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Corría el año 1610 cuando una vecina de Zugarramurdi contó que había visto en sueños cómo unos vecinos del pueblo participaban en un aquelarre en la cueva. Lo que debió quedar en una anécdota fue denunciado ante el tribunal de la Inquisición de Logroño, que arrestó a 53 parroquianos. La mayoría murió en la cárcel y 11 ardieron en la hoguera. Aquí empezó la historia negra de un pueblo en el que, como en tantos otros, la locura inquisitorial cometió auténticas aberraciones. La mezcla de realidad y fantasía ha acabado dándole a la cueva y al conjunto del pueblo un halo de misterio único.
Nuestra primera parada en este pueblo navarro es el Museo de las Brujas, donde podremos conocer de cerca ésta y otras leyendas que se ciernen sobre su famosa cueva y su entorno. La exposición permanente del centro nos sitúa en el Zugarramurdi del siglo XVII, para que podamos conocer el contexto real en el que se sucedían estas historias en las que se mezclan relatos fantasiosos con una cruda realidad: la mano ejecutora de la Inquisición. Desde el museo se organizan visitas guiadas por el pueblo y el interior de la cueva.
El arroyo Orabidea ha excavado un túnel natural de 120 metros de largo por 12 de alto, con dos galerías elevadas sobre el cauce. El conjunto recibe el nombre de Sorginen Leizea, que en euskera significa precisamente ‘la cueva de las brujas’. Siguiendo con las referencias esotéricas, la cavidad principal se llama Infernuko Erreka, o lo que es lo mismo, regata del infierno.
Aquí se llevaban a cabo ritos paganos y prácticas de medicina natural, muy enraizados en la cultura popular y aceptados por la sociedad hasta que se vincularon al satanismo. De hecho, el término aquelarre, que se utiliza para denominar las ceremonias de invocación del diablo, tiene su origen en Zugarramurdi, porque junto a la gruta hay un prado llamado Akelarre o Campo del Macho Cabrío. Dándole la vuelta al concepto, cada 18 de agosto se celebra el Zikiro Jatea; una fiesta gastronómica donde el protagonista es el cordero asado.
Además de visitar las grutas, no podemos dejar de dar una vuelta por el pueblo y observar la pintoresca mezcla de arquitectura popular con palacios señoriales, como el de Dutario, que recuerda las casas de los indianos. La construcción más antigua del pueblo es la de Beretxea, pues fue la única que sobrevivió al incendio de 1793, provocado por tropas francesas durante la guerra de la Convención o del Rosellón, que salpicó a ambos lados de la frontera.
Otro de los encantos de la zona son los senderos que recorren el valle y que utilizaban los contrabandistas en el pasado. El más importante es el que une las cuevas de Zugarramurdi con las de Sara y las de Urdax. El recorrido, de unos 12 km, está bien señalizado y es apto incluso para familias con niños.
La caza, el cordero asado o las setas, además de los excelentes quesos, forman parte de la gastronomía de la zona. Una buena opción para degustar la típica comida vasco-navarra es el restaurante La Koska, situado en Urdax, a tan solo 5 km de Zugarramurdi. A 2 kilómetros de aquí, y ya en territorio francés, podemos disfrutar del restaurante Ithurria, en la Place du frontón de Aïnhoa. Entre sus platos estrella encontramos la piperrada (un plato a base de pimiento, tomate y cebolla), el foie-gras o el jamón de Bayona. En su carta de vinos predominan los vinos franceses como el Burdeos, en convivencia con el Armañac.
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