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Empezar por lo obvio puede parecer un error, pero cuántas veces, y una vez en carretera, percibimos que una vez más hemos dejado las gafas de sol en casa. Nota mental: gafas de sol en el bolso o en la guantera. El asfalto puede ser un incordio cuando tenemos un deslumbrante Lorenzo de frente frenando el camino. En la misma tónica: crema solar, sin importar la estación. En la sierra se agradece. Y si vas preparado con las botas de montaña, porque lo tuyo es el senderismo, es aconsejable llevar agua, aunque La Vera está salpicada de fuentes con agua potable.
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Ahora sí, vamos con lo menos evidente. ¡Ojo con los baños en el río Tiétar! Bajo la apariencia de una superficie tranquila tiene zonas muy peligrosas debido a sus fondos revueltos. Si hace calor y sueñas con un chapuzón, pregunta a la gente local. Suelen ser los mejores conocedores de las aguas de este afluente del Tajo. Hay sitios puntuales donde hay avisos para los bañistas, pero si no los hubiera, repito, siempre es mejor investigar y pecar de precavido.
Para bañarse en las gargantas, unas cangrejeras o unos escarpines vienen fenomenal para aquellos que no están acostumbrados a bañarse entre piedras. Hay piscinas naturales con fondos arenosos, pero normalmente, hasta entrar en el agua hay piedras de todos los tamaños. Normalmente, las gargantas son frías. Para los frioleros: al final del verano, suben las temperaturas pero también los cauces van más vacíos y las pozas están menos cristalinas. Y otro dato importante: la profundidad de las aguas cristalinas es muy engañosa, especialmente en Cuartos.
Como es difícil saber cuándo apetecerá un chapuzón, meter un bañador o un bikini en la maleta es siempre una buena idea. Lo mismo que el chubasquero, para ese día que se nubla y, de repente, se pone a lloviznar.
En La Vera, descubrirás que la mayoría de la gente respeta el entorno, principalmente el de las zonas de baño de las gargantas y piscinas naturales. El consejo es que no la pifies olvidando tu basura, haciendo más ruido del necesario o ensuciando las aguas. Los veratos, amables y hospitalarios, no tienen reparos a la hora de recordar a los visitantes dónde se encuentran y cómo se debe cuidar su territorio.
Hay partes de la carretera de La Vera en las que la cobertura es escasa o se pierde directamente. Aunque es un buen aliciente para desconectar de todo, suele cabrear si uno se pierde. Descargarse antes el mapa de la zona podría ser la solución. O, si es de los atrevidos, puede recurrir a las técnicas de antaño: preguntar a los paisanos.
Por último, el consejo fundamental de este listado es no seguir la ruta a rajatabla, está para saltársela, seleccionar, escoger y hacer un viaje a la mediad de cada uno. El quid de la cuestión está en vivir la carretera con la lentitud que algunos prefieren imprimir a sus horas libres o con la rapidez que les gusta a otros. Libertad para que cada uno se organice en función de sus necesidades o preferencias.