nuestra mascota por la carretera de acceso.
Con la Mari atada, salimos desde la zona izquierda del antiguo 'Hospital de Benasque'. Nuestro recorrido irá paralelo a las pistas de esquí de fondo, pero nos metemos en la antigua pista que lleva hasta La Besurta. El sendero apenas tiene una cuesta al poco de empezar y está muy señalizado, aunque tampoco tiene pérdida. La nieve es abundante y está pisada, así que reto a Mari a una carrera. ¡Una vez más, vuelve a ganar!
Las pistas las vamos dejando a la derecha todo el rato. Estamos caminando junto al cauce del río Ésera y la nieve cubre los pequeños ibones que se dejan ver a partir de la primavera. En un abrir y cerrar de ojos estamos en La Besurta, una pequeña caseta con un parking que suele ser inicio de las rutas que, por la cara norte, acceden a la Maladeta o al rey Aneto. Pero eso ya os lo contamos otro día.
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