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Almacenes Pontejos viene cubriendo las necesidades estéticas de los madrileños desde hace muchas generaciones. Siempre ha sido La Mercería -con mayúsculas- donde encontrar todo aquello que hiciera falta: desde la cremallera idónea para arreglar un bolso hasta aquellas hombreras indispensables para ir a la moda en los años 80, pasando por esas lentejuelas que permitieran personalizar camisetas en los 90 y, actualmente, esas agujas y ovillos de lana para iniciarse en el divertido arte del amigurumi.
Sí, Almacenes Pontejos merece un homenaje, sobre todo ahora que han desaparecido otros establecimientos del sector que salpicaban la céntrica plaza homónima y que conseguía que la frase “me voy a Pontejos” significara ir a buscar enseres para la labor, independientemente del establecimiento donde se entrara. “La plaza ha cambiado mucho -comenta María Rueda, perteneciente a la quinta generación de empresarios que llevan las riendas de Almacenes Pontejos-. De las mercerías veteranas quedan muy pocas, aunque han abierto algunas nuevas por los alrededores. Y el motivo es el cambio generacional. Hay negocios familiares donde los herederos no han querido seguir. Esto requiere esfuerzo, cariño y amor hacia lo que haces, y si no tienes eso es muy difícil”.
Tanto ella como su hermano Antonio Rueda, se dejan la piel día a día para buscar todo aquello que las clientas demandan y para mantener una tienda bien surtida con productos comunes y extraordinarios, pero, sobre todo, para atender a una clientela que siempre está atenta de las últimas tendencias. “No tengo que pensar en que el negocio va a durar otros 200 años más ni del tiempo que ya llevamos abiertos. Es algo que vive conmigo, Evolucionamos con los tiempos y eso es bonito -dice María-. Yo disfruto estando en la tienda. Si no fuera así, no podría hacerlo”.
La historia de Almacenes Pontejos viene de muy lejos, de cuando el guipuzcoano Antonio Ubillos llegó a Madrid a principios del siglo XX y comenzó a trabajar como aprendiz en la tienda de su tío Ángel Caso, donde llegó a ser gerente. Su buen hacer y su habilidad para los negocios le llevó a abrir su propia mercería -en 1913- a escasos metros de la Puerta del Sol, uno de los lugares más famosos y emblemáticos de la ciudad.
Uno de los puntos fuertes del establecimiento es que sigue manteniendo muchos ornamentos originales como los mostradores de madera, las lámparas de gas -que ahora cuelgan del techo como mero adorno- o los rulos plagados de botones de toda clase y condición. Y, por supuesto, la fachada, cuyos escaparates se han convertido en seña de identidad del establecimiento. “Alguna vez hemos cambiado el escaparate con ese estilo minimalista que se lleva ahora, pero no nos define porque nuestras vitrinas se caracterizan por estar llenas de productos. Lo moderno lo intentamos introducir, pero tampoco es reflejo de nuestra marca”.
Traspasar el umbral es introducirse en un colorido universo de objetos variopintos. “Todo aquello que tenga que ver con algo de un hilo y una aguja. A partir de ahí, tenemos todo lo inimaginable”, puntualiza María. La distribución de la mercancía es muy visual y los mostradores están dispuestos para que el cliente entre y se encuentre con los dependientes, que le asesorarán en todo lo que necesite.
“Es muy importante que el compañero que entre a trabajar se quede con nosotros años. No podemos cambiarle cada mes porque además los clientes se afianzan con cada uno de ellos. La persona que viene a comprar ya viene buscando al profesional que sabe que le va a asesorar perfectamente. Todas las personas que entran aquí a trabajar se hacen especialistas en un área en concreto. En botones, por ejemplo, hay tres empleados que saben sólo de botones. Eso es increíble”.
Sí, en Almacenes Pontejos se sienten muy orgullosos de su espectacular colección de botones, procedentes en su mayoría de fabricantes italianos, pero también cuentan con cintas de pasamanería, hilos, lanas, agujas de todo tipo, cintas de todos los tamaños posibles, rocalla de todos los colores, encajes, cremalleras, artículos de bisutería, kits para labores, costureros… “Intentamos estar bien surtidos -puntualiza María-. Es superimportante estar a la última y seguir las novedades y las tendencias. El lado comercial lo lleva principalmente mi hermano. Si lo que pide el cliente no lo tenemos, mi hermano lo busca. Tenemos proveedores que nos traen productos nuevos, y luego solemos a ir a ferias por Europa para conocer las tendencias”.
