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"Veo un río ancho, muy ancho, su corriente tranquila. Veo al fondo a lo lejos, un cerro gris y polvoriento coronado de follaje verde... Una vez más tengo fiebre a la orilla en mi ciudad natal. Veo de nuevo su mansa corriente... y en la orilla a tres niños buscadores de oro. Uno de ellos soy yo, el menor; los otros me guían, me enseñan a buscar el oro escarbando con las manos entre las piedras verdosas cubiertas de musgo... De pronto, el más grande encuentra una delgada y brillante laminita como de diente de oro, que el río ha arrastrado, quién puede decir desde dónde y cuándo. No me conformo con verla y quiero tocarla". [Los buscadores de oro de Augusto Monterroso (Anagrama, 1993)].
Dejamos la costa cantábrica para tomar la carretera AS-219 hacia el suroccidente de Asturias. Un serpenteante recorrido entre montañas y valles esculpidos por riachuelos que vierten sus aguas en los caudales del Esva y el Negro. Estamos en el corazón de la Comarca Vaqueira donde el Alto de Aristébano (535 metros) dibuja la frontera natural entre los municipios de Valdés y Tineo y nos indica el camino en bajada hasta Navelgas y el Valle del Oro. Otra manera de llegar al Cuarto de los Valles es hacerlo por la N-634 hasta La Espina pasando por Salas y tomar el desvío hacia Tineo.
La búsqueda del preciado mineral en este territorio se remonta al Neolítico. Primero fueron las tribus de los pésicos, los astures trasmontanos, y luego los romanos, que invadieron esta zona aurífera entre el 29 y el 19 a. C. Hasta mediados del siglo II moldearon la montaña con ahínco y a su antojo. Tallaron simas y cortas en trinchera, derrumbaron laderas, excavaron pozos y galerías, y formaron embalses y canales para inundar las explotaciones. El objetivo: extraer el oro necesario para financiar las campañas militares del Imperio.
Poco a poco la minería del oro dejó de ser rentable y las extracciones romanas se fueron abandonando, aunque sus cicatrices siguen visibles en el paisaje de Navelgas en forma de desmontes y cárcavas. La ruta La Huella del Oro es un recorrido circular, corto y sencillo donde se descubren algunos de estos yacimientos. Parte desde la carretera AS-219, a la entrada de Navelgas.
Esta localidad aparece en mitad del valle y a orillas del río que lleva su mismo nombre. Tiene apenas 300 habitantes, el galardón de Pueblo Ejemplar de Asturias en 2003 y una de las mayores tradiciones auríferas de España. Y buena culpa de ello la tiene la Asociación de Buscadores de Oro Enrique Sanfiz. "Nosotros aprendimos del viejo", explica Carlos Sanfiz, uno de los hijos de Enrique que continúan buscando pepitas de oro en los ríos y aluviones del Cuarto de los Valles. "En vez de jugar al balón veníamos con él al río, a ayudarle a batear. Imagina la sensación de un niño cuando encuentra oro".
Enrique Sanfiz fue uno de los últimos trabajadores de la Aurífera Asturiana, compañía que se dedicó a la extracción de oro en Navelgas desde 1950 hasta 1956, cuando cerró. Antes lo habían hecho los americanos, a principios del siglo XX, siguiendo los pasos de los mineros irlandeses, que llegaron a la comarca a finales del XIX. Sanfiz continuó con el arte del bateo como le habían enseñado en la mina y se convirtió así en el último buscador de oro de España.
El padre enseñó a sus hijos y estos a sus nietos, creando una estirpe familiar que conserva el arte del bateo en el río. ¿Fiebre del Oro? "Lo nuestro es tradición, no nos vamos a enriquecer con esto", explica Carlos Sanfiz en nuestro camino hacia el río Yerbo. Pero ¿qué es el bateo?
En el río no existe el silencio, pero tampoco el ruido. Solo se escucha el murmullo de la corriente y el sonido de las ramas que se mecen con el viento. El agua está fría, se siente en las manos y también en los pies, aunque llevemos botas. De todas formas, uno no se queda quieto nunca cuando lo que se busca es oro, y menos en otoño.
El bateo es un proceso manual, sin máquinas, como hace dos milenios, en contacto constante con la naturaleza. El oureiro o buscador de oro lo encuentra desperdigado en diminutos fragmentos entre las gravas y arenas que arrastra la corriente y arranca de su roca madre, el cuarzo. "Hay tres zonas de extracción: el río Naraval, el Yerbo y el Navelgas", explica Sanfiz. Aquí el oro "es fácil de encontrar" y tenemos una mañana para demostrarlo.
