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Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Postal típica de la belleza arquitectónica de Guadalajara, es un palacio de estilo gótico tardío situado en el mismo lugar que ocupaban las casas principales de don Pedro González, primer Mendoza alcarreño. Esta impresionante obra del siglo XV se construyó inicialmente en estilo gótico isabelino, aunque en su fachada se observan también detalles mudéjares y, sobre todo, renacentistas. En su interior, nos impresionará especialmente el Patio de los Leones, de dos alturas.
Uno de los edificios más singulares de la ciudad, también conocido como capilla de Los Urbina. Su impulsor fue el humanista alcarreño Luis de Lucena, que la mandó construir en el siglo XVI como monumento a la sabiduría, creado para el descanso de sus restos mortales y los de su familia. Se edificó adosada a la iglesia de San Miguel del Monte, que fue demolida en el siglo XIX. Está construida con ladrillo, de estilo mudéjar y detalles manieristas. Se utiliza como depósito para obras artísticas y restos arqueológicos.
La iglesia de San Francisco (que a lo largo de su historia ha sido monasterio e incluso fuerte militar) cuenta con un tesoro de gran valor arquitectónico, su cripta. Fue encargada por Juan de Dios de Mendoza y Silva como panteón para su familia. Su construcción se inició a finales del siglo XVII y se ha convertido en una joya del barroco español. Destacan especialmente los tapizados en placas de mármol negros y rosas que dan a la sala un juego cromático único. El conjunto ha sido totalmente restaurado.
Es un ecléctico monumento fúnebre construido en 1916, encargado por María Diega Desmaissières y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, para rendir honor a sus familiares fallecidos. En el panteón se mezclan estilos, una conjunción perfectamente visible al contrastar el románico-lombardo de sus fachadas, los mosaicos bizantinos de su interior, y la decoración mudéjar de sus capiteles internos. El panteón está cubierto por una cúpula de cerámica vidriada y decorado con bellas ornamentaciones.
Construido en el siglo XVII, es especialmente interesante no por su valor histórico sino por una curiosa estancia que existe en su interior: un salón de té chino. La sala está recubierta con papel de arroz pintado en el que podemos ver distintas escenas de la vida feudal en la China imperial, con el estilo del arte decorativo de la dinastía Qing, es decir, con dibujos naturalistas hechos con tinta. Los responsables de esta curiosa decoración fueron los propietarios de La Cotilla, D. Ignacio de Torres (adinerado empresario) y Dª Ana de Torres (perteneciente a la nobleza).
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