Al establecimiento acuden muchas mujeres de entre los 50 y los 70 años que tienen un referente de toda la vida, pero también llegan diseñadores que están preparando una colección nueva y mucha gente joven que se está aficionando a las labores. “En este mundo tan trepidante en el que vivimos, en el que solo es trabajar, trabajar y trabajar, el hacer algo con las manos se ha convertido en una forma de evadirte de los problemas del día a día. Lo que buscas es hacer algo que te guste, que te motive y, sobre todo, algo tuyo. Lo de esto lo he hecho yo, el famoso do it yourself, me parece una de las mejores terapias que hay”.
En 2013, para celebrar su centenario, llevaron a cabo una acción especial a base de talleres en los que enseñaban a realizar alguna manualidad. La actividad tuvo tanto éxito que decidieron abrir la Academia Pontejos, situada en la calle del Correo, 4, justo encima de la tienda. Aquí se imparten cursos de patronaje, ilustración de moda, punto y ganchillo o patchwork.
“Nos dimos cuenta que había muchas cosas que no se sabían para qué se trabajaban, para qué eran, entonces dijimos hay gente quiere empezar a aprender y otra que quiere evolucionar más en el tema -comenta María-. Yo también me he apuntado a alguno de los cursos. Cuando introdujimos las máquinas de coser, por ejemplo, yo no sabía utilizarlas, siempre lo había cosido a mano, y me dije esto hay que arreglarlo, así que me di un cursillo estupendo y ahora estoy encantada. Los talleres me han llevado a conocer de todos los campos”.
Si en la tienda lo más importante es el equipo humano, en la academia ocurre otro tanto. “La academia de costura son los profes -puntualiza María-. Incluso al acabar el curso siempre acaban haciendo una comidita. Al final es como voy a ver a mi gente. Hay alumnas que llevan en la academia como cuatro o cinco años con la misma profesora, y eso hace comunidad. En las ciudades hay mucha soledad y las clases de costura te aúnan y si estás dos horitas con alguien conocido, comentas con los demás compañeros los deberes para casa… entonces es bastante terapéutico también”.
María nos guía por las diversas plantas de la tienda que funcionan como almacén. En ellas todo está escrupulosamente ordenado, estructurado y clasificado. Como una gigantesca base de datos en 3D donde profesionales aquí y allá se esmeran en catalogar y distribuir los productos en cajas, algunas de ellas fabricadas ex profeso para Almacenes Pontejos.
Lo mismo ocurre con sus catálogos de cintas o de pasamanería esparcidos por los mostradores. En ellos se indica el precio y la referencia de cada producto para facilitar el trabajo no sólo del empleado, sino también de los clientes que enseguida pueden localizar lo que necesitan. “Viene alguien buscando cualquier cosa y lo encuentra. Eso te enorgullece. Da igual que sea un hilo o un pegamento de última generación… Te dicen vengo aquí porque no lo encuentro en ningún sitio y al final salen por la puerta orgullosos de que lo han localizado. Eso es muy enriquecedor”.
Aunque no se quedan al margen de las últimas tecnologías. Su e-commerce ha sido durante la pandemia un auténtico salvavidas para muchas personas. “Es muy curioso porque viene mucha gente con el móvil en la mano diciendo vengo a por esto, o sea, gente que ya lo ha mirado en la web y que sabe a por lo que viene -finaliza María-. Es una maravilla que se pueda vender a gente que vive fuera o no puede desplazarse por cualquier motivo. Al final, la tienda online se ha convertido en un catálogo visual de la tienda que nos ayuda mucho, por ejemplo, a mostrar las novedades que recibimos”. Almacenes Pontejos es también muy activo en redes sociales donde, además de mostrar todo tipo de artículos, anuncian sus nuevos talleres y dan ideas porque como dicen los aficionados al Do It Yourself… No dejes para mañana lo que puedas tejer hoy.