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Ibiza

Islas Baleares

La cara B de Eivissa

Actualizado: 05/10/2015

Es conocida como la isla del disfrute, donde el ritmo, los bailes, el sol y la arena forman la combinación perfecta para la diversión eterna. Sin embargo, cuando la música se apaga, Eivissa sigue latiendo. Sus 570 kilómetros cuadrados de tierra concentran un patrimonio histórico tan extenso que, pese a ser una isla, tenemos la sensación de estar en un territorio infinito. Murallas centenarias, edificios monumentales y los mejores miradores sobre el Mediterráneo nos están esperando. Vamos a descubrir la otra cara de Eivissa.
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Almudaina – Castillo de Eivissa

La Almudaina es el recinto fortificado que se encuentra en el interior de las murallas de la ciudad, en la zona conocida como Dalt Vila, la parte más alta del núcleo urbano. El monumento, del siglo XVIII, se encuentra unido al Castillo de Eivissa desde que se derribase la muralla y torre que los separaba. Ambos formaban una auténtica fortificación incluso antes de la construcción de la muralla.

La muralla

Consta de siete baluartes y abraza un perímetro de 1.800 metros que nos impresionarán especialmente si tenemos la oportunidad de contemplarla desde el mar, sobre todo al atardecer. Es muy recomendable que entremos a la zona de Dalt Vila por la entrada principal de la muralla, la puerta de Ses Taules, desde donde accedemos al Patio de Armas.

Catedral de Eivissa

Uno de los mayores monumentos de la isla. Empezó a gestarse antes incluso de la toma de Eivissa ya que sus conquistadores, Guillermo de Montgrí, Pedro de Portugal y Nunó Sanç, acordaron, antes de iniciar su empresa, la construcción de una parroquia en honor a Santa María. Son especialmente valiosas las obras de arte que encontramos en su interior y el campanario.

Sa Caleta

Se trata del primer poblado fenicio y el asentamiento urbano más antiguo de la isla. Estos restos arqueológicos están ubicados en la cala homónima, en el término municipal de Sant Josep de sa Talaia, y nos ofrecen una perfecta composición del singular urbanismo fenicio. El asentamiento fue fundado a finales del siglo VIII aC por pobladores procedentes del extremo occidental del Mediterráneo.

Museo Arqueológico

Está ubicado en la plaza de la Catedral, en el Dalt Vila. Tiene más de cien años de historia y conserva el legado histórico de las Pitiüses -Eivissa y Formentera-. Paseando pos sus galerías podemos adentrarnos en los 3.000 años de historia de estas islas, desde los primeros pobladores hasta la conquista catalana de 1.235. Un auténtico baño de cultura.

Torre del pirata

Elegido como uno de enclaves finalistas de El Mejor Rincón 2013, se trata de la atalaya más alta de toda la costa ibicenca. Desde este enclave podemos contemplar el cercano islote de Es Vedrà, a 200 metros sobre el nivel del mar. Disfrutar de un atardecer aquí es una de las mejores formas de vivir y sentir la isla de Eivissa.

Ayuntamiento

El consistorio ibicenco está instalado en un antiguo convento dominico, construido durante los siglos XVI y XVII en la zona de Dalt Vila. El salón de plenos está ubicado en el antiguo refectorio, en el techo del cual se encuentran los restos de las pinturas originarias que lo decoraban. Está permitido visitar el exterior del convento y el vestíbulo.

Praderas de posidonia

Es tal el valor ecológico de las praderas de posidonia oceánica que se encuentran bajo las aguas de las Pitiüses que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se calcula que existen unos 750 kilómetros cuadrados de extensión de praderas de este tipo de planta, un frondoso bosque bajo el Mediterráneo que aporta oxígeno y materia orgánica al mar.

Gastronomía

Ésta es una isla para comérsela, por eso siempre vale la pena probar su gastronomía en algún buen restaurante. Un acierto seguro es visitar Ama Lur (Carretera de San Miguel km 2.300; 971 314 554) a 9 kilómetros de Eivissa, una casa de campo con un patio perfecto para degustar un buen solomillo de cordero. El mismo éxito tendremos en Es Xarcu (Cala Es Xarco, Sant Josep; 971 187 867) a media hora de la capital, donde podemos comer un exquisito pescado fresco en una terraza a la orilla del mar.