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Los hobbits de La Cabaña del Retiro son educadores ambientalistas que, una vez por semana, sacan tiempo de su atención a los colegios, al huerto, a la botánica, para hacer una ruta por el parque, mezclando los árboles singulares y llenos de historia con plantas exóticas o autóctonas y los caprichos de Fernando VII.
“Cambiamos cada mes, depende de la estación. Tenemos entre diez y doce rutas distintas y unimos botánica e historia”, cuenta Laura Harguindey, responsable del Aula Ambiental de La Cabaña del Retiro, cerca de la Plaza de Mariano de Cavia, al sur del parque.
Es una tarde de principios de otoño, calurosa para lo habitual en estas fechas -aunque puede que lo habitual sea esto-, cuando comienza la ruta desde la Biblioteca Eugenio Trías de la mano de Susana Millán y Roberto Sacristán, los dos hobbits que van a llevar a media docena de interesados por una ruta que descubre plantas y botánica que nunca hubiéramos imaginado aquí.
Arrancamos tras una charla de situación de Roberto, quien nos va a presentar los Caprichos de Fernando VII, mientras Susana enumera algunas de las curiosidades botánicas de especies, plantas y árboles del parque.
¿Sabías que en el Retiro el árbol que más prolifera es el castaño, no el plátano, como creen muchos? ¿O que Fernando VII, el rey que fue un desastre, dejó un rastro notable con sus Caprichos -para él y para sus hijos-, que hicieron del parque un jardín temático con montaña rusa, Casita del Príncipe, de los contrabandistas?
A su regreso de Francia -tras la expulsión de los franceses-, Fernando VII reconstruye El Retiro, que había sido destrozado por las tropas de ocupación. Lo usaron como cuartel general y causaron destrozos como la Fábrica de Porcelana , que estaba donde hoy se encuentra la estatua al demonio, el Ángel Caído ”, cuenta Roberto.
Estamos a la espalda de la Casa de Fieras, donde hubo animales “como los osos, en condiciones que hoy no soportaríamos mirar. El pobre oso moría cada año, había que traer uno nuevo. Se volvían locos tras las rejas”. Era una Casa de Fieras, no un zoológico, y al final hasta los vecinos pidieron el traslado.
Quizá para atenuar un recuerdo tan triste, hoy Susana se para en una curiosidad botánica, “una Nandina asiática japónica''. En El Retiro, curiosamente, hay más especies de árboles y arbustos o plantas que provienen de Asia que de América, que quizá hubiera sido más lógico a la vista de nuestra historia con América Latina y la gran presencia en el parque de ese continente con plazas y calles dedicadas a todos los países.
Entre arbustos, árboles y caprichos, llegamos a una especie muy especial: el árbol del amor “o de Judas, porque dicen que Judas se ahorcó en él tras entregar a Jesús”, cuenta la ambientalista. “La hoja de forma de corazón le da su nombre. En primavera, la flor nace directamente desde el tronco. El tronco es de madera lisa y clara, tortuosa y negra con la edad”. En el Retiro hay árboles de Judas ya muy viejos y en abril es un espectáculo recorrer el parque buscando los de tronco más oscuro.
Saltando de caprichos a árboles, nos topamos con un ejemplar de fresno asombrosamente alto. “Tiene una corteza taxonómica muy característica; es muy alto porque no lo han podado, como se hace en la sierra, cuyas hojas se utilizan para animales y, además, se considera como una planta medicinal. Se valora tanto su corteza como sus hojas”, subraya Roberto poco antes de irnos hacía otro descubrimiento para los amantes del verde y el arte.
Una parada más larga, el monumento a Alfonso XII encargado por su segunda mujer, la Reina María Cristina. “La idea era homenajear a un monarca que había reinado en paz, pero tuvo muchísimas complicaciones financieras y se paró varias veces”, cuenta el ambientalista, mientras el atardecer muestra las posibilidades del lugar.
Para las modelos que posan o para los jóvenes músicos y estudiantes que observan la caída del sol; la puesta de sol es un ritual bien conocido por los amantes del Retiro. “Finalmente hubo que recortar mucho el proyecto frente al que se había diseñado”, reconoce Roberto, pero eso hoy ya es historia que sepulta al rey romántico y su María de las Mercedes.
Hay tanta magia en este paseo otoñal que atrás vamos dejando retazos de los descubrimientos de Susana. Como esas vainas del jabonero asiático: “Se llama también árbol de los farolillos porque, cuando hay viento, las semillas dentro hacen un ruido agradable, como de campanillas”.
