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"¿Y si lo dejamos todo y montamos por aquí… (léase cualquier negocio, cualquiera, cuanto más loco mejor)?". Quien habla entusiasmado es Luis de la Blanca y su diatriba, a la que vuelve de vez en cuando provocando carcajadas a su mujer y al resto del respetable, es el resultado de cuatro días alrededor del Comando G, una manada de nueve perras, dos gatas y su humana "desquiciada", Paula González, una periodista y comunicadora que, de repente, vio como su hobbie se podía convertir en un modo de vida.
Luis y su mujer Elena Rubio vienen desde Madrid con Kala, una Golden Retriever de un año y medio a la que le encanta rebozarse en ríos, charcas y otros lugares menos higiénicos que requieren de un buen manguerazo posterior. Padres de dos chicos, viajan siempre con "la niña" (léase Kala). Es su primer perro. La pareja –el trío, se entiende– duerme en un apartamento en O Cabo do Mundo, una de las casas rurales con mejores vistas de la zona, perdida del mundo y regentada por Paula. Aquí perros y humanos conviven en perfecta armonía. El único lugar vetado para los animales, por razones obvias, es el comedor. El resto es completamente dog friendly. Un paraíso dentro y fuera de sus puertas para humanos acostumbrados casi a pedir perdón por elegir canes como compañeros.
"La gente que viene son apasionados de los perros. Gente que está cansada de estar trabajando y de llevar a sus perros atados. Gente que quiere pasar tiempo con ellos", nos resume Paula mientras charlamos en ese comedor al que, solo por hoy y porque estamos solas en la casa, ha permitido la entrada de Solo, un precioso pastor gallego, galán donde los haya y único chico en el Comando G. Chispa, más desconfiada tras los años de confinamiento en un zulo oscuro, acaba también tumbada al sol que entra por los ventanales, logrando ignorar los bizcochos artesanos y demás viandas del desayuno.
¿Cómo acaba una periodista, amante de los animales y experta en comunicación digital, al frente de un negocio de planes con perros? Como todo, por casualidad. Y con ciertas dosis de ironía, ya que finalmente fueron Internet y las redes quienes obligaron a esta viguesa de nacimiento aunque nómada de vocación –hasta que llegó a la Ribeira Sacra y encontró su sitio–, a darse de bruces con su nuevo y prometedor negocio.
"Siempre me gustaron los perros y el monte. Siempre tuve muchos perros. Durante ese tiempo, tenía un blog llamado Perrunadas. Ponía rutas para ir con perros… Perrunadas fue la sorpresa de mi vida y lo empezó a petar", nos cuenta. No contenta con ello, decidió dar voz a su querida manada en las redes. "Cree el Comando G, con una página de Facebook y de Instagram. Las redes sociales son de las perras". Garimba, punky hasta rozar la bordería, es la divertida narradora oficial. Finalmente, llegó Perriturismo. "Lo monté hace dos años y se está convirtiendo en mi modo de vida. Aunque sigo teniendo los dos trabajos".
Paula y su Comando G son el alma de Perriturismo y nos aventuramos a afirmar que la piedra angular de su éxito. Su filosofía y su carácter crean un clima especialque se funde con el paisaje. Sus excursiones y rutas se llenan, es complicado encontrar alguna de las cinco habitaciones de O Cabo do Mundo libres –no entréis en pánico, porque Paula facilita un listado de casas rurales dog friendly por la zona– y su público pasa, de la noche a la mañana, de cliente a fan, redes sociales mediante. O amigos. Perriturismo puede incluso presumir de firmar una boda.
Estos "adictos a la libertad perruna", como los define Paula, tienden a repetir. Lo suficiente, asegura, para forzarle a innovar mucho con sus planes y rutas, en las que explora los tesoros del románico que pueblan la zona, pasea entre miradores sobre el río Sil o recorre las riberas de los ríos, sus viñedos y sus bodegas, con cata y pinchos incluidos. Siempre en grupos de no más de ocho personas, con sus perros, por supuesto. Por convencer, hasta ha convencido a una de las empresas que surcan el río, Siltrip, para que acepte a perros a bordo. La experiencia, una de las más demandadas, merece la pena.
"Es el que más hago", nos dice Paula. "Tengo que alquilar el barco entero, así que necesito mínimo seis personas. Es muy guay. Vas en un barco lleno de trastornados perrunos". Así es. Nuestro barco se nos antoja el más molón de todo el río Sil. Abordo, van más perros que personas. Once, en total.
Nos hemos pasado la mañana paseando por el monte y disfrutando de las vistas de mirador en mirador: A Cividade, O Boqueiriño y Santiorxo, donde hemos devorado el pícnic, incluido en la excursión. En cierto momento, durante la ruta, los canes más veteranos han salido disparados monte a través detrás de un corzo. Nos ha acompañado un insistente un pájaro carpintero y hemos parado junto a los Molinos de Xábrega, un paraje mágico donde el verde toma una nueva dimensión y donde los perretes –menos la pequeña Morgan, que no acaba de verle la gracia al agua– se han dado un buen chapuzón. Chispa chapotea con Haiku a la zaga, Solo rescata piñas y palos y G se te pega buscando mimos. Buena es ella.
Ya en el barco, todos acaban tumbados entre sol y sombra, adormilados con la brisita. Mientras navegamos entre los viñedos verticales típicos del Sil, cascadas y castaños sumergidos, Lusco ladra de vez en cuando y Cancún va de colo (regazo) en colo, bajo la divertida mirada de Sabela, su dueña. Veterinaria y amiga de la casa, se ha traído a cuatro de sus cinco perros a la excursión.
"Yo estoy encantado", nos cuenta Alex Viétez, timón en mano. "La mayoría de los perros se portan mejor que las personas. Desde que nos pusimos dog friendly se está notando. Vienen familias, Perriturismo… casi todos los días, tengo un viaje con perro", dice orgulloso mientras ladea la embarcación para minimizar las miniolas –esta gente no es de mar– provocadas por otro barco. Un barco, insistimos, mucho menos molón que el nuestro.
"Cuando monté Perriturismo, lo que más me costó fue encontrar colaboradores", admite Paula. Difícil pero no imposible, como se demuestra. A Araceli Vázquez, dueña de la bodega 'Malcavada' que visitamos a continuación, la conoció a través de su hija, con la que coincidió en una manifestación. Araceli nos explica su trabajo, sus parcelas y la dificultad titánica de vendimiar en pendientes tan acusadas. Tranquila, sabia y pausada, muy de esta tierra, merece la pena indagar con ella cada duda que se te ocurra. Catamos su vino y nos saca unos embutidos caseros que ríete tú. Estamos en Rosende, tierra de vinos, y paseando entre viñedos y perros vemos caer el sol.
Alrededor de una mesa y sus copas de vino, mientras Luis insiste en su inminente mudanza a la Ribeira Sacra, Elena sonríe y resume. "Hemos flipado. Me encanta, me parece un entorno maravilloso, no hay mucha gente y Paula lo hace muy fácil". La misma que decide retirarse pronto, que mañana tiene otra excursión con la que bregar. Siempre con una sonrisa y mucho perro –feliz– mediante. Despachando la esencia de eso que llama perricidad.
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