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Fele Martínez (Alicante, 1975) siempre será el bueno de Tesis, el Otto de Los amantes del Círculo Polar y chico Almodóvar en La mala educación… pero es mucho más. Su fulgurante aparición en el panorama del cine español con su Goya al Mejor Actor Revelación se consolidó con el tiempo y ya es un rostro imprescindible del teatro y la televisión de los últimos diez años.
Sus intereses van más allá de su profesión, algo que se pone de manifiesto en cuanto se pone a hablar de gastronomía y de viajes, dos de sus grandes pasiones. El actor, que cocina sus personajes a fuego lento, es también un enamorado de los fogones, capaz de desviarse para volver a disfrutar de su último descubrimiento estando de gira, o de repetir una y otra vez en 'Membibre', su restaurante de referencia en Madrid. Allí no tiene que fingir ningún orgasmo, como hace su personaje en la disparatada comedia El club de los buenos infieles, su última película.
Hay uno al que suelo ir bastante en Madrid, 'Membibre', un lugar estupendo para darse un homenaje y que siempre tiene alguna novedad interesante. El gran descubrimiento reciente ha sido 'Estrella del Bajo Carrión', en Villoldo (Palencia), que tiene unos platos de caza y de matanza espectaculares.
Estando de gira, hemos llegado a desviarnos 70 kilómetros para ir a comer ahí. En las dos últimas giras que hemos hecho, La continuidad de los parques y Bajo terapia, en las que hemos coincidido Gorka Otxoa y yo, aprovechamos para hacer una ruta gastronómica que luego repetimos prácticamente igual.
Además del que te acabo de comentar en Villoldo, en Benavente, Zamora, descubrimos 'El Ermitaño', y en Mora de Rubielos, Teruel, en el hotel en el que estábamos alojados había un restaurante magnífico, el 'Melanosporum'. Cuando estás haciendo teatro la clave es preguntarle a los técnicos dónde van a comer ellos. Por lo general nunca fallan.
Hay un sitio fundamental que es el 'Guillermo', un bar de toda la vida al que he ido desde que iba en el carrito con mis padres. Tiene unos salazones exquisitos, ensaladilla rusa, cosas así… Es cocina de la tierra con mucho sabor. También están el 'Damasol', a la espalda del Mercado de Abastos, o 'La Taberna del Gourmet', de María José San Román. Teniendo en cuenta que es la chef de 'El Monastrell', ya te puedes imaginar. Y ya fuera de la ciudad, pero muy cerquita, en Altea, hay un sitio que me encanta que es el chiringuito de 'El Cranc', en plena playa. Un lugar perfecto para meterse entre pecho y espalda un buen arroz.
Pues mira, estuve hace poco en Zamora con mi chica y nos sorprendió mucho el 'Hotel Horus', porque tiene unas buhardillas muy simpáticas y acogedoras. El que te decía de Mora de Rubielos, 'La Trufa Negra', también está muy bien. Y luego hay uno con muchísimo encanto en Bares, en Mañón (Galicia). Es el 'Semáforo de Estaca de Bares', un hotel impresionante, por el propio edificio, las habitaciones y el entorno, con unas vistas espectaculares del Cantábrico. Tienes un restaurante en el puerto en el que hacen unas zamburiñas muy ricas. Estaca de Bares merece mucho la pena. Creo que es uno de los puertos más antiguos de Europa. Dicen que lo construyeron los fenicios.
Me gusta lavarme los dientes antes de salir al escenario. Es una estupidez, pero me gusta hacerlo. Es una manía pero si salgo sin lavarme los dientes ya lo hago incómodo.
Por lo general, suele ser en el bar que haya más cerca del teatro. Porque sales y vas a tiro hecho y allí te tomas tu cervecita de rigor.
Creo que no. No hay ningún sitio comparable al Teatro Romano de Mérida. Es impresionante porque cuando sales ves a casi 6.000 almas ahí sentadas. Saber que en ese lugar se hizo teatro desde hace 2.000 años... Lo que han visto y vivido esas piedras… Hay un momento del día del estreno que siempre recordaré. La luna llena apareció justo encima de la cabina de los técnicos y fue alucinante. Impone un poco, pero es un gustazo actuar en lugares así.
(Ríe) Sí, va un poco por ahí. Lo del club es una excusa para gente que está muy sola en la vida. Son cuatro amigos que se encuentran en una cena de antiguos alumnos y se les remueven muchísimas cosas. Se dan cuenta de lo triste que es su existencia. En apariencia lo tienen todo, están casados, algunos con hijos, tienen trabajo… pero saben que lo fundamental, que es conectar con tu pareja, les ha fallado. En su vida se ha instalado el hastío y la rutina y de ahí no salen. Al reencontrarse se acuerdan de lo que tenían antes y de ahí surge todo lo demás.
Ha sido un rodaje muy divertido, nos llevamos todos de maravilla. Y sí hay secuencias enteras que están prácticamente improvisadas. Lo teníamos todo muy claro y eso ayuda mucho. Me funcionó muy bien lo de empezar con la parte de falso documental. Fue mi manera de meterme en el personaje. La idea era parecer todo lo pusilánime que pudiera llegar a ser este hombre. Luego se viene arriba, pero es el primero que se desmorona.
Eso fue hace cuatro o cinco años y se traspasó. Cuando uno se mete en algo así se da cuenta de que la hostelería es muy sacrificada. Es un oficio que requiere muchísimo esfuerzo y dedicación. Es muy esclavo. Te tiene que gustar mucho, muchísimo. Yo soy actor, no hostelero.
Pues no, Malasaña no. Hace mucho que no trabajo ese artículo. Ahora me gustan sitios más tranquilos. Por eso solemos quedar mucho por Chamberí. Como te decía, voy mucho al 'Membibre' o al 'Nájera', que está en frente. Algunas veces vamos a 'La Parrala' que está en La Latina, o al 'Café Pavón', que es un gran descubrimiento aunque lleve mucho tiempo ahí. Es un sitio muy agradable y con muy buena materia prima.
Últimamente estoy muy centrado en lo de tocar el bajo. Éramos cuatro amigos, todos tocaban, y el único instrumento que faltaba para montar el grupo era el bajo. Así que dije: "Ya me encargo yo". Rulo Pardo, otro actor que también es de la banda, pergeñó una función que se llama Mueblofilia y me llamó. Yo le puse sobre aviso: "Ya sabes cómo toco yo". Pero al final, poniéndome mucho las pilas y estudiando, he conseguido estar al nivel, intentando no dar la nota mucho. Es muy divertido. Mueblofilia va sobre un tío que mantiene relaciones sexuales con los muebles, se enamora de una silla y tiene una niña mecedora. El 2 de abril tenemos la última función en el 'Café Berlín' y la siguiente es en junio en Alicante, en el Teatro Principal.
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