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La Subbética cordobesa, en pleno centro geográfico de Andalucía, es un gran escenario para una ruta en moto: las carreteras que discurren por el parque natural de las Sierras Subbéticas, el hermoso y frondoso parque de la Fuente del Río en Cabra, la Cueva de los Murciélagos en Zuheros, el castillo medieval Albenzaide en Luque o el Museo del Olivar y el Aceite en Baena.
Sin embargo, hoy todos esos destinos se han convertido en accesorios porque, sin darnos cuenta, hemos sido poseídos por un espíritu del que jamás habíamos oído hablar. Un espíritu que, al llegar a Iznájar, nos ha atrapado irremediablemente y ha guiado, desde entonces, las trazadas de nuestras motos sobre el asfalto. Un espíritu que, si te lanzas a hacer esta ruta, te irá envolviendo poco a poco con sus fascinantes historias, con sus ricos y especiados aromas y su inigualable sabor.
El Espíritu del Chocolate se siente orgulloso de todo lo que ha conseguido desde que el Viejo y el Nuevo Mundo se encontraron. Cacao, azúcar y manteca de cacao. A veces con un ingrediente más: la leche. Y con especias, tan variadas o dispares como la vainilla o la pimienta. Chocolate a la taza, bombones de chocolate, magdalenas, palmeras o fresas cubiertas de chocolate, bizcochos bañados y rellenos de chocolate, chocolates preñados de licor, muñecos, huevos y demás figuritas de chocolate… Y belenes de chocolate. ¡Hasta ciudades de chocolate!Incluso ha logrado que en una zona en la que no existía tradición chocolatera, esa mezcla de cacao, azúcar y manteca de cacao comience a calar hondo. Todo esto en España, en Andalucía por concretar un poco. Entre Córdoba y Sevilla, para acercarnos al centro de las dianas. En lo que hoy llamaremos la Ruta del Chocolate.
Cuando terminamos nuestro desayuno a base de bombones y almendras de chocolate, nos subimos a la moto y tomamos rumbo a nuestra primera parada. Rute está muy cerca.
Al adentrarnos en este pueblo cordobés nos queda claro que la gastronomía es su principal reclamo turístico, sobre todo en estas fechas, en las que a los museos del Anís, del Aguardiente y del Jamón se le suman el Museo del Turrón, el Museo del Mantecado, el Museo del Azúcar… Y el que más nos interesa, el motivo de nuestra visita: el Belén de Chocolate ambientado en Italia, de Galleros Artesanos.
Venecia, con sus canales y sus gondoleros, Roma con su Coliseo, Pisa con su torre inclinada… También Florencia y el Vaticano… Incluso algunos de los personajes que marcaron la historia del país de la pizza y la pasta, como Julio César, Da Vinci o Dante Alighieri. Sin olvidar, por supuesto, a los clásicos habitantes de un belén: María, José, el niño Jesús, el buey, la mula y otros tantos actores que, pese a sus ropajes y sus quehaceres de hace más de mil años, se desenvuelven bastante bien en esta inmensa y dulce maqueta rica en detalles y en color. Una obra arquitectónica impresionante cuya materia prima principal, para orgullo del espíritu que nos acompaña, es el chocolate.
Se nos hace la boca agua en el recorrido por 'Galleros Artesanos', y nuestra imaginación se dispara en compañía de Jorge Garrido, gerente de la empresa, quien nos habla de los procesos creativos en los que se sumergen año tras año para la construcción de sus famosos belenes. Nos cuenta que iniciaron esta tradición en el año 2.000. Al principio, fueron construcciones tradicionales, pero poco después empezaron a incluir a los personajes navideños en otros ambientes. Primero ciudades andaluzas, como Córdoba, Málaga o Granada, donde los tradicionales colores del chocolate fueron dando paso, poco a poco, a escenarios más coloridos y llamativos. El año pasado se lanzaron a construir las maravillas del mundo, uno de los belenes preferidos de Jorge: "El más impresionante de los que hemos hecho", nos cuenta al recordar los pequeños monumentos chocolatescos del Taj Mahal o la Muralla China.
