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Si la medianoche del 31 de diciembre los madrileños se agolpan frente al reloj de la puerta del Sol para las campanadas, cada 19 de enero, antes de que termine el día, los donostiarras aguardan en la plaza de la Constitución a que den las doce de la noche. Porque no solo da comienzo el día 20 de enero, día de San Sebastián, sino que es el instante en el que se escucharán los primeros tambores que no dejarán de sonar durante las siguientes 24 horas. La tamborrada es a los donostiarras lo que San Fermines a los pamplonicas o la feria de abril a los sevillanos. Es su día grande y, por ello, el día festivo que con mayor ilusión esperan.
La sociedad gastronómica Gaztelubide ha sido la encargada durante décadas de contar con el privilegio de inaugurar la fiesta haciendo sonar tambores y barriles a las doce de la noche mientras el alcalde iza la bandera de la ciudad y todos los asistentes entonan la Marcha de San Sebastián.
Una vez que se ha inaugurado la tamborrada en la plaza de la Constitución, las aproximadamente 100 sociedades que participan cada año recorren las calles por turnos durante el día 20 de enero, tocando las piezas escritas por el compositor Raimundo Sarriegi en 1861. La letra del tema principal, la Marcha de San Sebastián es obra de Serafín Baroja, padre del también escritor Pío Baroja. Las tamborradas participantes solamente pueden tocar 12 piezas escritas en su mayoría por el propio Sarriegi, de las que seis son obligatorias y el resto cada sociedad decide si la incluye en su repertorio o no.
24 horas ininterrumpidas donde por todos los barrios de Donostia se escuchan los tambores y barriles. Hay tamborradas que comienzan de madrugada, otras por la mañana temprano y las hay que tienen su turno de salida por la tarde. Lo hacen desde las sedes de sus sociedades gastronómicas o culturales y desfilan por las calles cercanas, deteniéndonse de vez en cuando para cantar la Marcha de San Sebastián.
Quien vive por primera vez la fiesta puede preguntarse, entre otras cosas, el motivo por el cuál en una misma tamborrada (nombre que se emplea no solo para definir este día sino que así se llaman también cada grupo participante) desfilan miembros de esas sociedades gastronómicas vestidos de militares y cocineros.
Fue en 1881 cuando el Ayuntamiento regaló a las sociedades gastronómicas los tambores y trajes pertenecientes a las tropas napoleónicas que se guardaban en el consistorio y ese año desfilaron vestidos con los uniformes. Hasta la fecha, lo hacían disfrazados como una comparsa porque esta era una fiesta ligada al carnaval hasta que ambas fiestas se desligaron totalmente la una de la otra.
Por su parte, la figura de los cocineros es relevante por el hecho de que la mayor parte de las sociedades que participan en la tamborrada son gastronómicas, de ahí que se adoptara además del militar, el típico atuendo de los cocineros.
Estos últimos portan barriles que recuerdan a cuando las mujeres, en el siglo XVIII, iban a recoger agua a la fuente y mientras esperaban su turno, tocaban sus cubos como si de tambores se tratase, imitando a los militares en sus cambios de guardia.
No fue hasta 1980 cuando las mujeres comenzaron a participar, ya que hasta ese entonces solamente podían hacerlo como cantineras en los desfiles. A partir de ese año sin embargo, comenzaron a aparecer las tamborradas mixtas. La razón no es más que una extensión a la fiesta de la limitación de acceso de las mujeres a las sociedades gastronómicas.
Los más pequeños tienen también su turno cada año, hacia las doce de mediodía, cuando forman la tamborrada más grande (participan unos 5.000 niños) y tocan al unísono.
El honor de dar por finalizado el día corresponde también, año tras año a la sociedad más antigua de San Sebastián: Unión Artesana, en la misma plaza donde justo 24 horas antes Gaztelubide inauguraba la tamborrada. Un momento de gran emoción para los habitantes de San Sebastián, que guardarán sus tambores hasta el año siguiente.
Cada año en el Ayuntamiento se otorga el Tambor de Oro. Esta distinción se entrega a personas físicas o jurídicas que hayan contribuido a la consolidación de una imagen positiva y promoción de la ciudad. El primer galardón se entregó en 1967. Puede suceder también que quede desierto, como ha ocurrido en dos ocasiones, o que se falle en favor de más de una persona. Cualquier ciudadano puede proponer candidatos aunque se aprobará en pleno en el Ayuntamiento.
La tamborrada se vive en la calle. No hace falta ser vecino ni pertenecer a una sociedad para disfrutarla y ser parte de ella. De hecho, no todos los donostiarras pertenecen a las sociedades que salen desfilando. Durante toda la noche del 19 al 20 de enero y durante todo el día, las calles de todos los barrios (Lo Viejo, Gros, Amara...) están repletas de no solo locales sino turistas que se acercan a vivir la tamborrada. Podemos hacernos con un folleto donde se indique los recorridos de cada sociedad, pero no nos hará falta más que nuestro oído para seguir el sonido de los tambores y verlos desfilar por las calles.
Para disfrutar de la gastronomía, como no puede ser de otro modo en San Sebastián, hay ir a sus famosos bares de pintxos. Si los socios se reúnen en las sociedades (a las que no se puede entrar si no somos invitados por algún socio), el resto de donostiarras lo hace en los bares y restaurantes de la ciudad. Viviremos intensamente la fiesta como un donostiarra más mientras tomamos un txakoli o una sidra (que además en esta fecha es cuando comienza la temporada de la sidra vasca), comemos unos pintxos y esperamos a las tamborradas pasar como uno más de la ciudad.
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