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Garrovillas es uno de los mejores ejemplos de Extremadura cuando hablamos de municipios que multiplican su población en verano, ya que aquí pasan de los cerca de 2.200 habitantes durante el invierno a los casi 5.000 en verano. Además de los turistas que se acercan a conocer la zona, el motivo de este aumento poblacional se encuentra en los años 50, cuando muchos vecinos emigraron en busca de nuevas oportunidades a lugares más industrializados de España.
Tengamos o no origen en este municipio cacereño, merece la pena acercarnos a él para visitar su Plaza Mayor, una de las más grandes de España, declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional. En ella destaca el Palacio de los condes de Alba y Aliste, actualmente reconvertido en una hospedería de 4 estrellas. También merece la pena hacer una visita al convento de las Monjas Jerónimas, donde podemos comprar exquisitos dulces hechos a mano por la comunidad religiosa.
Este pequeño pueblo zamorano de apenas 200 habitantes llega a multiplicar por 7 su población en verano, hasta llegar a los cerca de 1.500. Además de ser el municipio más elevado de toda la comarca de Sanabria –a pocos kilómetros de la frontera con Galicia-, se encuentra dentro del Parque Natural del Lago de Sanabria, lo que le proporciona un entorno natural de excepción. Su situación, en un profundo valle rodeado por las sierras de Segundera y Porto, y bañado por el río Bibey, le da el encanto de los pueblos de montaña donde el verde nos rodea allá donde miremos y la tranquilidad reina día y noche.
En verano el pueblo se vuelve mucho más activo con la vuelta a casa de quienes marcharon en busca de nuevas oportunidades laborales y también con la visita de quienes acuden a sus famosas ferias de ganado, que se celebran el día 26 de cada mes entre mayo y octubre –aunque la que recibe más visitas es la de agosto-. Merece la pena acercarnos a ver la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y los hornos de pan del siglo XI.
Nuévalos, en Zaragoza, es probablemente uno de los municipios de España –no costero- donde más crece la población en verano, ya que su censo se multiplica por 30, pasando de los 350 habitantes durante el invierno a los más de 11.000 en verano. eligen este destino miles de turistas que quieren disfrutar de una joya paisajística: el Parque Natural del Monasterio de Piedra, enclavado en el término municipal de Nuévalos. Cascadas de película, saltos de agua que se encadenan formando riachuelos únicos, grutas, escaleras de piedra y un sinfín de caprichos de naturaleza convierten este lugar en uno de los ecosistemas más ricos de la península. La cascada Cola de Caballo, de más de 50 metros de altura, y la cueva de Iris que se esconde tras ella, es una de las imágenes que más impresionan del parque.
Esta villa medieval, levantada sobre un promontorio bañado por los meandros del río Riaza, es uno de los municipios que más ve aumentar su población en verano en Segovia, de hecho, su censo se multiplica por 10, pasando del centenar de habitantes a los casi 2.000. La herencia del medievo que todavía permanece en pie hace de éste un pueblo encantador. Su muralla, sus casas empedradas y las callejuelas empinadas convierten en una delicia el paseo por Maderuelo.
Uno de los recorridos más agradables que podemos hacer es cruzar el embalse que le rodea usando el puente Nuevo, desde donde conseguimos una fantástica panorámica de la villa y el entorno. Si pasamos por Maderuelo es casi obligatorio probar el lechal asado, una de las especialidades gastronómicas de la zona. También el chorizo, uno de los mejores souvenirs que podemos llevarnos en la maleta. Y para regar las comidas, nada como un buen Ribera del Duero, y es que las principales bodegas de esta denominación de origen se encuentran a solo unos kilómetros de aquí.
De ser un lugar prácticamente deshabitado a ser un pequeño pueblo. Es la transformación que vive cada verano Castilnuevo, en Guadalajara, donde en invierno apenas encontramos una decena de habitantes y en verano se llega a los cerca de 500.
Además del entorno natural, la mayor joya de este pueblo, situado a apenas 5 kilómetros de Molina de Aragón, es su castillo. A causa de las sucesivas reformas y el deterioro, su aspecto actual puede recordarnos a una casa o palacio señorial, pero lo cierto es que en su origen se construyó como una fortaleza. Se encuentra en un pequeño alto de forma que da la sensación de coronar el pueblo. Una de las actividades preferidas por lugareños y foráneos en Castilnuevo son los paseos alrededor del río Gallo, donde incluso podemos darnos un baño en verano. Como curiosidad, los estudiosos de El Quijote sitúan a Castilnuevo como una de las tierras que Alonso de Quijano promete a Sancho Panza.