También nos explica que los belenes, cuyo diseño y construcción se extienden de febrero a octubre, son obras efímeras, que nacen con la Navidad y mueren con ella. Después de Reyes, cada año destruyen el belén organizando una chocolatada con los niños del colegio. El chocolate original, que ha acumulado polvo y suciedad durante un par de meses, se convierte en un juguete para los peques, que lo rompen y lo derriten entre risas y carreras en compañía de los mayores. Después del juego, se despiden hasta el año que viene con un buen chocolate a la taza.
Y después del recorrido por Italia, nos subimos de nuevo a las motos. Nos plantamos en París en poco más de una hora de estrechas carreteras flanqueadas por olivares. Sí, París… El París que hay en Estepa: una golosa Ciudad de la Luz construida por La Estepeña con más de dos mil quinientos quilos de chocolate belga. En ella encontramos edificios tan emblemáticos como la catedral de Notre Dame, el Arco del Triunfo, Moulin Rouge o el Museo del Louvre. ¡Sin olvidarnos de la Torre Eiffel, claro!
A estas alturas de la ruta, mi compañero Paco y yo nos preguntamos por el origen y la historia del chocolate. Por suerte, las respuestas están muy cerca, también en Estepa, en el mayor museo del chocolate de España: Chocomundo. Un lugar en el que el Espíritu del Chocolate está muy presente.
¡Oh, divino chocolate
que arrodillados te muelen
manos plegadas te baten
y ojos al cielo te beben!
Marcos Antonio de Orellana
Chocomundo pertenece a La Despensa de Palacio, una fábrica especializada en dulces navideños y chocolates de autor. Es un lugar en el que lo último que vas a encontrar son figuras o construcciones de chocolate.
En Chocomundo descubrirás una puerta abierta a un mundo mágico y diferente donde la historia del cacao, desde los aztecas hasta la actualidad, aparece ante nosotros plasmada como lo habría hecho el mismísimo Willy Wonka en el museo de su Fábrica de Chocolate. En este caso, nuestro Willy Wonka particular se llama Antonio Rivero, un estepeño de nacimiento que lleva el amor por la confitería en la sangre y que en 2003 decidió lanzarse al mundo para descubrir los secretos del chocolate. En Francia tuvo la suerte de formarse con Paul Bocuse, el famoso chef, y con Jean Jackes Bernachon, hijo de Maurice Bernachon, uno de los chocolateros más famosos del mundo.
Según Antonio, el mejor chocolate que ha probado en su vida, ése que se le quedó grabado en el paladar por su intenso sabor e impregnado en la memoria por su mosaico de aromas, procede de semillas de Chuao, una pequeña población perdida en la selva al norte de Venezuela. Su pasión por el chocolate, además de llevarle a convertirse en maestro chocolatero y a seguir la pista de los mejores cacaos sobre la faz de la tierra, le impulsó a crear Chocomundo como reflejo de lo que él mismo define como "un mundo que te absorbe, te engulle y te atrapa para siempre".
Sin duda, para nosotros ha sido la guinda de la jornada. Estatuas gigantes que reflejan el encuentro entre el Nuevo y el Viejo Mundo; respuestas a preguntas como por qué son tan exquisitos los chocolates suizos o quién inventó el chocolate con leche. La historia del producto más dulce del cacao reflejada en utensilios, herramientas y ornamentos. Y lo que nosotros llamamos un auténtico arrancasonrisas: la gran fuente de chocolate que preside la sala principal del museo y que despierta el apetito de cualquiera.
Quizá por eso, antes de despedirnos del Espíritu del Chocolate para tomar de nuevo la carretera, nos detenemos un momento para devorar una deliciosa tableta de… ¡Ah! ¡Por cierto! ¿Sabías que las tabletas de chocolate no las inventaron ni los franceses ni los suizos? ¡Fuimos los españoles!