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¿De bruja? ¿De zombi? ¿De vampiro? Los disfraces son dispositivos de comunicación, los trajes –sea cual sea el personaje elegido– dicen algo acerca de nosotros a los demás y están destinados a provocar una respuesta. En definitiva, son vehículos de conexión social y, aunque ahora socializar es algo peligroso, sí que se puede levantar un guiño de complicidad llevando alguna mascarilla de Halloween de temática espeluznante.
Si elegir o realizar un disfraz horripilante requiere de imaginación y entrega, lo mismo pasa ahora con la mascarilla, porque también es un medio de expresión creativa. Por ejemplo, los artistas ponen en ellas su toque único, rompedor y hasta crítico, y los diseñadores eligen estampados temáticos –escalofriantes, eso sí–, para transformar el look de todos los días. Esta vez la salvadora mascarilla va a proporcionar una buena dosis de esa fantasía que tanto necesitamos en estos tiempos de pandemia, sumándose a las ideas para una fiesta de Halloween.
El Hombre Lobo, Drácula, la Momia, el Monstruo del Pantano… Hay una serie de personajes en el cine de los años 40 y 50 que más que miedo, lo que dan es ganas de hacerse fan. El diseño gráfico y la ilustración terrorífica se han unido para publicitar algunas de las películas más entrañables del género. Tipografías sangrantes, escenas dramáticas del propio film, mujeres indefensas a punto de desmayarse… Recursos reiterativos en unos pósters que ahora se han convertido en unas llamativas mascarillas old school.
La catrina, un personaje del folclore mexicano que se ha popularizado mucho en todo el mundo, especialmente durante Halloween, por sus formas más amigables. Al estar decoradas con vibrantes colores (el morado y naranja son esenciales), llamativos sombreros y tocados o con decoraciones florales resultan mucho más exóticas y festivas. Sin embargo, este personaje centenario tiene una historia marcada por el arte. La figura fue creada por el caricaturista mexicano José Guadalupe Posada y bautizada con el nombre de Catrina por el muralista Diego Rivera, que la representó en su obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, un impresionante mural de la sociedad mexicana que puede contemplarse en el Museo Mural Diego Rivera, en la Ciudad de México.
Las mascarillas tipo braga que suelen usar los ciclistas y motoristas son una buena alternativa para tapar la mascarilla sanitaria. Además de dar un aspecto mucho más amedrentador porque se oculta buena parte del rostro y del cuello, algunas van estampadas con fauces sobrenaturales. Aunque el blanco y el negro son los colores clásicos, la antinatural dentadura se presenta en otros colores (rojo, fucsia, verde…) por si nuestra intención es darle un toque más pop y urbano al look de Halloween. Aunque este estilo de máscaras-braga se están sofisticando más y las hay ya con luces led que se activan con el sonido.
No hay nada más típico en estas fechas que hacerse un maratón de películas de Tim Burton. La novia cadáver, Sombras tenebrosas, Frankenweenie, Sweeney Todd: El barbero diabólicode la calle Fleet, Sleepy Hollow, Pesadilla antes de Navidad… Disfrutar de las obras del mago de la fantasía cinematográfica contemporánea necesita un atrezo ad hoc y por ello hay muchas mascarillas que recrean los personajes más emblemáticos, como Bitelchús o Jack. Pero atención, porque estas mascarillas de tela no ofrecen la suficiente seguridad ante el virus por lo que siempre debemos colocarla sobre una quirúrgica para estar bien protegidos.
Dicen que de noche todos los gatos son pardos, pues bien, para poner un toque luminoso y reconocible en nuestra mascarilla existen modelos confeccionados en tejido elástico cuyo estampado brilla en la oscuridad. Con motivo de Halloween, por ejemplo, los fantasmas son protagonistas. Ya solo falta decir:¡Buh!
Aunque parece que lo gótico-siniestro está de capa caída, siempre hay un íntimo interés por el género literario clásico, nacido entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX, caracterizado por fuertes elementos medievales y un sentido de inquietud que a menudo conduce a lo sobrenatural y al horror. Podría considerarse un planazo para estos días ponerse la mascarilla de estilo victoriano, buscar un rincón acogedor en un claustro de un monasterio abandonado y ponerse a leer alguna de las novelas góticas más destacadas, como los cuentos de Edgar Allan Poe, El castillo de Otranto de Horace Walpole o El Monje de Matthew Gregory Lewis.
En marzo y abril de 2020, cuando la crisis del Covid-19 alcanzó su punto álgido, todo el mundo se encerró, incluida la islandesa Ýrúrarí Jóhannsdóttir. La artista se dedicó a tejer una serie de máscaras inspiradas en las mascarillas sanitarias de uso obligado para toda la población. "Mis mascarillas no fueron creadas para protección –asegura Ýrúrarí–, solo las hice para hacer frente al aislamiento y para considerarlas objetos espontáneos creados en circunstancias extrañas". El trabajo de la islandesa se centra principalmente en materializar todas las posibilidades que el tejido puede crear en los espacios y en el cuerpo humano, como una forma de ilustrar el espacio tridimensional cotidiano. Las grotescas mascarillas que propone Ýrúrarí están tejidas con lana y, aunque no protegen nada a no ser que se coloque una mascarilla quirúrgica debajo, tienen la intención de alejar a cualquiera que se acerque demasiado gracias a sus aberrantes rasgos.
Si lo de confeccionar disfraces de Halloween es una tradición familiar, esta vez, más que centrarnos en un atuendo, lo que motiva es crear una buena careta que asuste y también nos permita llevar una mascarilla quirúrgica debajo. Si nos gusta trajinar con las fibras, el pegamento y las tijeras, unos buenos ejemplos a tener en cuenta son las bestiales máscaras que Comme Garçons utilizó en su desfile masculino de hace un par de temporadas. Brutales cráneos de animales prehistóricos confeccionados en algodón blanco acolchado creados por el artista Shimoda Masakatsu que, además de cráneos, también recrea impresionantes esqueletos de dinosaurios.
A los malos más icónicos del Séptimo Arte se les rinde homenaje en estos días y, cómo no, también por medio de una mascarilla. El sociólogo y profesor de criminología Scott Bonn escribe en su libro Why We Love Serial Killers: The Curious Appeal of the World’s Most Savage Killers que el interés por los asesinos en serie (ya sean reales o de ficción, habría que puntualizar) viene dado por la naturaleza incomprensible de sus crímenes, lo que hace que "mucha gente los vea morbosamente fascinantes". Pues bien, ya sea el Joker, Hannibal Lecter o Jason, este Halloween podremos hacer un guiño a sus horripilantes historias.
En las tiendas de souvenirs de ciudades turísticas como Madrid, además de imanes con paellas, carcasas de móviles con la Cibeles y delantales con Las Meninas, se han incluido las mascarillas tanto para llevar como para regalar. Por estas fechas no faltan los modelos con calabazas, murciélagos o brujas estampados pero, en muchos de estos establecimientos también se puede encargar la mascarilla con el estampado que deseemos. Así que, no está de más echar un vistazo a nuestro imaginario terrorífico particular y encargar una mascarilla personalizada.
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