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Algunos pensarán que son masocas, otros los tildarán de workaholic. El caso es que hay para quien el verano no es sinónimo de descanso. Lejos del ‘tumbing’ en la playa o la reconfortante calma de la montaña, existen opciones para los que reservan su tiempo libre para desempeñar labores agrícolas que requieren un esfuerzo… y por las que llegan a pagar.
Tan alejado del estrés urbano, tan diferente a la actividad tecnológica, tan ajeno al ritmo frenético de la oficina. Así es este trabajo reconvertido en experiencia turística para quienes quieran vivir unas vacaciones auténticas, reconciliados con el origen de los tiempos.
Porque la aventura consiste en convivir durante unos días con pastores trashumantes junto a un concurrido rebaño, de al menos mil cabezas ovinas. Hacer el camino por las cañadas reales, dirigir a las ovejas por sierras y acebales, asistir a exhibiciones de esquileo, degustar genuina gastronomía pastoril y, por supuesto, dormir al raso junto al ganado, como se viene haciendo desde tiempo inmemorial.
Muchos son los que se dejan seducir por esta oportunidad de descubrir la trashumancia, una forma de vida milenaria que ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial. En Soria, por ejemplo, existen paquetes destinados a los turistas y encaminados a vivir este fenómeno en las fechas en que las ovejas regresan a las Tierras Altas. El precio de una experiencia trashumante de dos días con una noche al raso ronda los 115 €.
Tiene lugar a finales de verano, pero esto no supone un problema. Cada vez más personas se reservan unos días para entregarse a esta tarea, en la que las bodegas, desperdigadas por nuestras geografía, han encontrado un filón. El turista no solo paga por conocer la vendimia (desde la selección de la uva hasta el prensado, pasando por la visita a las instalaciones para asistir al proceso de elaboración), sino también por entregarse a otros planes originales relacionados con la enología. Rutas de naturaleza, paseos ecuestres entre los viñedos, ferias de productos vinícolas y celebraciones festivas en honor a la época más destacada en el calendario para las distintas rutas del vino.
Algunas, como la de Rueda, incluye también, entre sus propuestas, la vendimia nocturna: una ocasión de desempeñar este trabajo a la luz de las estrellas, finalizando con una cata. El precio de esta experiencia ronda los 30 euros.
Lo llaman ocio educativo y consiste en algo así como retiros ecológicos donde vivir por un tiempo en la más estrecha relación con la naturaleza. Es decir, entenderla, respetarla y acompañarla sin dañar el entorno, algo que pasa por construir, cultivar y criar a los animales con el mínimo impacto posible.
En Segovia existe un lugar así perdido por las tierras de Pedraza e integrado en el Parque Natural de la Sierra de Guadarrama. Se llama 'Outback Spain' y en él, además del día a día de la granja (las vacas, las aves de corral…) se desempeñan labores tan interesantes como botánica, monta de caballos y oficios artesanos como la cestería.
Para que no sobre el tiempo, incluso se imparten cursos temáticos sobre bioconstrucción para aprender a edificar con técnicas tradicionales, pinturas naturales y aprovechamiento de las aguas usadas. El precio base de una estancia es 120 euros por persona y día, aunque existen paquetes y descuentos.
Existen empresas emergentes que ofrecen la oportunidad de sentirse como un recolector de los productos del campo. Están los trabajos como temporeros durante el periodo estival, con los que ganarse un dinero a cambio de participar en la campaña de una determinada fruta u hortaliza. Pero también está la curiosa experiencia de recolectar por mera diversión, apenas una mañana, para conocer de primera mano cómo se desempeña esta labor y, ya de paso, volver a casa con un buen puñado del producto en cuestión.
En el Valle del Jerte, en temporada, se pueden recoger sus famosas cerezas. También está la recolección de fresas en Madrid, concretamente en la Finca Monjarama, cerca de San Sebastián de los Reyes. Aquí el plan es pasar un día en familia y hacer la compra de una forma original: se pagan 6 euros por cada kilo recolectado (independientemente de los participantes).
Es el binomio de moda: viaje y gastronomía. Ver transcurrir el verano con el delantal puesto. Porque hay quien es feliz en los fogones, tratando de contentar al paladar. Para ellos está ideado cierto tipo de escapadas gastronómicas no solo para hartase a comer (que también) sino, ante todo, para dedicarse a cocinar.
En España, que sabemos mucho de excelencia culinaria, existen prestigiosos centros dirigidos a profesionales de la restauración. La mayoría de ellos brindan cursos intensivos de verano para, al menos, aprender un buen puñado de platos con los que sorprender a los invitados. Una escuela recomendable es El Txoko del Gourmet, de 'Casa Armendáriz', en la muy sabrosa ciudad de San Sebastián. Aquí se imparten tanto cursillos de cocina (selecta, innovadora y tradicional), como de cata y hostelería, así como charlas magistrales. No hay quien no salga de ellos con una pericia increíble.
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