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Han pasado casi 20 años desde que tres jóvenes de Barcelona comenzaran su andadura bajo el nombre de Sidonie, cantando en inglés y dando rienda suelta a su pop psicodélico guitarrero y vacilón. Hablamos con Axel Pi, el batería del grupo que, junto a Marc Ros y Jesús Senra, conforma un trío calavera siempre dispuesto a sorprender. Su último single, Carreteras infinitas ("un homenaje al pop español, sobre todo a los grupos de nuestra generación; es nuestra manera de dar las gracias a cada músico que se sube a una furgoneta y se enfrenta a una gira"), se postula como canción del verano, con su ritmo pegadizo, su espíritu disfrutón y sus referencias a festivales. La canción es el adelanto de un disco que verá la luz en septiembre, y uno de los grandes alicientes de los conciertos que tienen programados por todo el país en los próximos meses.
Ha habido de todo: pinchazos, sustos, anécdotas… Pero lo que recuerdo con más cariño es un accidente inventado. Era el año 99, no teníamos ni un disco editado todavía y éramos tres tipos con ganas de comerse el mundo. Tocábamos en Caravaca de la Cruz (Murcia) y al día siguiente teníamos un concierto en Elche. Se nos complicó mucho la noche, por decirlo de alguna manera, y claro, si ahora te pasa lo mismo, alguien te lleva a la furgoneta y ahí puedes dormir. Pero en aquel entonces éramos solo nosotros tres y nos dimos cuenta de que no llegábamos. A la hora en la que debíamos estar haciendo la prueba de sonido en Elche, seguíamos haciendo un estropicio histórico en Caravaca de la Cruz. Llamamos al dueño del bar donde teníamos que tocar y le dijimos que habíamos pinchado una rueda y no podíamos llegar a tiempo. Al día siguiente, con todo el cariño, el dueño del garito nos llamó y nos dijo "venga, os perdono. Pero ahora decidme la verdad".
Nos ha pasado muchas veces. Pero al día siguiente tienes que meterte en la furgo para seguir la gira o para volver a casa y, aunque desearías quedarte, no lo puedes hacer. En mi caso, una vez ese deseo se convirtió en realidad. Hicimos un Barcelona-Galicia en furgoneta, un trayecto accidentado porque el GPS nos jugó una mala pasada. Llegamos a Foz (Lugo) reventados.
Cuando bajé a coger aire y a disfrutar del panorama, vino un tipo que me preguntó. "¿Te gusta esto?" Le dije que acabábamos de llegar y que estaba flipando con la playa, la ría y el escenario. Dice, "¿sabes que en esta zona hay seis playas con bandera azul?". Y yo flipando. "Deberías contemplar la opción de quedarte unos días aquí porque esto es increíble. ¿Te gusta comer bien?", volvió a preguntar. Yo le dije que sí, porque es verdad, me encanta comer bien. "Pues aquí al lado tienes un pueblo pesquero que se llama Rinlo, donde hay una de las más antiguas cofradías de pescadores del Cantábrico y donde vas a probar el mejor arroz caldoso de tu vida". Esa noche tocamos con la luna llena detrás, fue un concierto maravilloso y toda la noche estuve hablando con gente, diciéndoles que me quería quedar. Todo el mundo me dijo, "pues tío, mañana quedamos y vamos a Rinlo". Y al día siguiente se fue la furgoneta y yo me quedé cuatro días en Foz, algo inolvidable. Ese lugar se convirtió en un bálsamo espiritual para mí. Y tenían razón con el arroz, es el mejor que he probado en mi vida.
Ha habido momentos en los que hemos apostado por la comodidad que supone contar con un hotel o una cadena de cierto prestigio. Pero lo que ocurría a menudo es que el hotel estaba lejos de la sala, y al final estábamos muy cómodos en el hotel pero lo teníamos complicado para llegar al lugar del concierto. A día de hoy lo que hacemos es buscar el hotel que esté más cerca de donde tenemos cada concierto. Y a poder ser, también, del centro de la ciudad, que es donde suelen estar los mejores bares.
Hay uno que nos cautivó, de esos sitios que piensas "tengo que volver aquí con mi pareja". Se trata de 'La posada del Ángel', en Ojén (Málaga). Tiene un encanto especial que responde a lo que vives la noche que estás allí. Lo que te queda es el cariño con el que está hecho todo, y eso va más allá del lujo y las comodidades. Tiene algo intangible, inexplicable, que lo hace distinto a todo lo demás.
No hacemos distinciones, si la cocina es buena nos vale tanto un plato superelaborado y con un nombre muy largo como un guiso tradicional de los de caerte de espaldas. Como en todo, la cocina de autor tiene platos alucinantes, que hacen que tu paladar sienta cosas que nunca has sentido. Otras veces se queda a medio camino, cuando parece que el cocinero ha querido lucirse sin saber cómo. Y lo que es peor –y pasa muy a menudo–, que te deje con hambre.
Los tres somos grandes apasionados del pulpo a feira. Y tenemos la suerte de ser un grupo muy querido por los gallegos, así que nuestra pasión por ese plato no ha hecho más que aumentar. Hay una taberna de toda la vida que se llama 'Os concheiros', en Santiago de Compostela, a la que vamos cada vez que podemos. Sirven apenas cinco o seis especialidades (pulpo a feira, pimientos de padrón, oreja a la plancha, jamón asado y de postre queso de tetilla con membrillo y café de pote), pero no te puedes creer la exquisitez de cada cosa que te he dicho. Nos vuelve locos ese sitio. Tanto que una vez que fuimos a tocar a Galicia acabamos haciendo un concierto en acústico después de una gran comilona. Hicimos una versión de 'Por ti' que todavía sigue siendo uno de nuestros vídeos más visionados en YouTube.
Siempre hemos dicho que nuestro sitio favorito era un restaurante de Madrid que se llama 'El padre'. Era un restaurante exquisito que apostaba mucho por la cocina de Zamora, pero lo traspasaron. Los que lo llevaban antes, los hermanos Villalón, ahora están 'Angelita Madrid'. Unos amigos nos han dicho que es una maravilla, así que nosotros vamos a comprobarlo en breve.
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