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Tarragona en moto

Una ruta con fantasmas, ruinas, leyendas y el suicidio de una reina

Actualizado: 28/05/2017

Distancia: 260 Kms

Duración: 5 horas

Visitas: 3 paradas

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Hoy te proponemos un nuevo 'De bocatas y motos' por la provincia de Tarragona con una temática un tanto especial: una ruta de ruina en ruina que nos ayudará a descubrir curiosos relatos y a quitarle el polvo a algunas huellas y misterios de la historia. ¿A qué esperas? ¡Súbete a la moto!
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Preámbulos con buen asfalto

Salimos de Tarragona bien temprano con los tanques llenos y todo lo que necesitamos para preparar un buen bocata en la mochila. Nos aguardan unos 250 kilómetros que discurren por el Paraje Natural de Poblet, las Montañas de Prades y la famosa comarca del Priorat. Todo un lujo de carreteras y paisajes de los que podemos disfrutar con deleite en el primer tramo.

Las sensaciones son muy diferentes a las que suelo tener en Andalucía, las ruedas se agarran con firmeza y Bicho, mi moto, bailotea con las curvas con mucha naturalidad. Este abrir de boca por la C-14 promete y, aunque no sea una parada prefijada en el camino, cuando divisamos Montblanc a nuestra derecha, decidimos hacer un alto para disfrutar de este hermoso pueblo amurallado medieval tan volcado en el turismo. Pasear por sus calles de piedra es trasladarse a una época del pasado en la que el equipo de cordura y el smartphone nos costarían, sin duda, una acusación por herejía.

Historias variopintas enlazadas por la carretera

De nuevo en la carretera, rumbo a un destino que marcó para siempre la vida de dos pintores. Allá por 1889, Santiago Rusiñol y Ramón Casas escogieron el Monasterio de Poblet, por entonces sin restaurar, para pasar tres semanas inmortalizando todo lo que estimulara su inspiración. De aquellos días quedó una profunda fijación por parte de Rusiñol por las ruinas, algo que se refleja en su obra La campanya de Poblet de 1889, y una intensa amistad entre ambos pintores que duraría toda su vida.

Es precisamente esta historia la que me impide admirar la parte reconstruida del monasterio como lo habría hecho en otro momento. Mientras mi compañero y yo paseamos por el recinto, solo puedo pensar en qué ruinas, qué huellas quedarán de aquella época de compadreo creativo entre dos pintores tan admirables. Por suerte aún persiste un resquicio, los restos de un edificio de gruesos muros que, según me cuentan, pudo pertenecer al segundo recinto del Monasterio de Poblet en el siglo XII y albergar servicios de carpintería, herrería, administración y hospital de pobres y peregrinos. In situ no saben decirme mucho más, yo me conformo con imaginar a Ramón Casas y a Santiago Rusiñol plasmando en sus lienzos algo parecido a lo que hemos captado en la foto.

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Continuamos nuestro periplo, en esta ocasión hacia una aldea de fantasía que en época de moros y cristianos fue muy difícil de reconquistar. Siurana, dentro de la comarca del Priorat, se presenta ante nosotros como una mezcla perfecta entre historia, fisonomía, paisaje y ruinas.

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Y en este caso, de nuevo las ruinas refuerzan una curiosa leyenda, en concreto su castillo, o lo que queda de él. Se cuenta que en la época de la reconquista, Siurana fue un enclave muy difícil de recuperar, no solo por estar bien defendido sino porque su ubicación, entre profundos precipicios, lo convertían en un obstáculo insalvable. Esto hacía que tanto su población como su bella reina, Abd-el-azia, se sintieran totalmente seguros. Imagina la sorpresa que debieron recibir cuando los cristianos, tirando de estrategia, consiguieron colarse en la fortificación con la ayuda de un judío y aniquilaron a todos sus habitantes. Bueno, a todos menos a uno: a su reina. Ella, aún en shock y negándose a ser capturada por el enemigo, se subió a su caballo y cabalgó a toda velocidad hasta precipitarse al vacío. Dicen que aún se pueden ver en la roca las huellas de su pobre caballo que, intuyendo la inminencia de la muerte, intentó frenar con desesperación antes de caer. El lugar quedó marcado para siempre como el Salto de la Reina Mora.

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Y de ruina en ruina, llegamos a Escaladei, una cartuja de la que apenas queda el esqueleto pero que tuvo un gran impacto en la zona desde su construcción en el siglo XII. ¿Conoces la denominación de origen Priorat? Seguro que sí; vinos famosos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras procedentes de una región que tomó su nombre del Prior de la Cartuja de Escaladei. Este monasterio disfrutó de casi siete siglos de esplendor, sus monjes construyeron molinos en la zona y dedicaron gran parte de su tiempo al cultivo de la viña. Ellos desaparecieron a causa de la desamortización de Mendizábal, pero dejaron una huella imborrable que a día de hoy alimenta a muchas familias: la uva y sus tradiciones.

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Las tripas comienzan a rugir cuando nos subimos de nuevo a la moto y aprovechamos nuestro paso por el Museo de la Mina en Bellmunt del Priorat para sacar la mochila y devorar nuestros bocatas. Lo bueno de esta ruta es que vas a encontrar numerosos lugares donde disfrutar del bocadillo, así que no te quedes solo con este, escucha a tu reloj y a tu estómago antes de parar porque puede que quieras comer al finalizar en un imponente acueducto romano o disfrutando de unas magníficas vistas con un pueblo abandonado a las espaldas.

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En nuestro camino hacia La Mussara, y esto solo podrás verlo en el vídeo, nos cruzamos con gente aficionada a volar y con unas nubes caprichosas empeñadas en rutear, junto a nosotros, a pie de carretera. De hecho, acabamos cubiertos por una niebla espesa que me hace pensar en las historias sobre fantasmas y extrañas desapariciones que envuelven este pueblo abandonado. Al llegar, nos recibe con un corte abrupto en el asfalto y con un amplio espacio de tierra frente a lo que debió de ser la iglesia. Aparcamos las motos y miramos alrededor. Al contemplar los restos del pueblo, engullidos por la vegetación, siento curiosidad, admiración y cierta nostalgia. Puede que sea verdad que el pueblo está maldito, pero a mí eso me da igual. No puedo evitar sonreír al percibir las numerosas huellas que sus habitantes dejaron atrás, incluyendo a algunos de sus muertos que descansan en un peculiar y diminuto cementerio.

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Sentirse como un verdadero viajero

En este De bocatas y motos hemos tenido la suerte de encontrar unas magníficas carreteras, unos paisajes de postal y las huellas de un montón de historias que, estoy segura, no olvidaré jamás.

Con este buen sabor de boca regresamos hacia Tarragona y nos detenemos por última vez. Unas decenas de metros antes de llegar al imponente Acueducto de les Ferreres, más conocido como el Puente del Diablo, somos recibidos por una placa que reza:

Viajero.

No olvides que los pueblos más cultos son los que tratan con fervoroso respeto a los ancianos, los enfermos, a los árboles y los pájaros. ¡No lo olvides viajero!

Mariano Puig y Valls

Nosotros no sabemos si esto nos lleva a percibirnos como personas cultas, lo que sí tenemos claro es que nos reafirma como viajeros.

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