Es de esperar que este pueblo cordobés aumente su población en más de 4.000 personas durante el verano, en parte por la promoción que ya hiciera Lope de Vega de él en la joya literaria Fuenteovejuna. Pero no solo de ello puede presumir la localidad, ya que además de contar con presencia de visitantes y curiosos cuando los vecinos recrean la obra de teatro, las pequeñas aldeas que rodean Fuente Obejuna nos devuelven al pasado, ya que parecen no haber cambiado tras los años. También las diferentes fiestas y romerías que se celebran a lo largo del verano atraen a los inmigrantes y turistas cada año. Pero además, destaca su entorno natural, donde es posible practicar la pesca deportiva en sus embalses y sus dehesas, donde se crían algunos de los mejores cerdos de la comarca y que son protagonistas en la gastronomía local.
Cuesta creer que un pueblo de menos de 50 habitantes se convierta de repente, en temporada estival, en un punto de encuentro de turistas, llegando a alcanzar los 650 aproximadamente. Seguramente sea por su cercanía a la sierra de Gredos y a Madrid lo que propicia que sea el lugar elegido por muchos para una escapada tranquila o unas vacaciones lejos del estrés. Se convierte, de esta forma, en una especie de campamento base para realizar diversas visitas por la zona. Si tenemos suerte de acudir durante las fiestas en honor a San Lorenzo, el 10 de agosto, sin duda disfrutaremos de la magia de los pueblos de antaño. Pero además, podemos llegar realizando un pequeño paseo entre encinas y carrascos a una serie de poblados deshabitados y muy cerca de San Lorenzo de Tormes.
Pese a ser la localidad de menor tamaño de la comarca, con menos de 1000 habitantes, es en verano cuando sus calles se animan con la llegada de casi 800 veraneantes y emigrantes que un día dejaron el pueblo para irse a las grandes ciudades. De hecho, cada año, a mediados de agosto Ahillones les rinde homenaje dedicándoles el “día del emigrante”, con una misa especial en la calle de la ermita. Uno de los puntos de encuentro en vacaciones es la piscina municipal y el merendero, con barbacoas y zonas de ocio para los más pequeños y que abren sus puertas con la llegada de los turistas. De su patrimonio destaca el templo parroquial, de estilo mudéjar además de diversas fuentes, características en los núcleos agrarios de la zona.
Pese a ser el segundo municipio más poblado de La Vera, con alrededor de 3.000 habitantes censados en invierno, triplica su población en los meses de vacaciones de verano. De hecho, ya los romanos dieron buena cuenta de la riqueza de la zona y entre los legados que dejaron en la localidad, destaca el puente de Parral, una de las zonas preferidas por los que se acercan al pueblo en julio y agosto, porque allí tenemos una piscina natural donde sofocar los calores propios de la época. Jarandilla cuenta además con un Parador de excepción, construido en el mismo castillo-palacio que alojara durante varios meses al Emperador Carlos V. Ni que decir de la gastronomía local, con platos tan típicos como las migas extremeñas, caldereta o cuchifrito de cochinillo.
Pueblo tranquilo donde los haya, El Garrobo respira esa tranquilidad de pueblo andaluz incluso cuando comienzan a llegar los turistas. Con unos 700 habitantes durante el invierno, no es de extrañar que, estando a poco más de 40 kilómetros de Sevilla, lleguen a pasear por sus calles unas 2.100 personas. Cuentan sus habitantes que en la localidad nunca pasa nada y que el hecho más destacable fue la resistencia opuesta al ejército francés que, como represalia quemó la iglesia del pueblo. Pese a todo, sigue conservando sus costumbres sosegadas. Muy cerca, sin embargo, encontramos diversas actividades en plena naturaleza como la Vía Verde de El Ronquillo, que discurre a orillas del Guadalquivir o practicar senderismo o rutas en bici por el pantano de Guillena, a menos de 10 kilómetros de El Garrobo.
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