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Hazte con un mapa. Del recinto. Lo agradecerás porque son más de 250.000 metros cuadrados, más de 1.000 casetas y unas 15 calles con nombre propio. Así, cuando tus amigos digan una zona exacta en la que quedar, no te sentirás perdido. Créenos, lo necesitarás.
Un punto de encuentro. Tanto si os despistáis como si decidís separaros por grupos. Aunque parezca algo obvio, la noria de la Calle del Infierno (donde se montan las atracciones) o la Portada no son una buena elección. Aunque te digan eso de “todo el mundo queda ahí”. Precisamente por eso, buscad otro lugar para encontraros o nunca más os volveréis a ver.
El calzado. También parece de sentido común que hay que ir cómodos. Pero nos lo agradecerás sobre todo cuando tu calzado se llene del albero que utilizan para el recinto (sí, sí, esa tierra de color dorado). Además recordemos que en la Feria se camina. Mucho. No es un lugar para estar quieto (aunque no bailes, que terminarás contagiándote)
Di no al coche. Porque no podrás ni moverte por los alrededores ni aparcar. Aunque vivas o te alojes lejos. Hay autobuses de refuerzo que paran en el mismo Prado de San Sebastián. Y, si aun así te resistes, lo mejor es dejarlo en el aparcamiento del Charco de la Pava. De muy buen tamaño y desde donde salen lanzaderas gratuitas que conectan con el recinto.
Y sí a los accesorios. Por aquello de no tener que ir con el vestido de gitana todo el día. Si no lo tenemos, podemos alquilarlo pero muchas mujeres prescinden del traje. En contraposición, utilizan algún accesorio para dar un toque de flamenco a su vestuario: flores en el pelo, grandes pendientes…Pero si te hace ilusión llevar volantes, hazlo solo durante el día, por la noche no es demasiado habitual.
Las casetas. Te lo han dicho hasta la saciedad. Que esto de la feria es como el dicho de “quien no tiene padrino no se casa” no lo negamos y no, tampoco es una parte del tópico que dice que los andaluces exageran. Si no te invitan a una caseta privada, has de ir a las públicas. Claro que no es lo mismo. Pero hay vida más allá. Mucha. Muchísima. Las públicas en horario de máxima afluencia hay demasiada gente. Debes saber que hay algunas que aceptan dinero en metálico pero en otras hay que comprar primero unos vales para canjearlos en la barra. Fíjate bien antes de abrirte paso hacia la barra no vaya a ser que tengas que darte la vuelta (que si hay que darla se da, pero bailando).
Lunes de pescaíto. La noche que se ilumina la portada da comienzo oficialmente la fiesta. Lo hemos visto infinidad de veces por la tele y sí, hay que estar para verlo. Esa noche además es común cenar pescaíto frito. Vale, el resto también, pero esta noche, más todavía. Así que si no te gusta, vete cenado. Pero pruébalo y te convencerás de que nadie fríe el pescado como aquí. Un secreto: nada de decir “pescadito”; es pescaíto, a la andaluza.
Sevilla existe. Más allá del recinto ferial, la ciudad sigue teniendo su duende. De hecho, es uno de los mejores momentos para visitar todos sus monumentos: que si la Giralda, que si la Torre del Oro, que si la Plaza de España…Seguirá habiendo turistas pero, la gran mayoría estarán yendo de caseta en caseta. Y que tampoco viene mal alejarse un poco de la aglomeración para picotear algo en algún bar sin necesidad de hacernos hueco en la barra a codazos.
Los amigos de lo ajeno. Nunca sobran estas palabras cuando vamos a estar en lugares frecuentados por mucha gente. Los carteristas no se pierden una fiesta y no hay que ponérselo fácil. Lo ideal en estos casos es ir con lo mínimo, dejar el móvil en casa si es posible, así como tarjetas de crédito. Obviamente, nada de dejar los bolsos y mochilas desatendidos mientras bailamos, aunque no sea demasiado estético ponernos a bailar sevillanas con ello colgando, sí hacer turnos para vigilar nuestras pertenencias.
Diccionario “andalú”. Hablamos el mismo idioma, pero maticemos. Tanto en feria como fuera de ella, por las calles no circulan “calesas” sino coches de caballos o enganches. Y ya aprendimos que al cucurucho de pescaíto frito le dicen “cartucho”, que también sirve para el de churros que, oh! Sorpresa, aquí se llaman “calentitos”. Así que si te preguntan si quieres un cartucho de calentitos para desayunar, no rechaces la invitación.
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