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Saltar desde las laderas del valle de Benasque y lanzarnos a volar sobre el paisaje verde intenso atravesado por el río Ésera. Éste es el plan perfecto si dejamos el vértigo en casa y nos atrevemos a probar el vuelo libre. Solos o en compañía, realizar esta actividad en Castejón de Sos implica el privilegio de hacerlo en una de las capitales europeas del parapente y el ala delta. La localidad, situada en la zona del Alto Ésera (en el noreste de la provincia de Huesca) tiene una situación estratégica, tanto para conseguir las corrientes de aire necesarias para volar como para disfrutar del increíble paisaje del pirineo Aragonés.
Las cimas Aneto y Posets por el norte, y Cotiella y Turbón por el sur, delimitan una zona de más de 100.000 metros cuadrados que es ideal para la práctica del parapente, con numerosas zonas de despegue y aterrizaje señalizadas. Estas localizaciones han hecho que en Castejón de Sos haya un gran número de escuelas y centros de asociaciones, como Volar en Castejón, Parapente Pirineos o Tandem Team, con las que poder experimentar una forma diferente de contemplar el paisaje.
La práctica del vuelo libre es un proceso progresivo que se inicia con los vuelos biplaza. En ellos, vamos sujetos a un monitor que nos guía durante todo el viaje, que dura unos 25 minutos. Los más valientes pueden seguir practicando el resto de niveles: iniciación, progresión y perfeccionamiento.
Antes de lanzarnos al vacío, es necesario hacer en tierra un proceso de formación. En terreno llano conocemos las diferentes partes del parapente y empezamos a practicar el inflado mediante la carrera en tierra (técnica imprescindible para el despegue) en la que nos enseñan a situar el parapente en vertical sin que se caiga.
Las maniobras de despegue y aterrizaje se empiezan a practicar en laderas con desniveles poco pronunciados y de 20-80 metros de longitud. Los vuelos de altura, por su parte, sirven para que aprendamos a desplazarnos, hacer giros y controlar la aproximación a la hora de la toma de tierra tras el vuelo. Durante estas prácticas contamos en todo momento con la ayuda y supervisión de monitores especializados, con los que estamos permanentemente conectados por radio. Esto nos permite conocer a fondo las reacciones del parapente en determinadas maniobras y aprender las técnicas para ascender y realizar rápidos descensos sin peligro.
Después de haber superado la fase de iniciación, solo nos falta sobrevolar el cielo del valle de Benasque. Desde el aire podremos seguir el curso del río Ésera a lo largo de 1.350 metros de desnivel. Desde lo alto nos daremos cuenta también de lo abrupto del paisaje de este valle, salpicado de iglesias románicas y pequeños pueblos. En cada giro del viento aparecerán ante nuestros ojos bosques, lagos y ríos, además de un protagonista indiscutible: el gran Aneto.
La emoción y el cansancio por el ejercicio realizado seguro que nos despierta el apetito al llegar a tierra de nuevo. No debemos preocuparnos por ello porque estamos en el lugar idóneo para saciarnos. La cocina altoaragonesa tiene la merecida fama de tener platos recios, cocinados según la costumbre, en horno de leña. Es una gastronomía de montaña, donde abundan los guisos (potaje), embutidos (longaniza) y carnes (guiso de jabalí). Un buen lugar para probarlo es el restaurante El Fogaril, en Benasque (Avenida de los Tilos s/n; 974 551 080) donde es una obligación dejar hueco para sus postres caseros. También podemos acercarnos hasta Anciles, para comer en Ansils (Calle General Ferraz 6; 974 551 150) donde el guiso de perdiz y la longaniza aragonesa son excelentes.
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