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Entre diciembre y abril, esta esquina del mapa se inunda con el colorido de más de 8.000 variedades de camelias, cuyos colores van del blanco más puro hasta el encarnado más rabioso, pasando por todas las tonalidades intermedias. Por haberlas, las hay hasta con franjas rojiblancas, que parecen del Atleti. Los muy forofos pueden hacer la ruta de la Camelia completa, tal como se describe en la web de Turgalicia un recorrido de 200 kilómetros que enlaza 12 parques y jardines, desde Vigo hasta Mariñán, pasando por Compostela. Pero para cualquier otro viajero, con ver los jardines más sureños, los de Vigo y Pontevedra, es más que suficiente.
En 1924, Fernando Quiñones de León, marqués de Alcedo, donaba a los vigueses el pazo de Castrelos, situado al sur de la ciudad, con la condición de que lo convirtiesen en un museo. Tal es el origen del pazo-museo Quiñones de León (986 295 070 y 986 295 075), donde hoy se podemos admirar más de 1.500 obras de arte y valiosas piezas arqueológicas, además del propio pazo, cuya construcción data del siglo XVII, y de los jardines diseñados a finales del XIX, donde habita un ejemplar de Camellia japonica, conocido como Camelia Matusalén, que si no es el más antiguo de Galicia, por ahí le anda. El otro jardín que debemos visitar en Vigo es el parque público de O Castro.
Allí, en la cima del monte que vigila el puerto, hay 11 variedades de camelios, hay pinos y cedros monumentales y hay una fortaleza del siglo XVII desde cuyas murallas la vista vuela sin estorbo hasta las islas Cíes y regresa por la ría ajedrezada de bateas. Cercando el monte, como un ejército, diez mil casas trepan por calles empinadas desde la orilla del mar, lo que explica por qué alguien llamó a Vigo el San Francisco de Galicia.
De Vigo nos dirigimos a Pontevedra, pasando por el castillo de Soutomaior (986 209 500). Aquí habitó en su día Pedro Madruga, señor de horca y cuchillo que metió en una jaula al obispo Diego de Muros y lo paseó por toda la comarca. Hoy, sus inquilinos son 24 variedades de camelios, incluido el sinensis, la planta del té.
En la capital, Pontevedra, hay bonitos camelios en el jardín de Colón, en la plaza de la Herrería y en el Parador (986 855 800). Y cerca de Pontevedra, los hay en el decimonónico pazo de Lourizán (986 805 000). Está en el kilómetro 3,5 de la antigua carretera de Marín, en la ladera de un monte poblado por más de 500 especies forestales y ornamentales. Si no estamos ante el mejor arboreto de España, al menos podemos afirmar sin temor a equivocarnos que es el más romántico.
Si deseamos hacer la ruta completa, deberemos continuar hacia el norte enhebrando otros ocho parques y jardines poblados de camelios. Jardines tan evocadores como el de la casa-museo de Rosalía de Castro (981 811 204), en la aldea de Matanzas, a un kilómetro de Padrón, donde una veintena de estos árboles (y un gigantesco ombú) alegraron un poco los últimos años de la poetisa, después de una vida marcada por la enfermedad y las dolencias.
Y jardines tan regios como el del Pazo de Oca (986 587 435), en A Estrada, que es de los más antiguos de Galicia y cuyas fantasías acuáticas y vegetales le han valido los sobrenombres de Versalles Gallego y de Generalife del Norte. A sólo cinco kilómetros, en Vedra, queda el pazo de Santa Cruz de Ribadulla (981 512 011), que es un jardín histórico, con camelios bicentenarios, y además un vivero, de modo que podemos llevarnos a casa un florido recuerdo de Galicia, como dicen que Marco Polo se lo llevó de China.
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