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Roberto Álamo era un firme candidato al Goya al mejor actor por su papel de inspector de policía en Que Dios nos perdone, un trabajo por el que ya ha recibido los premios Forqué y Feroz. Finalmente se impuso en la gala de este sábado y se alzó con la estatuilla del cine español, la segunda de su carrera profesional, que dedicó a todos los compañeros de profesión.
Sus más de dos décadas de profesión le han llevado a lo largo y ancho de la geografía española. Primero con la compañía Animalario, con la que empezó en los escenarios y con quien consiguió sus primeros reconocimientos, y más recientemente a las órdenes de David Serrano en Lluvia constante, un montaje en el que ha compartido escenario con Sergio Peris-Mencheta y Pepe Ocio, y con el que ha estado más de dos años y medio, lo que le ha dejado "agotado" tanto a nivel emocional como físico. Por eso, ahora se plantea apartarse de los escenarios por una larga temporada.
Mientras tanto, en la gran pantalla aún podremos verle en la comedia Es por tu bien, junto a José Coronado y Javier Cámara; en la película bélica Zona hostil, basada en un hecho real acontecido al ejército español en Afganistán; y en La niebla y la doncella, la adaptación al cine de la novela homónima de Lorenzo Silva, un nuevo thriller policíaco, que protagoniza junto a Quim Gutiérrez, Verónica Echegui y Aura Garrido.
Estoy muy emocionado y agradecido, porque si para algo sirve un Goya es para sentir el cariño y respeto de tus compañeros. Pero ante la ceremonia me autoimpongo tranquilidad, no quiero que una gala me haga perder los nervios. Allí estaremos todos muy contentos para celebrar juntos el cine.
Ha sido una gran experiencia. La mayoría de las veces el público acababa en pie aplaudiendo, incluso con lagrimas en los ojos, y eso es muy gratificante. Pero ha sido agotador, tanto que voy a tomarme un descanso del teatro.
Más bien todo lo contrario. Normalmente, nos desplazamos en tren porque es más rápido. Solo hay tiempo para llegar, instalarse en el hotel, atender a los medios, y descansar un poco antes de la función.
Todo lo que esté rico, me gusta, no me importa si tiene grandes reconocimientos o no. Por ejemplo, me encanta el arroz con pollo de mi madre. Y, aunque yo no soy un experto, hago mis pinitos en la cocina.
Hay muchos paisajes que se me han quedado grabados en la retina, tantos que no podría elegir uno, pero, cuando miro a través del objetivo, siempre tiene que haber un ser humano delante para que dispare, si no, no me interesa sacar la foto. Y lo mismo me ocurre con la poesía, el centro de mis versos es el ser humano.
Me llevaría a Alberto San Juan, Antonio de la Torre, Javier Cámara y José Coronado, gente muy maja y muy sanota, y nos haríamos una ruta por Galicia, el País Vasco y Asturias. El norte español tiene unos paisajes maravillosos y una gran gastronomía.
Con el peque, siempre playa, porque le encanta el agua. Últimamente hemos estado en las Islas Canarias, donde rodamos La niebla y la doncella, dirigida por Andrés Koppel, y lo hemos pasado muy bien.
En Tenerife hay un japonés que es fabuloso: el Kazan (2 Soles Repsol).
No soy un actor muy caprichoso, con una cama cómoda y de generosas proporciones, calefacción en invierno y aire acondicionado en verano, me vale.
El 'Ercilla', de Bilbao, por ejemplo, me parece un hotel precioso; o el 'María Cristina', de San Sebastián.
Mis gafas de ver y las de sol.
Me gusta mucho el barrio de La Latina, la Plaza de la Cebada. Me trae muy buenos recuerdos de mi época de Animalario, porque durante muchos años acabábamos allí tomando algo después de las funciones.
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