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Para María Rozalén (Letur, Albacete, 1986) no hay fronteras que valgan porque se ha encargado de irlas derribando a medida que se hacía un nombre en la música española. ¿Canción de autor? ¿Pop buenrrollista? ¿Renovación de la música tradicional? No hay etiqueta que la defina, ni estilo que no quiera probar. "En mi caso, todo tiene que ver con la libertad", dice por teléfono la cantante de la que hablan maravillas Aute, Sabina y hasta Dani Martín.
Hablamos con ella el mismo día en que publica Cuando el río suena…, un disco marcado por los recuerdos de su abuela materna. "Es energía, rabia, orgullo, dolor. Son ganas de contarle al mundo de dónde vengo y qué me enseñan los días". Y también es estar de gira, hacer versiones de Violeta Parra, perderse en alguna de sus playas favoritas o comer con amigos en 'La Plazita', un bar-restaurante de Valdemorillo. Allí se fue a vivir hace un par de años porque, a pesar de su ímpetu callejero, es "una chica de pueblo. Y a mucha honra". Ahora está en plena gira de firmas de discos y pequeños conciertos acústicos, a partir de noviembre llenará teatros y salas de media España en una gira con dos fechas en Madrid.
Soy una enamorada de la comida japonesa. En el 'L.A. Sushi' se come tan bien que se te va la cabeza. Ojalá pueda ir ahí a celebrar que ha salido este nuevo disco, que es como mi tercer hijo.
Y tanto. Letur es la perla de la Sierra del Segura, un pueblo muy bonito de 900 habitantes contando con las pedanías. Tiene un mirador maravilloso que está apoyado encima de una roca y desde ahí se ve todo el valle. También tiene piscinas de agua natural a muy pocos metros de la Plaza Mayor. Es mágico, sales de ahí y a pocos metros te metes en una cuevecita para encontrarte con una cascada espectacular. Es un pueblo mozárabe, con una mezcla superbonita, muchas cuestas y muchas fuentes. Toda la gente que no conoce esa zona y la llevo para allá alucina en colores porque no se espera poder encontrar un paraíso así en Albacete.
Hay varias casas rurales y un camping. De restaurantes hay uno en el mirador que se llama 'Los Cárabos' que es maravilloso. En la plaza está el 'Bar Castillo', con un teatro que dicen que es lo único que se conserva del antiguo castillo que había en Letur. Hay otros dos sitios interesantes que están arriba, el 'San Antón' y el 'Mesón'. En las afueras hay cositas recomendables como 'La Artezuela', con mucha comida ecológica, el 'Guatemala'… Cuando vas para allá, si pasas un fin de semana te da tiempo a echarte como mínimo una caña en cada bar y conocer todos los rincones del pueblo. Te pierdes en el casco antiguo y te encuentras portones y portales preciosos.
Hay muchos lugares de España en los que me siento realmente bien. En Extremadura, la otra gran olvidada, la Vega Baja me flipa. Estuve en Pescueza, donde me llevaron a un lago ya en el límite con Portugal que aluciné. Nos enseñaron las aves rapaces de allí, la cigüeña negra… Galicia no sé qué tiene que me sienta demasiado bien. De playas elegiría alguna de Cádiz, como el Palmar, y, en Murcia, Calblanque, que es mi playa favorita.
En las giras uno sabe que no va a ver muchas cosas. Cuando viajo hay veces que voy más de mochilera, dejándome llevar, y otros que son más organizados, que son cuando estoy más agotada. Viajar y comer bien es lo mejor que te puede pasar en la vida, si encima trabajas en algo que conlleve eso… Soy una afortunada total, aunque me lo he currado, ¡eh!
Tienen sus cosas. Es agotador no dormir en tu colchón y estar todo el día en marcha, pero compensa. Aprovecho mucho los viajes porque me inspiran muchísimo, es cuando más compongo. Hay que exprimir cada minuto.
Casi siempre vamos en la furgoneta. Aprovechamos mucho para dormir, otras veces estamos más hablarines, escuchamos discos juntos o vemos alguna peli. Suele ser un lugar de tranquilidad, aunque a veces hay sorpresas, no siempre agradables. En el norte en invierno nos ha pasado de todo. Por eso valoramos tanto a nuestros conductores, porque nos pasamos media vida en la carretera.
A El Kanka, que nos conocemos bien y sé que le gusta mucho comer. Me lo llevaría a un sitio que hay muy cerca de donde vivo, a 'La Plazita', en Valdemorillo, un lugar de encuentro con mis amigos. Es comida mediterránea con cositas muy elaboradas, una maravilla. O 'La Torre', otro restaurante que también está en Valdemorillo y es una pasada.
En las jornadas de Joaquín Sabina me llevaron al 'Hotel Palacio de Úbeda', que debe ser el más lujoso de la ciudad porque yo no he visto habitaciones así en mi vida. Con la típica bañera en medio de la habitación... de película total.
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