Junto al Yerbo, que desciende hacia Navelgas entre el bosque de roble, haya y eucalipto, aparcamos el coche para entrar en su cauce mientras otro buscador sale. Cristián ha venido desde La Línea de la Concepción (Cádiz) a batear a Navelgas. En una pequeña probeta muestra las pequeñas láminas que ha encontrado de este mineral después de una dura mañana. "Esto es como ir a pescar, a veces pescas y otras no", comenta. "Hay que tener paciencia".
El equipo es sencillo. Una barra o una pala para excavar y remover el terreno, botas de agua para no mojarse y una batea, por supuesto. Es una especie de sartén sin asa, que antes era de madera, luego de metal y ahora de fibra. Suele tener diferentes formas, pero la cónica o "sombrero chino" es la más emblemática. A ras de río, se sumerge la batea en el agua y se llena de arena. Con una suave rotación se va desprendiendo poco a poco el agua por el borde con las partículas más superficiales de arena. El oro se queda, si lo hay. Es más pesado que la tierra y por ello no se desprende con facilidad. Con paciencia, concentración y perseverancia, los bateadores remueven la grava. No hay prisa porque "lo bonito es estar en el río con amigos", cuenta Sanfiz.
Algunos encuentran oro, otros no. Aisladas entre las pequeñas piedras y granos se descubren láminas de este metal, a veces son pepitas, gránulos, chispas y otras, polvo. "¿La pepita más grande? Contaba mi padre que había encontrado una del tamaño de una manzana", comenta Sanfiz. Con mimo se guardan en probetas llenas de agua, que hacen de lupa para mostrar el preciado tesoro. La suerte del buscador de oro es muy importante, pero sobre todo lo es saber dónde encontrarla.
"Soy de Gijón, pero paso cuatro o cinco días aquí buscando oro. Es raro que no aparezca", explica Luis Santos, enamorado de esta tradición y este lugar desde 1996, cuando descubrió el Cuarto de los Valles. "Salir del barullo de la ciudad y meterme en el río, comer un bocadillo en el bosque, para mí ya es encontrar oro", concluye el gijonés. "Esto una pasión, no un negocio", aclara Sanfiz. Sin embargo, los hay que se dedican a esto.
"De media puedes sacar un gramo al día", explica Manuel Sanfiz, buscador de oro profesional, que se encarga de hacer prospecciones y hallar las mayores concentraciones auríferas por todo el suroccidente asturiano. Desde Ibias hasta Navelgas realiza estudios de las diferentes zonas, su historia y geología, sus yacimientos y si ha habido explotaciones romanas. Trabaja durante diez horas al día excavando en la cuenca de los ríos, buceando en grietas y bateando sin cesar hasta encontrar el ansiado mineral. ¿El precio? Varía. "Suele rondar los 50 euros el gramo", explica Manuel Sanfiz. Un trabajo duro.
"La tradición aurífera de Navelgas no puede resumirse a un fin de semana de campeonato", comenta Carlos Sanfiz, uno de los fundadores en 2005 de la Asociación de Buscadores de Oro Enrique Sanfiz, que adiestra a bateadores y guarda la tradición que les transmitió el último oureiro.
En 1997, algunos miembros de la familia Sanfiz y otros apasionados oreros fundaron la asociación Barciaecus de Navelgas. El objetivo: competir en los campeonatos internacionales en representación de Asturias. De esta manera los Sanfiz viajaron a Italia, Polonia, Australia, Japón o Estados Unidos entre otras sedes que acogieron los concursos donde buscadores de todo el mundo se medían en diferentes "bañeras" repletas de agua y arena donde debían encontrar pepitas depositadas por los jueces.
Hasta tuvieron su momento en el ¿Qué apostamos?, con Ramón García y Ana Obregón. "No hay programa de televisión donde no hayamos salido", reconoce Sanfiz, aunque confiesa que lo importante es conservar una tradición que debe estar siempre vinculada a la naturaleza. "No podemos sacar a la gente del río", concluye en referencia a las competiciones y a la poca conexión que guardan con el auténtico arte del bateo.
Navelgas acoge una de estas citas, el Campeonato Nacional de Bateo del Oro, Fiesta de Interés Turístico Regional que se celebra a finales de julio, además del Museo del Oro de Asturias (MOA), cuya entrada cuesta 2,5 euros. Este es un estupendo lugar para entender la importancia de este metal en las diferentes civilizaciones además de sus curiosidades y métodos de extracción.
El Museo tiene un pequeño espacio bajo un hórreo para iniciarse en el bateo y otro donde se rinde homenaje a la figura de Enrique Sanfiz y su familia. Su historia, además de la de la búsqueda del oro en este pueblo, acaba de ser recogida en un libro: Los Sanfiz de Navelgas: oro y romanticismo, escrito por Joseph Millariega y presentado a comienzos de octubre de este año. Su esencia, hay que buscarla batea en mano y pies en el agua en los ríos de Navelgas, donde aún brilla.
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