De la mano de ambos guías, la visita llega a La Casita del Pescador, otro detallito del rey Felón. “El estanque es muy poco profundo porque venían el Rey y su invitado, pero un rato antes echaban los peces para que fuera mucho más fácil pescarlos”. Hoy es un centro para informar de adopciones de mascotas.
Tras las sonrisas provocadas por la forma de pescar del rey y sus invitados, hay que volver la mirada hacía los restos de una ermita que está a su espalda. Se trata de la de San Isidoro de Ávila, no un capricho del monarca, sino de la historia de España. Con la desamortización de Mendizábal, a finales del siglo XIX, comenzó el peregrinaje de estos restos románicos, que terminaron al final en este lugar.
De camino hacía la última parte de este recorrido -del que nos desviaremos luego en pos de los árboles singulares-, queda aún una sorpresa por asombrar al personal: el misterio de la fuente Egipcia o de Osiris, que se encuentra en la parte meridional, al final del estanque, frente al embarcadero.
En el siglo XVIII las fuentes y recursos de estilo egipcio se pusieron de moda por toda Europa. Las excavaciones de los tesoros de los faraones avanzaban y sus robos, camino de Europa, también. Fernando VII tuvo otro capricho, tapar los depósitos de agua y maquinaria del gran estanque con una de estas fuentes dedicada al poderoso dios Osiris.
Tardó 31 años en construirse y, en 1922, el dios Osiris, que reposaba sobre la columna entre las dos esfinges, fue robado. Hasta hoy. Se ha cumplido un siglo este año y el misterio ha quedado pendiente, aunque en diferentes ocasiones se ha hablado de reponer una copia de Osiris para recuperar el remate de la fuente.
Es un viejo resistente y, por tanto, cubierto de hermosas arrugas y heridas de guerra. La última, la causada por Filomena, esa borrasca del 2021 que se cebó con la arboleda del parque. Este tejo, además de árbol singular, es un lujo como todos los de su especie. El árbol de los celtas por excelencia, considerado el padre de All Hallows' Eve, luego Halloween víspera, del Día de Todos los Santos, es el árbol que permitía el paso entre el mundo de la vida y de la muerte. Repleto de hechizos y leyendas para todos los druidas Panoramix que hay por el mundo.
Los pinos carrascos son otro privilegio entre los árboles singulares del parque del Retiro. Este de la foto, al pie de la rosaleda, es uno de ellos. Pero el más hermoso se encuentra al lado, frente a los jardines japoneses y el puente de madera, junto al busto de Ricardo Codorníu, el ingeniero de montes considerado por tantos como Apóstol del Árbol, especialmente por sus colegas. Hoy, el pino carrasco mutilado por el tiempo y el busto de Codorníu hacen una pareja noble en este rincón del parque.
El eucalipto más conocido y frecuentado está, como ya hemos visto arriba, al lado del estanque grande. Empleado sobre todo para producir papel -de crecimiento rápido- y algunas medicinas contra congestión y catarros, a menudo es muy debatido por el trato inmisericorde que dan sus raíces a las tierras que lo acogen. Arrasa todo. Como cuenta Susana, es originario de Tasmania e Italia y puede alcanzar los 30 metros de altura.
Hubo una hermosa palmera Fortune que también ha sufrido los avatares del tiempo, pero quedan estas otras valientes que resisten. Se ha comprobado que aguantan temperaturas bajo cero. De crecimiento lento, no es un árbol, es una planta de las Arecaceae. Es originaria de China, donde se usan sus hojas para escobas, cuerdas o sacos.
Dicen los expertos del Retiro que este arce plateado merece estar entre esa categoría de árboles singulares -junto al ahuehuete, el ciprés de los pantanos o el pino carrasco- porque es poco habitual en los jardines madrileños. El nombre en latín, Acer saccharinum, ya da una idea de su dulzura y propiedades. Su tronco, sus características hojas y sus leyendas y usos -en Quebec no podrían vivir sin el jarabe de arce y sus paisajes e historia serían distintos- bien merecen el enorme respeto para este ejemplar.
Y, para el final del paseo, cabría decir eso de “¡Tachán! Aquí está, les presentamos al árbol más famoso del Retiro, el ahuehuete”, en el parterre. De él se dice que es también el más viejo de Madrid -debatido- y sus leyendas, venidas de allende los mares -es el árbol nacional de México-, vinculados a los sueños del desdichado Moctezuma y los franceses ocupando estas tierras, dan para pasar una tarde bajo sus ramas en forma de candelabro.